— Aquí estaré a la hora del té. No necesitarás abrir la puerta.
Sentados en la mesa, aquella reunión de solo tres personas era lo único que se necesitaba para que Chuuya dejara de lado todas sus preocupaciones acerca de su trabajo y vida.
La rubia princesa y su padre eran una buena familia aún si estuviera rota.
— Me alegra mucho haber compartido con ustedes este momento, de verdad, muchas gracias por invitarme — complacido por el buen rato, pronto tuvo que comenzar despedirse.
— Ah, ¿ya te vas? — escuchó como le preguntaban con un tono en el que encontró decepción.
Habían pasado dos horas desde que llegó a ese lugar, por lo que pronto darían las cuatro en el reloj descansado en la pared. Aunque no lo deseaba, era hora de irse; por mucho que ella pusiera ese rostro apagado frente a él, tenía que hacerlo.
— Cariño, él debe de tener cosas que hacer y ya le hemos robado bastante tiempo — comentó el mayor hacia su hija para consolarle.
Al mirar como la joven observaba a su padre, algo muy dentro de peli-naranja sé removió con brusquedad. ¿Por qué le afectaba que se fuera, si apenas le conocía? No podía entenderlo, mucho menos sus mismos sentimientos acerca de abandonar la casa, después de todo ella le había confesado que había sido la única persona en visitar ese jardín y tomar el té en su compañía. Té que por cierto, casi le hace ir al baño corriendo.
— ¡Volveré! — un poco apresurado prometió. Sintió vergüenza por el tono que había utilizado — Volveré para tomar el té otro día...
— ¿Puedes venir mañana? — ella le pidió enseguida emocionada a tal punto que se levantó de la mesa interrumpiendolo.
El padre solo río para después agachar la mirada contentó.
Chuuya tomó el sombrero de la mesa y se lo llevó al pecho, para después asegurar:
— Aquí estaré a la hora del té. No necesitarás abrir la puerta.
El muchacho lo recordaba, lo feliz que aquel rostro le había puesto en menos de un segundo, tal como si el sentimiento de ella fuera contagioso. Sin embargo, recordar era doloroso.
— Pero bueno — recordó que quería hacerles una pregunta desde que llegó a la casa — Mi nombre es Nakahara Chuuya, lamento no haberme presentado antes — se disculpó.
— Chuuya-san — ella fue la primera que lo mencionó de manera curiosa — Te queda, es un nombre muy bonito.
Si dijera que eso no le hizo ponerse nervioso, mentiría, porque en verdad lo hizo. Su nombre, vaya, nunca le habían halagado antes por su nombre.
— Que mal educados, nosotros también debemos disculparnos. Hemos estado aquí por más de una hora conversando y tampoco nos hemos presentado — avergonzado, el mayor también hizo énfasis en ello.
— Mi padre es Ishihara Shintaro y yo Ishihara Rina, mucho gusto — al fin dió a conocer sus misteriosos nombres.
— Oh, Rina-san, también tiene un muy bonito nombre — al igual que ella, Chuuya también aduló.
Fue así, como la historia no hizo más que continuar. Volvió al siguiente día, y al siguiente, y al siguiente... Siempre recibiendo de sus manos un té que no podía tomarse y una invitación para que no se ausentará al día siguiente -aunque suene repetitivo-. El joven mafioso hacia de las suyas por primera vez en su trabajo para escapar antes de las dos, solo para visitarle en ese jardín de la casa bardeada hasta las nubes, que más bien parecía una casa de campo por su estructura de dos pisos y forma.
Verle sonreír era la única recompensa que pedía; sonrisa que le daba más felicidad de lo que alguna otra había hecho antes. No le importaba estar comportandose como la venda andante de su amigo, pues valia la pena.
Al paso de tres semanas y algunos días contados, a Chuuya se le hizo tarde en una junta con su jefe directo y compañero. Movía su pie con desesperación debajo de la mesa mientras Mori no paraba de hablar, ya que recordaba que el padre de la joven siempre trabajaba hasta tarde y él era el único que le hacía compañía mientras tanto. Si la primera vez el había estado ahí, era porque había pedido permiso para ausentarse del trabajo.
— ¿Tienes prisa, Chuuya-kun? — le sorprendió su nombre. Al parecer el de la bufanda larga color guinda se había dado cuenta ya de su estado.
— N-No — no era bueno mintiendo, así que Dazai, aún lado, río con burla haciéndole molestar al segundo.
— De cualquier forma, he acabado. Espero que hayan escuchado con atención lo que les he dicho, o el tiempo que les he hecho perder no valdrá la pena — comentó para finalizar, lanzando claramente una piedra a la cabeza del más bajo.
Sin embargo, a pesar de que sus palabras le hicieron sentirse mal por no poner nada de atención, en cuanto Ougai abandonó la habitación de juntas, este salió como alma que lleva el diablo, dejando así a su compañero boquiabierto por no saber a dónde se dirigía exactamente.
¿No tenían el día libre acaso? Se preguntó el castaño, pero importancia de más, era algo que se negaba a darle a su molesto amigo.
Chuuya corrió por toda superficie que se atravesara en el camino sin importarle del todo que algunas personas le vieran utilizar su habilidad. No necesitaba tomarse el sombrero mientras corría, lo único que necesitaba era llegar a la casa de Rina para repetir la escena que ya habían acostumbrado; esa de conversar sin límite de tiempo acerca de los dos; claro, con algunas excepciones acerca de información. Sin darse cuenta, de alguna forma sus ojos se pegaron a un local más de la cuidad...
Cuando se hicieron las dos con veinticinco, Chuuya estuvo de pie sobre la barda viendo fijamente el quiosco en dónde ella siempre le esperaba. Su rostro se veía afligido, pues aunque en sus manos llevara un ramo de flores de aquel local que había llamado su atención, Rina no estaba ahí para sonreírle...
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Kanashimi / Nakahara Chuuya 🍷.
Fanfiction- No tienes porqué ser el Rey de las Ovejas. Nakahara Chuuya. Semi AU. Short-Story. Los personajes de Bungou Stray Dogs no me pertenecen, a excepción de la protagonista. ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀ: sɪ ɴᴏ sᴇ ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴀ ʟᴇʏᴇɴᴅᴏ ʟᴀ sɪɢᴜɪᴇɴᴛᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ ᴇɴ ʟᴀ ᴘᴀ́ɢɪɴᴀ ᴏғ...