24.- Ángeles caídos

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Grace Field

Encontrarse frente a frente con esa persona de manera apresurada era un suceso que quizás Kurapika no contempló jamás en sus planes.

Por que nunca pensaron en las posibilidades de que otros humanos estuvieran involucrados en una actividad tan atroz como la granja humana.

El enemigo principal no era Isabella después de todo.

— Tú debes ser Kurapika. — dijo aquél hombre sin dejarle tiempo de defenderse, cuando el rubio escuchó la voz desconocida detrás de él, ni siquiera sus ojos escarlata pudieron ayudarle en aquél instante. 

Un objeto punzante atravesó la piel de su cuello y aunque el efecto debía ser inmediato, Kurapika resistió lo suficiente para mantener sus ojos abiertos durante algunos segundos.

Su cuerpo fue cargado por aquél hombre, observó parte de su rostro, detrás de él había incontables demonios, como si todo ese tiempo supieran lo que estaban planeando y fueran a detenerlos.

En su último parpadeo, Killua y Gon aparecieron desencadenando una masacre sin remedio ya que enfurecieron al instante en que vieron al hombre misterioso sonreír eufórico. 

— No quiero dormir... tengo que ayudarlos, no puede acabar aquí, tenemos que irnos todos juntos... nuestro plan... no está terminado aún... no... — Hasta ese punto fue el último recuerdo de Kurapika poco antes de perder la conciencia.

— ¡¡¡¡Kurapikaaaaa!!!! — Gritaron su nombre, ambos chicos sabían que estaban en problemas. Jamás imaginaron que un ejército de demonios los estuvieran esperando en la entrada. No tenían una coartada para defenderse de tantos mounstros a la vez.

Killua estaba consumido en la ira y la desesperación, porque sus afiladas garras no atravesaban y ni siquiera rasgaban un poco la piel de aquellas criaturas, con su rapidez apenas lograba evitar ser atrapado por alguno de ellos.

Todo se estaba saliendo de control.

Gon no corrió con tanta suerte. Su fuerza no era suficiente para hacer más de lo que hacía Killua.

— ¿Quiénes son estos mounstros? no son simples criaturas, también son inteligentes. — Tarde pudo deducir Killua el tamaño del problema en el que se metieron — Kurapika, ¿a dónde se lo llevaron? — Con el poco tiempo que tenía para reaccionar mientras se defendía de los ataques feroces, perdió de vista a Kurapika.

Y después a Gon.

Isabella entró a la casa para darse cuenta de que todo había sido destruido, en pocos minutos se acerca por completo la casa, en cada habitación y sala había una botella de gasolina vacía, y en el comedor, en cada silla, un pedazo de carne con el chip de rastreo implantado. Aparentando que los niños se encontraban sentados en sus respectivas sillas para la última cena.

Pero en realidad ya no había nadie.

— ¡Vamos! ¡es hora de irnos! — El grito victorioso de Don desde el otro lado del muro, indicaba a todos los pequeños, que era hora de seguir el camino. Para ese entonces todos los niños, incluyendo a los más pequeños estaban a salvo.

— Gracias a Killua pudimos trasladarnos todos a salvo, después de todo, no tuvimos que dejar a nadie atrás, estoy agradecida con todos ellos. — Gilda observaba por última vez Grace Field en llamas desde la seguridad del bosque en el que se encontraban, la sensación de libertad que experimentaban Don y Gilda al lado de los niños en ese momento les abrió la nueva fe de esperanza.

— No los vamos a decepcionar, nosotros nos haremos cargo. — Don llevaba a su costado un moral lleno de bombas que Killua preparó y Gilda tenía en sus manos el libro de aventuras de William Minerva.

Hunter x Neverland [Libro 1] Completo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora