Una fuerza legendaria

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La lluvia ya no caía sobre nosotros con tanta intensidad como antes. Quizás se debía a al Vendaval que el dragón ejecutó hace un momento, o a que el poder del trio de las nubes había disminuido. O a ambas, después de todo la elite de Kanto estaba aquí. Sin embargo, el cielo continuaba oscuro, cubierto de nubes, quizás también porque aún no amanecía. Trate de sacudirme el agua, pero fue inútil, mientras que Karin la ignoró del todo aún cuando su chaqueta azúl con detalles en celeste destilaba; algo más ocupaba su mente. Por su parte Lance avanzaba tranquilo agitando su capa mientras que Alfred lo seguía.
–Te tardaste.
Le reclame con una sonrisa. Él por su parte respondió:
–Ni siquiera me esperabas.
Era cierto, pero igual se tardó. Alfred se mantuvo en silencio, creo que no le agradaba que Karin y yo estuviéramos ahí.
–¿Y este Dragonite?
Le preguntó Karin acariciándolo. El se hinchó el pecho de orgullo y respondió:
–Es del Maestro, me lo prestó para que continuará con su voluntad.
Sí que se veía poderoso. Noté que ya solo era una suave brisna la que nos cubría, suficiente para que Lizardon y Rockruff pudieran pelear. Sacando la pokebola de mi Charmeleon le dije a Lance.
–Espero que ese dragón sea suficiente para vencerlo. Sino aquí esta la estrella de mi equipo.
Y lancé a mi pokémon al campo de batalla, con él también llegó mi perro rocoso. El pokémon legendario agudizó la vista y lo envolvió un aura eléctrica. Le disparó un rayo a mi lagartija, pero Rockruff lanzó una piedra para interceptarlo. La roca fue hecha pedazos, y en ese momento:
–Ivysaur, Hojas navaja; Butterfly, Disparo demora
Ordenó mi amiga y llenó al pokémon de plantas e hilos que no le hicieron daño alguno pero sí lo incomodaron haciendo que de nuevo intentará atacar a sus pokémon. Instintivamente dije:
–Lizardon, Lanzallamas.
Mi lagartija disparó una ráfaga de fuego que se intensificó con los ataques de mi amiga. Thundurus se desconcentró por un instante, así que Lance vio una ventana de oportunidad y gritó a todo pulmón:
–Dragonite, Garra dragón.
El dragón voló a una velocidad increíble, mucho mayor que la del Dragonite de Oak. Con sus garras tomó con violencia del cuello al legendario y lo arrojó contra el Gyarados, quien levantó su cola cuando Alfred demandaba:
–Terremoto.
Le dio un colazo estrellándolo contra la tierra haciéndola temblar. Creímos que eso bastaría, sin embargo Thundurus liberó una descarga de electricidad pura que dañó a la serpiente acuática quitándosela de encima. Endurecí la mirada mientras maldecía, tendríamos que darle un buen golpe para acabarlo.
Estaba maquinando algún tipo de estrategia, sin embargo el hombre que estaba ligeramente ebrio gritó a mi lado:
–¡Hidrobomba!
Gyarados se reincorporó del Rayo que había recibido y soltó un chorro de agua a presión contra el legendario. Cuando pensamos que este lo recibiría de lleno, levantó su mano con una potente ráfaga de aire que le sirvió de escudo para desviar el agua. Y entonces cuando levantó su brazo para dispararle un rayo, Dragonite lo tomó de la muñeca. Thundurus se giró a verlo y el dragón lo golpeó con un Garra dragón justo en la cara que lo derribó. Cayó cerca de mí y no iba a desaprovechar la oportunidad.
–Lizardon, Garra dragón; Pikachu, Cola de acero; Rockruff, Roca afilada.
Todos mis pokémon presentes saltaron sobre el legendario y lo golpearon con todo a la vez haciéndole bolita con tanta fuerza que se quejó por el dolor. Thundurus rugió soltando otra descarga que mis pokémon esquivaron saltando hacia atrás. Un poco más y estaría acabado.
–Sí le damos un solo disparo de poder será su fin.
Anuncié. Lance asintió.
–Nada más necesitamos que se quedé quieto para ello.
–Yo me haré cargo.
Sentenció Alfred y regreso a su Gyarados para sacar a un Arbok.
–¿Por qué guardaste al Gyarados?
Le cuestioné, pero el respondió restándole importancia:
–Únicamente se usa un pokémon a la vez.
Lo deje así, él tenía una rectitud absurda. La serpiente se deslizó hacia Thundurus, que presintiendo lo que planeabamos soltó numerosas descargas. La serpiente serpenteo para esquivarlas, pero eran demasiadas, así que decidí ayudarlo:
–Rockruff, Lanzarrocas, Pikachu, Rayo.
El cocodrilo y el ratón detuvieron los rayos como pudieron pero los alcanzaron un par derribándolos, y Arbok aún no llegaba.
–Vayan Butterfly e Ivysaur.
Ordenó Karin y su mariposa lanzó un Zumbido mientras que su sapo unas Hojas navaja contra Thundurus, quien lo vio venir y con su mano dirigió una potente ráfaga de aire que no solo nulifico los ataques sino que tambien sacó violentamente del camino a los pokémon y continuó directo contra Karin.
Debo admitirlo, me sentí débil e impotente al ver como el aire se dirigía hasta mi amiga y yo sin poder hacer nada. Pero entonces el padre de Jaden se interpuso para recibir el aire de lleno. Resistió muy bien la ráfaga, sin embargo eso hizo enfurecer a legendario que disparó un rayo contra Alfred que le propinó tan fuerte descarga que lo dejó inconsciente. Y justo en ese momento Arbok rodeó a Thundurus inmovilizándolo. Era hora.
–Lizardon, Lanzallamas; Pikachu, Rayo.
–Dragonite, Enfado.
Todos los ataques se unieron en un solo rayo de poder que impactaron de lleno a Thundurus creando una explosión.
Tuve que cubrirme los ojos para que no les entrará polvo, y cuando todo esa tierra se asentó vimos a Thundurus. Estaba caído, lo habíamos vencido.
–Ganamos amigos.
Celebró Lance. Y yo le secunde:
–Vencimos a un maldito pokémon legendario, ja ja.
No obstante, Karin no celebraba, en vez de eso estaba arrodillada junto al padre de Jaden, y ahí nos dimos cuenta de que Alfred no se movía.
–Respira. -Nos anunció la castaña.- Nada más perdió el conocimiento.
Suspiró de alivio. Le alegraba que estuviera bien. No obstante, noté que algo de arena empezaba a moverse en el aire. Aún faltaba Landorus.
–Nos vemos luego.
Les grité y comencé a correr de vuelta hacia el otro extremo de la ciudad.
Mis pokémon comenzaron a seguirme, así que decidí meterlos a todos a excepción de Rocruff, ya que el resistiría mejor este clima. En especial por Pikachu, se veía especialmente agotado. No sé sí podría usarlo de nuevo hoy.
–Buena idea.
Oí una voz a mi espalda y luego el sonido de una pokebola. Me giré y allí estaba Karin. Ella sólo sonrió y nos indico que debíamos de seguir. Y corrimos con la arena intensificándose mientras la lluvia desaparecía por completo.
A un par de cuadras de donde partimos me empezó a carcomer la culpa de haber abandonado a Lance con Thundurus y Alfred, pero bueno tendría que disculparme después. La arena era cada vez más intensa, así que traté de ver arriba para tener alguna idea del clima. Únicamente había más arena, luego Pidgeys, Pidoves y demás aves chocando entre sí, y al final nubes. Que mal se notaba el panorama. Traté de buscar a mi amiga, pero no la encontraba.
–Karin.
Le llamé, y entonces me respondió:
–Aquí, junto a la farola.
Busqué la dichosa farola y vi una luz en lo alto. Para ser sincero no me había dado cuenta de que estaban encendidas, aunque era lógico, aún era de noche. Corrí hasta ella y la tomé de la muñeca.
–¿Estas bien?
Le pregunté, a lo que ella negó con la cabeza.
–Es muy fuerte Saske, no puedo seguir avanzando.
La miré y miré a la lejanía donde estarían Tornadus y Landorus. En verdad quería acabar con esos pokémon y vencer a Teselia, quizás podría dejarla a salvo en algún lugar e ir... no, mi amiga me necesitaba.
–Vamos.
Le dije y a tientas nos metimos a una casa. Se sintió un verdadero alivió no tener un montón de granos de arena golpeándonos por todos lados. Nos sentamos en el suelo y respiramos.
–Lo siento, -se disculpó abrazando sus rodillas- debería apoyarte, no retrasarte.
Negué moviendo la mano restándole importancia:
–No, esta bien. Igual necesitaba descansar y pensar. Cómo en porqué Thundurus llegó después que los otros dos.
Karin me miró y respondió:
–Supongo que él defendía Ciudad Fucsia y que vino en cuanto sintió a sus hermanos, por eso es que llegó cansado.
Mi rostro se iluminó:
–Pues claro. Es por eso que no se podían comunicar, Thundurus creó una tormenta eléctrica.
Me preocupe por un segundo por Koga y Sabrina pero nah, de seguro están bien.
–Saske... -me habló mi amiga- sí el clima dejó de ser ventoso y pasó a ser arenisco, ¿quiere decir que han vencido a Tornadus y que han hecho a Landorus emplearse a fondo?
Me revolví el cabello mientras le respondía:
–La verdad no lo sé, si tan solo hubiera una forma de comunicarnos...
Entonces se me ocurrió. Me puse a revisar el lugar para buscar. La chica castaña me miro extrañada y al fin me preguntó:
–¿Qué buscas?
–Esto.
Le respondí habiéndolo encontrado. Lo puse en medio de los dos y le expliqué:
–Con esto podremos enterarnos de la situación sintonizando la señal del ejercito.
Era una radio. Tras buscar un poco la señal, no encontré nada. Entonces mi amiga lo intentó y a los pocos segundos lo logró.
–Si, ya lo había calibrado.
–Sh.
Me chitó mi amiga para escuchar. La locutora daba un reporte de la situación.
–... es por eso que podemos presumir que Thundurus ha sido neutralizado. Por otro lado, Bruno apoyado por Erika y varios soldados están ultimando a Tornadus, mientras que Landorus se enfrenta a Lorelei ayudada por nuestros aliados de Johto y de igual forma varios soldados. -Un poco de estática llegó.- Un momento, nos informan que las condiciones climatológicas son demasiado fuertes para nuestras fuerzas. Lorelei ordena que todo entrenador cuya fuerza sea menor a 5 medallas busque refugio.
Y más estática.
–Vaya, los pokémon legendarios son realmente poderosos.
Comenté viendo lo que sucedía, y recordando como Surge no pudo tocar a Zapdos, como los perros legendarios destrozaron el enorme poder psíquico de los Unown y al final como Ho-oh incineró Ciudad Trigal.
–Sin embargo, la Elite 4 es tan poderosa como ellos.
–Así es.
Le respondí y reflexione. Lorelei, Bruno, mi padre, el mismo Lance, el profesor Oak, Jaden y, sin ser pretencioso, incluso yo. Todos nosotros somos entrenadores excepcionales, que tienen bajo su mundo pokémon sumamente fuertes. Hicieron lo correcto al mandar a los de bajo nivel a refugiarse. Sin pensarlo dije.
–Supongo que sólo entrenadores excepcionales pueden combatir a los pokémon legendarios.
Y nos miramos.  La estática desapareció y escuché una voz:
–Alerta, Lorelei se ha quedado sola contra Landorus. Cualquier soldado que este cerca corra a auxiliarla. Esta juntó al Puente Pepita.
Y nos miramos de nuevo. Quería salir corriendo. Lorelei nos necesitaba. Kanto nos necesitaba. Estaba a punto de ponerme de pie, pero entonces noté que Karin ya tenía un par de heridas por la arena y para rematarla estornudó. Se había resfriado por la tormenta. De a poco comenzó a temblar. La verdad veía difícil que bajo estas condiciones pudiera salir a combatir. Me quedé observándola, y ella debió sentir la presión de mi mirada porque se encogió de hombros y me dijo:
–Anda, ve. Te necesitan en el frente. Yo mejor me quedó aquí.
No tuve valor de contestarle. Era mi amiga. No podía abandonarla. Karin se abrazó de sus piernas y me dijo:
–Sabes, si Jaden estuviera aquí diría algo como "arena ven a mí" o "la tormenta de arena es muy fuerte, no podemos pasar"...
Ese comentario me tomó fuera de lugar. Ese vacío reapareció en mí. No... allí estaba, sólo lo ignore.
–Sí. Mi fiel compañero, ahora mismo estaríamos pateando traseros allá afuera.
Y le sonreí, pero no funcionó para nada porque ella hundió la cabeza en sus rodillas.
–Ese es el problema. -Habló claramente, sin embargo se notaba la aflicción en su voz.- Éramos nosotros 3 el equipo, sin embargo tú y él eran quienes peleaban y yo me quedaba atrás a apoyarlos. No sirvo al frente como tu compañera, como tu mejor amiga. No puedo cuidarte en este camino que has elegido.
Estaba incrédulo. Tenía ganas de tomarla y gritarle que no se menospreciara, no obstante mi cuerpo no me respondía, sólo atine a decir:
–Eso no es cierto, tú eres una gran entrenadora.
–No -negó rápidamente- nada más mira el día de hoy. Por mi debilidad Croconaw, Pikachu y el mismo señor Alfred tuvieron que protegerme saliendo lastimados. Y ahora estamos aquí atorados por mí culpa.
Apreté los puños con fuerza. De nada servía sentimentalismo barato sobre que ella era grandiosa, tenía razón. Eran pokémon legendarios después de todo. Estaba más allá de lo que ella podía hacer. Recordé aquellos tiempos en que éramos los tres juntos. Levante la cabeza y viendo al techo susurré:
–Ya nada será como antes.
–No, ya no lo será. -Me respondió ella.- Creí que podía evitar perder más, se lo prometí, pero no cuanto con la fuerza suficiente.
Y volvió a estornudar. ¿Qué diría Jaden? Algo genial, estoy seguro. Tal vez... Me puse de pie y recite:
–Vamos, no tendrás fuerza pero me tienes a mí.
Ella levantó la cabeza y murmuró:
–Jaden...
Fueron unos largos segundos silenciosos, hasta que se puso de pie. Se limpió la arena y el polvo de su falda y chaqueta y me miró decidida:
–Ya lo entendí, y voy a intentarlo. No te puedo abandonar. Jaden no lo ha hecho. Aunque sea débil o un estorbo, siempre estaré ahí para mis amigos.
Sonreí. Me puse de pie también y salimos de ese lugar. Teníamos que ayudar a la maestra del hielo

Pokémon: La guerra de KantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora