Depende

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Luis la mete en la cabina, sin soltar su brazo, ganándose un par de gritos de las chicas que hay arremolinadas en la puerta. Sus miradas se enfrentan en silencio con sus cuerpos apoyados cada uno en una pared.

Aitana aún aprieta el puño temblando levemente. A quién va a engañar. Lo que realmente quiere es que ese polvo blanco transforme ese momento en una escena subida de tono y no en un inminente final.

Odia sentirse tan débil como para que la química le haga doblegarse de esa manera, jugando con su voluntad sin remordimiento. Se siente débil porque estaba empezando a ver la luz sin darse cuenta de que en realidad seguía con medio cuerpo dentro del pozo.

Luis se aclara la garganta sin saber qué hacer. Solo había jugado a imaginar cómo era esa Aitana que se movía cómoda entre drogas, echando por la borda toda su relación y su amor.

Y desde luego no la había imaginado tal y como la tiene ahora delante.

Derrotada. Desesperada. Hundida.

-Aitana-murmura como si cada letra de su nombre fuera un flechazo entre las costillas.

Avanza dispuesto a recortar la distancia que se creó entre ellos hace más tiempo del que le gustaría.

-No la necesitas.

Aitana aprieta con más fuerza la mano, haciéndose daño al clavarse las uñas.

- Sí la necesito-susurra terminando de romperse en esa confesión-Ahora sí.

-Por favor, llevas 6 meses limpia, ¿no?-da otra paso buscando su mirada, que se resiste a enfrentarle-¿Vas a cagarla ahora?

Aitana alza la cabeza despacio encontrándole más cerca de lo que pensaba. En todos los sentidos.

Pero ya da igual, ya es tarde.

-Tú no lo entiendes-un sollozo atraviesa su garganta clavándosele a Luis en el centro del corazón.

-No, no lo entiendo-dice negando con la cabeza, porque es la verdad, no lo entiende, pero quiere hacerlo. Acaricia despacio sus mejillas llevándose por delante las lágrimas que han marcado el recorrido de su pómulo- Pero no quiero que te arrepientas ni que te hagas daño. Quiero ayudarte.

Hay muchas otras promesas que no han cumplido. Quién sabe si cuando salgan de ese baño, de esa discoteca, a la mañana siguiente, siga pensando lo mismo, que quiere quedarse a su lado o habrá cambiado de idea. No tiene por qué atarse a ella de ninguna manera.

-Tírala, no la necesitas, cariño-susurra con las manos en sus mejillas- Nos tienes a todos. Todo tiene otra solución que no sea esta-dice dirigiendo su mirada adonde la tiene Aitana, con las lágrimas tiritando entre sus pestañas, impidiéndole ver más allá de su propio miedo y de unas palabras que no suenan vacías, pero que no sabe si creer.

Su mano decide por ella alzándose abriéndose frente a él, con las marcas de sus uñas en sus palmas.

Se rinde.

O quizá por el contrario acabe de ganar por lo menos esta batalla.

-Tírala tú. Eres más fuerte que esta mierda.

Aitana no lo cree, es más, odia sentir el poder que tiene la cocaína sobre ella. Pero acaba haciendo lo que Luis le pide.

Abre la tapa del váter y duda unos segundos antes de soltarla rápido y tirar de la cadena, como si le quemara entre las manos.

Por mucho que haya aflojado su puño, a su pecho aún le cuesta subir y bajar a un ritmo que le permita llenar los pulmones de aire. Aún tiembla y todo gira, y gira, y sigue perdida. Pero Luis está ahí.

Canción Desesperada (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora