La incomodidad de una noche solitaria.

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«Vaya, nunca imaginé que esta hierba pudiese golpear con tanta fuerza...»

Pese a que la fumé con cuidado, ahora me sentía fuera de mi cuerpo. Sentía todas las estimulaciones sobre él, pero no podía sentirlo. Es como si estuviese paralizado, jamás me había pasado cosa igual. ¿Mi mente me estaría engañando acaso?

Mi cabeza sentía dar vueltas, estremecerse sobre la cama sin moverse un milímetro. Intentaba despertar, intentaba regresar y tomar el control de nuevo pero solo conseguía sentir la sensación de caer lentamente para después regresar abruptamente al precipicio del que estaba cayendo.

«Esta mierda sí estaba demasiado fuerte... Johnny hijo de perra».

Mis ojos se abrieron lentamente después de algunos minutos de esfuerzo. Mi cuerpo estaba demasiado pesado, anclado a la cama. Mis ojos parecían haber estado sellados como tumba de faraón.

«Maldita sea... qué dolor de cabeza», pensé mientras me sentaba en la cama.

Charly estaba a un lado de Curt, acostado en la dirección contraria. Curt boca arriba con sus manos en el pecho; la computadora se había puesto en hibernación y las pizzas se habían acabado.

Moviendo un poco el mouse la pantalla se encendió de nuevo, el reloj marcaba las nueve y cuarto, pero parecían ser las tres de la mañana.

Tenía la boca seca, más seca que carretera de asfalto a medio día. Decidí levantarme para buscar algo de agua y lavarme la cara. «Qué buen maldito viaje me acabo de aventar, Dios mío», pensé impresionado. «El existencialismo se apoderó de mí como el Diablo a un cuerpo con alma vendida. Mierda, maldito Johnny...»

Me senté en una silla del comedor, volteando hacia la puerta de la habitación. Hacía mucho que no me sentía así, estaba siendo víctima de la incipiente resaca que me había estado acechando desde que empecé a fumar esta hierba maldita.

La mirada se me congeló hacia la nada, estaba mirando hacia el frente, pero no estaba viendo nada. Demonios, me siento como un títere controlado solo por mis impulsos naturales.

Estaba todo silencioso. Siempre he pensado que existen dos tipos de silencio: el pseudo-silencio, cuando no hay nadie hablando, nadie está haciendo ruido, ni siquiera los animales, solo escuchamos el silencio real acompañado por algunos ruidos ambientales como el compresor del congelador, el ventilador de la computadora y algún artículo más, ruidos a los cuales estamos tan acostumbrados que nuestra mente los ignora creando un nuevo silencio artificial, un silencio realmente no tan silencioso, no verdadero. Por otro lado, consideraba el silencio real cuando nuestros oídos no perciben ni siquiera una onda de sonido, en ninguna de las frecuencias que podemos percibir. En este momento el ambiente me proporcionaba un pseudo-silencio, el cual empezaba a perturbarme.

Mi cabeza estaba en blanco, mis ojos clavados a la nada, mi mano izquierda sosteniendo el vaso apoyado sobre la mesa. Mi otra mano abierta, apoyada con la palma hacia arriba sobre mi pierna derecha. Me veía bien jodido en ese momento.

Un pequeño ruido empezó a llamar mi atención. Parecía un zumbido intermitente, estaba sobre mí.

Busqué el punto de generación del ruido sobre mis hombros pero no veía de dónde, hasta que volteé sobre mí.

«Ah, solo era eso» un pequeño insecto estaba chocando contra el foco de 60 W. «Ya decía yo, se me hacía familiar».

Mi mente se había turbiado un poco, despertando momentáneamente para regresar a su estado vegetal.
Mis labios tocaban los bordes del vaso con agua que había tomado.

Repentinamente, percibí un pequeño movimiento con el rabillo del ojo derecho que me hizo girar la cabeza instantáneamente.

Mi piel sintió un pequeño cosquilleo pasajero mientras tanto. La mezcla entre el silencio (pseudo-silencio) y mi noción de la realidad aún desequilibrada me estarían provocando un estado de alerta susceptible a cualquier mínima percepción. Quizá no había sido nada.

El último bluntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora