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Kian despertó y saltó de la cama a penas miró la hora en su celular. Eran las siete menos cincuenta, y ya iba tarde a su primer día de clases. Odiaba llegar tarde, pero considerando que la noche anterior se había quedado despierto hasta una hora bastante no adecuada, no era en absoluto una sorpresa que esa mañana haya despertado tarde y que no haya escuchado su alarma.
Tomó una ducha rápida con agua fría para al menos intentar despertar del todo. Se vistió lo mas rápido que pudo y caminó a la cocina mientras intentaba acomodarse la corbata. Se sirvió un vaso de leche, el cual se bebió en un tiempo récord; tomó su bolso y corrió fuera de casa para subirse a su bicicleta e intentar llegar lo más pronto posible a su primera clase, y primer día. La peor parte de todo es que la escuela a la cual se dirigía era completamente nueva para él. Así que cuando estuvo a unas cuadras de ésta, comenzó a ponerse nervioso. Sintió el sudor en sus manos y tragó saliva. Le ponía aún mas nervioso saber que ya estaban a mitad del año escolar, lo cual no era en absoluto algo agradable. De no haber sido por esos malos tratos en su escuela anterior, Kian no tendría que pasar por este gran cambio. Era un nuevo lugar, nuevas personas, nuevo ambiente; nuevo comienzo. Todo irá bien intentaba convencerse internamente. Detestaba la idea de ser el nuevo en un lugar donde, claramente, no conocía a nadie, y él sólo pensaba en lo mal que estuvo su madre al insistir en aquél cambio.
Llegó a la entrada de aquella escuela y aseguró su bicicleta en lo que sería el estacionamiento. Logró ver una cantidad considerable de autos estacionados ahí mismo, y notó lo grande que era aquella escuela; sumando el estacionamiento. Fue entonces cuando se sintió casi fuera de lugar al estar asegurando una bicicleta que nadie ni de broma robaría y pensó Demonios, necesito un auto. Luego rió al tener ese pensamiento, dándose cuenta de que aún no tenía la mayoría de edad ni si quiera para sacar licencia de conducir y infiriendo que aquellos autos eran de los alumnos ya de tercer y cuarto año.
Corrió, adentrándose en el gran edificio color gris mientras intentaba buscar la que sería su aula. Se sentía estúpido, ¿como se podía perder en una escuela?
Vale, si se considera el hecho de que es nuevo, está malditamente nervioso y la escuela es en sí bastante grande; claramente hay una gran posibilidad de perderse en ésta. Se relajó por unos segundos al pensar eso.
Dejó de correr y  caminó un poco mas tranquilo. Después de todo ya era tarde, tendría que esperar a que llegue la hora de receso.
Suspiró algo frustrado. Buscó el baño de varones, el cual encontró más rapido que su maldita aula. En éste había un chico de cabellos claros; pelirrojo para ser exacto, de una tez claramente blanca. Éste se encontraba sentado en el suelo mirando su celular como si fuese lo mas normal del mundo estar tirado ahí mientras todos los demas estaban en clases. Como si no tuviera interés alguno de entrar a su aula. Frunció el ceño algo confundido. El chico lo miró, haciendo notar sus ojos color cielo y aquellas pecas tan características de los pelirrojos.
– Adivino– habló él de repente, dejando de mirar su celular–, no sabes dónde está tu sala .
Kian volvió a sentirse estúpido. ¿Tanto se le notaba su desorientación en aquél lugar? Bufó.
– Qué comes, que adivinas– acertó a decir el moreno. Observó mejor al chico sentado en el suelo del baño; no llevaba puesto el uniforme de la escuela. Al menos no por completo. El uniforme era un pantalón gris, la típica camisa blanca, una corbata y el bestón color negro con la insignia de la escuela. Pero él sólo llevaba el pantalón, la camisa mas arrugada que podrías llegar a ver, no traía la corbata puesta y su chaleco era uno color verde. Nada que ver con el bestón del uniforme.

– ¿Eres nuevo, verdad?– le preguntó al moreno mientras lo observaba detenidamente, haciendo que su nerviosismos volvieran. Éste asintió un poco tímido y caminó al lavado. Se mojó la cara y bebió un poco de agua.
– Creí que habías notado mi expresión de dónde mierdas estoy- bromeó él, causando la risa del pelirrojo. Kian sintió un escalofrío al escuchar aquella risa tan armoniosa. Sonrió.
– De hecho la noté – habló el chico mientras desordenaba su cabello –. Pero fuera de eso, jamás te había visto por aquí, pareces ser alguien muy particular – el pelirrojo lo miró y le guiñó un ojo, causando que las mejillas del moreno se tornaran levemente de un color carmesí. Intentó ignorar aquél comentario, aunque ya era algo tarde.
– Uhm... ¿tocas guitarra?– preguntó rápidamente, para cambiar el tema, al notar el gran bolso negro con forma de, claramente, una guitarra. El pelirrojo sonrió, causando que las esquinas de sus ojos se arrugaran de manera tierna y que a cada lado de su boca se formaran unas comillas.
– Qué comes, que adivinas– dijo en tono de burla y palmeó el suelo a su lado, en gesto de invitación al moreno para que se siente a su lado.  Él se acercó y se sentó mientras sentía como sus manos comenzaban a sudar de a poco, a pesar de haberse secado las manos después de mojarlas.
Sólo digamos que al moreno hace ya mas de un año había... ¿salido del closet? Sí, lo pondremos así. Esa fue una de las principales razones por la cual Kian terminó por cambiarse a una nueva escuela. A temprana edad él había notado aquella diferencia sobre sus gustos y los gustos de los demás niños. Kian era homosexual. Recientemente a sus dieciséis años fue, por decirlo así, descubierto, causando el rechazo de algunos y las burlas de otros. Claramente aquello había acabado con el moreno.

– ¿Cómo te llamas? –pregunta el chico pelirrojo, haciendo que el moreno lo mire atento. Limpia el sudor de sus manos en sus pantalones al mirar fijamente sus ojos; eran tan claros, un color suave y a la vez fuerte. Bastante bonitos. Tanto cómo él mismo.
– Kian– responde él, con cierto nerviosismo en la voz. El pelirrojo era bastante atractivo, era obvio que iba a causar aquello en Kian. – ¿Tú? ¿cómo te llamas?– le sonrió.
– Dime Ed

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⏰ Última actualización: Mar 24, 2020 ⏰

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yours truly: EddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora