Capítulo 2

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El pequeño los miró, bastante sorprendido. Y entonces cayó. Los ojos de los dos chicos no eran rojos. Sólo significaba una cosa; no eran alienígenas. Tanto tiempo alejado de otros humanos... Ya ni recordaba cómo quedaban otros colores en los ojos. Estaba acostumbrado a ser observado por ojos rojos, como la sangre, quizá algo más claros.

-No sois alienígenas... -Dijo tras unos minutos de silencio.

-Claro que no, ni punto de comparación -Carter rió levemente-. Vaya, chico. Yo... Siento lo de tus padres. Ha debido de ser duro.

-Pobrecito... -Kate abrazó a Peter con cariño y acarició su rubio pelo con una de sus manos. El niño correspondió el abrazo- Pero qué mono... ¿Tú lo has visto?

-Eh, eh, aún no me habéis contado cómo llegasteis. -Interrumpió Peter.

-No nos has preguntado.

-¿Te crees muy listo...? -Hizo una pausa-  No me acuerdo de cómo te llamas.

-Carter Simms.

-Catherine Kennedy.

-Bien, Carter y Cat.

Una vez hubieron llegado, le dieron algo de comer al niño, que andaba muerto de hambre. La comida se le acabó días atrás, por lo que les contó. Kate miraba a Peter desde su litera mientras él devoraba la sopa de una lata de conserva. Por un momento sus miradas se encontraron. Los ojos de aquel niño eran azules y profundos. Tanto que pudo jurar que se ahogaba en ellos. Su cuerpo. No debía medir más de metro y medio y parecía que en cualquier momento se lo podría llevar volando la más leve corriente de aire.

Por otro lado se encontraba Carter. Todo lo contrario al pequeño Peter. Medía eso de un metro ochenta y cinco, como mínimo y le sacaba a Kate una cabeza y poco más. Para ser más exacta, unos veinticinco centímetros. Haceos a la idea. Carter estaba haciendo flexiones, sin camiseta, como de costumbre. Tenía diecinueve años y sus músculos no estaban nada mal, pero no hay que exagerar. Pequeñas gotas de sudor le resbalaban de la frente y recorrían su rostro como ríos, desembocando en su barbilla. Pero Kate nunca lo vería como algo más que un amigo, como algo más que un hermano.

Recordaba perfectamente cómo lo conoció. Siete años atrás, Carter encontró a Kate, llorando desolada, perdida, asustada. Catorce años tenía ella. Él doce. Dos niños que estaban solos e indefensos. Y él, ¿qué podía hacer? No era más que un niño... Pero aun así, ¡la ayudó! Y siete años después, mira. ¿Sorprendente, verdad? Cómo dos niños sobreviven en lo más profundo de la Tierra. Cómo se tienen el uno al otro.

Kate suspiró, cubriéndose con la manta que había a su lado. Sonrió al ver a los dos chicos completamente opuestos. Por un lado Carter, con su oscuro pelo rubio y por otro Peter, con un rubio casi blanco y un pequeño flequillo. Los ojos avellana del alto y los azules profundos del bajito. Tan diferentes pero tan iguales a la vez.

Eran supervivientes. Como ella.

Peter se acercó a Kate, sentándose a su lado. La chica lo miró y le sonrió dulcemente, tapándolo con la manta. Sin mirar nada en concreto, Kate le contó su historia.

-Tenía catorce años cuando la bomba estalló. Podría decirse que era sólo una niña. Estaba en esa edad en la que los chicos se vuelven más interesantes y tus padres son el enemigo. Aquel día discutí con ellos, de hecho. Ya ni recuerdo el porqué. Una tontería, seguramente.

«Fue exactamente el 13 de octubre de 2205 cuando llegué aquí, a los túneles. Ese día estudiaba para un examen de Física y Química. Mi padre, a pesar de la discusión, se ofreció a ayudarme. Era científico. No hubieron pasado ni veinte minutos desde que empezamos cuando todo se movió, acompañado de un gran estruendo. Mi madre entró gritando incoherencias, al borde del pánico, o ya en pánico. Al contrario, mi padre parecía tranquilo, es decir, más de lo que debería. Pero su mirada lo delataba. Sacó una enorme mochila y me bajó al sótano. Allí abrió una especie de puerta en el suelo. Lo último que recuerdo es una imagen borrosa de mis padres llorando, diciéndome que me querían y que por favor me salvara. Me golpeé la cabeza al bajar tan de golpe, quedando inconsciente. Al despertar, lo único que hice fue llorar. Y encontré a Carter. O, bueno, él me encontró a mí.»

Kate miró a Peter. El pequeño de siete años, yacía inmóvil, con sus largas pestañas rubias acariciando sus mejillas y la boca ligeramente abierta. Cualquiera pensaría que el joven no vivía, de no ser por el movimiento de su pecho. Kate sonrió para sus adentros, acurrucándose junto a él, cayendo en seguida en los brazos de Morfeo, los cuales deseaba visitar desde hace mucho tiempo. Y ni ella ni Peter sabían que, a partir de entonces, dormirían juntos cada noche.

Tampoco sabían que las cosas iban a cambiar.

                 

                           •                    •                    •

Por la mañana, Kate dejó a Peter durmiendo solo. Al no ver a Carter, supuso que habría estado toda la noche de guardia y que estaría lavándose en el río. Cogió un cazo y calentó un poco de leche en éste, aprovechando que a la hoguera le quedaba algo de fuerza. Unos minutos después, cuando comprobó que estaba lo suficientemente caliente, virtió la leche en tres vasos. Decidió despertar a Peter, pero justo en ese momento apareció Carter con el pelo mojado.

-Kate, ven a ver. -Se limitó a decir, volviendo por donde hubo llegado.

-Peter, he calentado un poco de leche, bébetela... -Le dio un suave beso en la frente, yendo tras Carter- ¿Qué pa...? -La imagen frente a ella la dejó helada.

Una chica de piel tan blanca como la nieve y una melena anaranjada la miraba suplicante en la orilla del río.

-¡No te quedes ahí, ayúdala! -Gritó Kate para después correr hacia la chica.

-Kate, no sabemos si es de fiar. ¡Podría ser uno de esos asquerosos Arslocks! -Cargó a Kate en su hombro, separándola así de la otra chica.

-Mirad sus ojos. Si no son rojos, no es un Arsolck -Peter salió con el vaso de leche en las manos-. No hay peligro.

Carter miró a la chica sin saber muy bien qué hacer. Bajó a Kate, la cual salió disparada hacia la de pelo naranja. Se arrodilló junto a ella, colocando una de sus manos en su frente. Entre los dos, llevaron a la "intrusa" al refugio. Kate le dio un vaso de leche; la chica estaba helada en su sentido más literal. En pocos segundos el vaso quedó vacío.

-¿Estás bien? ¿Cómo te llamas? -Kate y su preocupación.

-Sí, muchas gracias, de verdad... -Tenía los ojos llorosos. Las pecas la hacían ver algo más joven- Soy Lana... Lana West.

  

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