ஜ 3. Solo existe un mapa ஜ

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¡Los violines y acordeones sonaban a primera hora de la mañana! Con euforia los pies descalzos de los niños danzaban sobre la tierra seca y polvorienta, haciendo nubes de color beige que, a diferencia de lo que uno pensaría, no molestaba a los transeúntes que en ese momento compraban sus vegetales y frutas para comenzar un nuevo día.

La algarabía de aquél lugar era completamente inefable, con ese toque cálido de hogar que emanaba de los distintos platillos que podías observar desde los puestos de comida que estaban casi en filas, donde hombres y mujeres cocinaban con una gran sonrisa en el rostro, bromeando con sus clientes mientras cortaban las cebollas en cubos para echarlas a freír en un sartén ardiente.

Todos ahí sabían el nombre de todos, eran como una enorme familia donde la protección entre ellos estaba asegurada, la confianza bien establecida y el respeto repartido equitativamente para cada uno. Es por eso que, en esa pequeña Villa, quien  no fuese familiar por sus rasgos y presencia, sería juzgado y aislado de inmediato a manera de precaución.

— ¿Ah? ¿Quién eres tú, chiquilla? — Cuestionó con el ceño bien fruncido y una sartén en la mano, aquél enorme y bien moldeado hombre con voz grave que tenía fachas de ser un chef maestro, y el guardia de aquél sitio al mismo tiempo.

Aquella criatura a la que había cuestionado no contestó, solamente se había limitado a atisbar a su interrogador con esos enormes ojos azul cielo que resaltaban en su pálido rostro, aunque obstruyéndose con finos cabellos dorados, y aún ocultándose tras la barra donde ponían los platillos listos, mostró sus delgados dedos escabullirse sobre esta.

— Que quién eres, he preguntado — repitió hostil y amenazador a la par que alzó su sartén lentamente.

Después de un pequeño silencio donde el gran hombre creyó que tal vez recibiría una respuesta tímida pero inofensiva, la chica ágilmente robó un pan con especias que estaba cerca de ella y salió corriendo cual ratón asustado, hiriendo sus pies con las pequeñas rocas entre la tierra y llenándolos de polvo sin cuidado alguno.

— ¡Regresa aquí, sabandija! ¡Toma dos horas hacer un pan como ese!

La chica estaba bastante atemorizada como para si quiera atreverse a mirar atrás para responderse si la estaban persiguiendo o no, así que solo continuó avanzando con rapidez hacia cualquier otro sitio donde nadie pudiera verla; pero ese mercado e...

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La chica estaba bastante atemorizada como para si quiera atreverse a mirar atrás para responderse si la estaban persiguiendo o no, así que solo continuó avanzando con rapidez hacia cualquier otro sitio donde nadie pudiera verla; pero ese mercado era tan extenso, que la gente no terminaba de aparecer, habían niños por doquier, en cada metro había al menos dos personas regocijándose o comiendo con alegría, contrastando completamente con ella, que sentía estar corriendo por su vida solo por haber tomado un pan.

Poco a poco la gente como desvanecida empezaron a desaparecer de su camino, y sin escuchar pasos o reclamos detrás de ella, intentó calmarse un poco y buscar unos arbustos con la mirada en donde pudiera esconderse a comer.

Sus pupilas se agrandaron en signo de victoria y sin pensarlo demasiado saltó hacia las hojas verdes de unos enormes arbustos aislados que había encontrado.

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