Ya era pasadas las tres y media y yo seguía rebuscando ropa en mi closet sin encontrar nada con lo que me sienta y vea bien. Liz solo hojea una revista desde la cama sin hacer comentarios ante mis quejas.
La verdad es que no sé ni que pensar, ni siquiera sé lo que haré cuando llegue a la casa de Chris.
"Pues la tarea".
Claro...eso, pero ¿cómo es que voy a disimular que me gusta hasta los huesos, si se me nota al sonrojarme cada vez que el me saluda, incluso con sólo mirarme? ¡Es que ni palabras me salen cuando estoy con él!
"Posiblemente sea la pendeja más grande de este siglo".
Le lanzo una mirada desesperada a Liz a ver si se anima a ayudarme.
—Sabes lo que deberías de hacer —dice apartando la mirada de la revista por un momento —declararte está misma tarde.
—¡Acaso te estas volviendo loca!—Piénsalo, así sabrás si le gustas o no.
—¿Sabes lo que pasaría? — comienzo a sonar un poco irritada— dos cosas, terminaría rechazándome por lanzarme a la primera, y segunda, terminaría reprobado la materia porque después de eso, de seguro que no querrá hacer el trabajo conmigo.
—Bueno, pues más vale que comiences a crear un plan en esa cabeza tuya llena de porquerías de novelas románticas. No pretendas que él va a venir a declararse con globos y chocolates a la puerta de tu casa, tú también tienes que hacer algo, ¿acaso no eres tú la que se muere por él? —al ver que no respondo ella prosigue —entonces tú eres la que lo debería conquistar.
La verdad que tiene razón, me ha dejado sin palabras la mona esta con tremendo regaño que me ha dado. Pero soy muy testaruda y me cuesta aceptarlo, principalmente la parte en que yo debería conquistarlo, eso como que todavía no me acaba de convencer. Aunque debería decírselo para dejar de vivir en el anonimato, pero no hoy, sería demasiado pronto, tengo que pensar en un plan para hacerlo, necesito prepararme mentalmente antes que todo.
Doy vueltas por la habitación pensando en cómo es que se lo voy a decir, porque creo que en persona no podría, las palabras se quedarían trabadas en mi garganta. Mandárselo a decir con alguien tampoco es que sea buena idea, aunque muchos chicos hacen eso. Debo de pensar en algo que en verdad pueda hacer.
—¡Ya lo tengo! —exclamo señalando hacia el techo como si mis ideas provinieran de este —lo hare el día de San Valentín.
Liz se incorpora de un salto sobre la cama.
—No me digas, ¿acaso no podías ser más cliché? —su tono de decepción se hace notar, al parecer no era lo que ella estaba esperando.
—Bueno, es lo único que se me ocurre.
—Creo que febrero te ha alborotado las hormonas más de lo normal—comenta cruzándose de brazos —pero a ver, dime cuál es tu plan maestro para ese día.
Tomo la silla giratoria de mi escritorio y comienzo a girar, pensado en que le doy vueltas a una ruleta para elegir mi destino.
—En una carta.
—¿En una carta? ¿En qué siglo crees que estas?
—Vamos, no puedes negar que es un tanto romántico —en realidad esa es la única opción que se me ocurre para decírselo sin la necesidad de mirarlo a la cara.
—Solo estas buscando el camino fácil —esa es mi amiga, la que me conoce bien —pareces que no estas pensado en que sucederá cuando él lea la carta y luego te lo encuentres en el pasillo o en clase, será el momento más incómodo de tu vida.
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Febrero
Teen FictionSarah lleva años enamora de un mismo chico, pero nunca se ha atrevido a decírselo, porque claro, no es nada fácil. Pero cansada de vivir ocultando su amor, se ha prometido declararse en una carta el día de San Valentín. Solo tiene catorce días ¿Pod...