Tan blanco que duele

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—¿Cuántos años tienes? 

—Tengo dieciocho. 

—Mnh —murmuró y fumó nuevamente de su cigarrillo mentolado, a decir verdad, no era su favorito, pero era el único que le permitían cuando iban a grabar. Se miró las uñas, y levantó la mirada a la noche—. ¿Es tu primera vez? 

—Estuve en abuso facial dos veces —respondió y frunció el ceño, lo miró un poco. Era difícil saber si tenía rizos, porque estaban desarmados, medio lacios, su rostro era un poco aniñado, con labios gruesos y pómulos puntiagudos, era más menudito de lo normal, chiquito, pequeño. Se preguntó de dónde mierda lo habían sacado para estar en esa clase de contenido—. ¿Me das uno? 

—¿Seguro tienes dieciocho? —le preguntó mientras le pasaba el cigarrillo, no esperó respuesta, pues, la camioneta ya había llegado. Subieron sin más, saludó a los otros chicos y miró su celular, sus redes sociales mientras los otros se amigaban con el nuevo chico. 

—Tienes una piel tan hermosa, como me gustaría volver a tener dieciocho. 

Sonrió, tirando la colilla por la ventana y lo miró, Fionn tenía cerca de treinta años, se estaba quedando calvo pero tenía un buen trasero, no tenía tanta demanda como antes, pero seguía estando en videos con temáticas extrañas. 

—Yo creo que estás muy bien —murmuró el nuevo. 

—Bien puta —agregó y Fionn se carcajeó con fuerza. 

—¡Ya, ya déjame! —habló—. Al menos yo no me cojo al director para tener más papeles. 

—Al menos a mí sí me presta atención —respondió y notó que el nuevo lo miró, se volvió, quiso sacar otro cigarrillo pero sabía que no debía fumar más en la camioneta, le iba a dejar mal olor en el cabello. Se miró las manos cuando escuchó la charla de Fionn con el niño. 

—¿Cuál es tu nombre, corazón? —le preguntaba mientras acariciaba su brazo. 

—Charlie —respondió. 

—¿Ese es tu nombre de puta? No suena muy sexy. Verás, aquí necesitas un nombre para tus clientes, para la gente que va a consumir tu trabajo. ¿Dime, qué clase de papel harás hoy? 

—Todavía no me dijeron nada —contestó Charlie, se volvió, entrando en la conversación. 

—Probablemente te harán chuparle la verga a un viejo. ¿Qué cosas aceptaste en tu contrato? —le preguntó, Charlie frunció un poco el ceño—. Harán que tragues todo, trata de no respirar. 

—¿Qué piensas de Elliot? —preguntó Fionn y dejó de prestarles atención. 

Había pasado cerca de nueve años desde que estaba en la industria de la pornografía. Había probado a los diecisiete, siendo menor de edad, jugando, probando el dinero fácil que le podía entregar el hombre que había conocido por internet. Tenía una página donde publicaba sus videos caseros, en su casa, grande, alejada, había perdido la virginidad anal con él y después con otro tipo que había conocido treinta minutos antes de tenerlo entre sus piernas. Le había sorprendido la manera fácil de ganar unos miles con solo dejarse grabar, a veces los papeles se basaban en él masturbándose, metiéndose dildos, penes de goma, cualquier juguete sexual. Fue ahí cuando dejó de lado su otra vida, su otro nombre, fue cuando poco a poco fue olvidándose del cómo era, pasaba más tiempo con penes en la boca que hablando con su madre por teléfono. 

Pero lo miró, ahí, sentado, sonriendo, tan despreocupado por todo que le causó un gusto terrible en la boca. Charlie charlaba como si nada, como si la camioneta donde estaba tuviera destino a un parque de diversiones y no a una productora donde lo iban a ahogar en semen, donde lo iban a explotar y le iban a entregar quinientos dólares por un vídeo de temática que ni él mismo sabía. 

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2020 ⏰

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En los labios de Christian Donde viven las historias. Descúbrelo ahora