Mercedes es todo lo contrario a Michael. Quizás es por eso que le gusta tanto.
- Michael x Mercedes.
- one-shot.
- cuarta parte de la saga Colores. 🌈
- dibujo de la portada hecho por @sasysadboy. te quiero ❤️
Blanco era el color de la nieve que caía esa noche. Blanco era el color de las flores favoritas de Mercedes, los jazmines. Blanco era el color de la camisa que Michael llevaba cuando lo conoció.
Mercedes llevaba una dura jornada de trabajo encima. Había camareras nuevas en Raisins, y como jefa de salón su tarea era enseñarles todo lo necesario para que lo hicieran bien: cómo tratar a los clientes, qué hacer si no tenía nada que hacer, qué hacer en el caso de que un cliente la acosara —algo que, por lástima, era más que frecuente—.
— ¡Hola cariño! Bienvenido a Raisins, ¿Has probado nuestras nuevas alitas de pollo?
A Mercedes le gustaba su trabajo, no iba a negarlo. No la parte en la que tenía que seducir a sus clientes, si no la parte donde podía bailar y pasárselo bien. El baile era su mayor pasión, y haber encontrado un trabajo que se dedicara a ello era una gran suerte. Tenía que admitir que su trabajo llegaba a ser muy duro. Aún recordaba aquella vez que un chico —¿Butters?— había creído que Lexus era su novia. Aunque eso era la más leve que podía llegar a pasar; había tenido experiencias bastante desagradables con clientes.
Porsche le avisó de que su turno había acabado, a Mercedes le tocaba tomar su relevo. Atender mesas era posiblemente la parte más agotadora de su trabajo; tener que prestar tanta atención a cada palabra que decía y a cada gesto, ocultar su personalidad para agradar.
— ¡Bienvenidos a Raisins! ¿Qué desean mis queridos cliente?
Mercedes normalmente atendía a grupos de chicos de su edad, que babeaban con la simple vista de las camareras en su uniforme. Esa vez, era una familia. Unos padres con su hijo. El chico era bastante atrayente a los ojos de Mercedes: tenía los ojos rasgados y oscuros, el cabello rizado y de un negro tan oscuro que parecía un vacío en el espacio. Sus rasgos eran únicos, algo que Mercedes nunca había visto en ningún otro chico antes. Estaba cerca de él; siguiendo las reglas del restaurante, le guiñó el ojo. Apartó la mirada. Cualquier chico normal estaría sonrojado por aquello, pero el que poco tiempo después descubriría que se llamaba Michael, no parecía mostrar interés alguno en ella.
Mercedes pasó todo su turno pensando en él. Cada vez que tenía que llevar comida a su mesa, lo observaba cómo si fuera una leve coincidencia. Él parecía no darse cuenta, o simplemente la estaba ignorando. No era propio de Mercedes desconcentrarse del trabajo de esa forma. Pero, era extraño. ¿Por qué sus padres se habían ido antes que él? Dejándolo allí, solo. No parecía mucho mayor que Mercedes, como mucho diecisiete.
— ¡Cariño! ¿Quieres algo más?
Mercedes se dirigió a él con aquel tono empalagoso que la caracterizaba en el trabajo. El de rostro pálido la miró. Mercedes se dió cuenta de que evitaba el contacto visual a toda costa.
— La cuenta, por favor.
Mercedes asintió y fue a buscar la cuenta. Mientras imprimía la cuenta, Lexus fue a avisarla de que ya podía irse a casa. Mercedes suspiró aliviada; tenía ganas de llegar a su casa. Iba a llevarle la cuenta a Michael, pero Lexus le dijo que ya lo haría ella. Mercedes se sentía decepcionada, pero no iba a decirle nada. Recogió sus cosas y salió del local.
— ¡Mercedes! ¡Mercedes, amor! —Mercedes sintió un escalofrío. No, otra vez no. Uno de sus clientes había tomado la fantasía demasiado en serio. De nuevo.— ¿No quieres venir conmigo? Puedo hacerte muy feliz.
La rubia suspiró. No estaba de humor para algo así. El chico se acercó a ella y la acorraló contra la pared. Mercedes sintió que se congelaba en el sitio. Tendría que haber llamado a seguridad antes de dejarle que llegara a eso.
— Oye, creo que Mercedes te está dejando claro que no quiere.
Las mejillas de la rubia se sonrojaron con violencia al ver de quién provenía la voz. Era el chico que antes en el restaurante no había mostrado ningún interés en ella. ¿Por qué..? — ¿Tú qué eres de Mercedes para saber lo que quiere?
— Soy una persona con sentido común y modales. Vete, por favor.
La cortesía en sus palabras sorprendió a la rubia, que suspiró aliviada cuando el cliente se fue. Murmuró un leve gracias. Realmente estaba agradecida.
— ¿No tienes a nadie que te venga a buscar después del trabajo? —Preguntó el gótico. Ella negó con la cabeza.— Mañana vendré a buscarte. No salgas hasta que llegue.
Mercedes estaba muy confundida.
— ¡Espera! ¿Cómo te llamas?
— Michael.
A Mercedes le gustaba ese nombre.
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Michael cumplió su promesa; la noche siguiente, estaba esperándola en la puerta. Y la siguiente, y la siguiente, y la siguiente. Mercedes comenzó a sentir como en su estómago revoloteaba la sensación de mariposas cada vez que le veía. Sabía que estaba mal, que él nunca la vería de esa forma, pero era incapaz de detener sus sentimientos.
— ¿Estás bien?
Si de algo se había dado cuenta Mercedes en esos últimos seis meses, era que Michael podía saber perfectamente lo que sentía al momento. Sabía cuando había tenido un mal día, cuando estaba feliz, cuando estaba cansada. La conocía más de lo que ella misma se conocía.
— No lo sé.
Mercedes tenía ganas de llorar. No podía, no iba a quedar como una niña débil delante de Michael. Era más fuerte que sus sentimientos, y podía controlarlos sin problema. O eso creía. Las primeras lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas al sentir los brazos de Michael rodeándola, acercándola a él en el abrazo más cálido que había experimentado nunca Mercedes. El primer abrazo que Michael le había dado.
Michael se sentía extraño al estar alrededor de Mercedes. Sentía que quería pasar tiempo con ella, verla sonreír, tenerla entre sus brazos aunque no fuera muy fanático del contacto físico. No era normal.
— Michael.
— ¿Sí?
El gótico no tuvo tiempo de articular más respuesta, pues los rosados labios de Mercedes impactaron contra los suyos. No fue un beso de película, como mucho duró tres segundos, pero Michael y Mercedes se sentían como si acabaran de realizar la mayor proeza del siglo.
— Me gustas. —Murmuró Mercedes al separarse de él, con los ojos centelleantes y las mejillas emborronadas por la máscara de pestañas.—
Michael no respondió, solo la volvió a abrazar. Para Mercedes, ya era más que suficiente.
Blanco era el color de la camiseta preferida de Mercedes, que había empezado a usar más cuando Michael le había dicho lo bien que le quedaba.