Seventeen; Weird

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Alice está colgando los vestidos de la rubia recién lavados en el armario. La señorita camina en círculos por el cuarto, vacilando en susurros. La mujer se da la vuelta y se anima a preguntar:

—Señori--

—¡Hay algo raro con ellos! ¡No lo entiendo! —vocifera.

—¿A qué se refiere con "raro"? Vinieron a cantarle, ¿no es eso lindo? —Se aleja del armario y se acerca a Emily—. Cuando yo era joven, eso significaba demasiado, casi un privilegio. Imagínese, que un hombre se tome el tiempo de elegir una canción solamente para ti. Y si venía con amigos era aún mejor. ¡Te volvías la envidia de todas las demás! Era un momento en el que el hombre se arrodillaba ante la mujer, y creáme que crecimos en distintas tiempos, señorita... —Sonríe un poco al recordar su juventud.

—No, Alice, no hablo de eso. Ellos dos deberían estar en conflicto; no venir a hacer un dúo, ¡juntos!

—Puede que hayan venido a demostrar su caballerosidad haciendo un pacto —sugiere.

—Pero eso sólo me complica mucho más las cosas. ¿A quién elijo? Además, se veían muy "conectados". Estaban sincronizados, n-no sé cómo decirlo pero fue así.

—Ya, ya. ¿No quiere salir a dar un paseo? Podemos pasar por la tienda y comprar manzanas. ¿No le gustaría uno de mis clásicos pays de manzana?—ofrece, dando marcha atrás para volver al armario.

La rubia alza la cabeza, tentada, ese postre es su favorito.

—C-creo que no estaría mal un poco de aire fresco...

—¡Fantástico!—Saca del armario un sombrero que hace juego con el vestido de Emily, y se lo pone en la cabeza—. Se ve tan bonita, ¿por qué no sonríe un poco?

—Alice, creo que ya he decidido... —La mujer se sorprende.

—No me diga, ¿no quiere pensarlo un poco--

—No, no lo sé pero, creo que lo quiero a él. ¡Sí o sí! Esto me da vueltas la cabeza pero, ¡ya está! —Alice la mira preocupada—. Es Murdoc a quien amo... —sentencia.

Y un pesado silencio se apodera de la habitación.

...

Harold vuelve a cerrar el bolso, seguro de que Murdoc ha deducido el contenido extra de ésta.

—¿U-u-un vestido?

—Sí, escucha bien —dice Stuart, bajando la voz porque el anciano se ha removido en el banco.

—No sabía que eras uno de esos depravados... pero admito que estoy intrigado —confiesa Murdoc, con sus manos en su cintura. El peliazul se queda sin palabras, toma aire y antes que nada, procede a explicar que no se trata de ningún fetiche extraño.

—No es eso, y si fuera cierto, que tengas interés no te hace mejor... —Murdoc se retracta gravemente—. Escucha, yo usaré esto para provocarle celos a Emily, ¿sí? Yo seré el cebo y tú la trampa.

—Te vestirás como una dama después de todo, me parece perfecto que me hayas hecho caso.

—N-no es un juego. No podemos fallar esta vez.

—Claro claro, escupe tu idea —La emoción se me veía en el rostro. Incluso dobló su capa de una manera elegante mientras hablaban.

—Bueno, pensaba en ponernos a charlar, ¡pero! Te comportarás conmigo como si fuera una vieja conquista tuya. ¿De acuerdo? —A Murdoc le empiezan a brillar los ojos. Esto realmente le parece divertidísimo.

—Con eso te refieres a... ¿Coquetear?

Stuart se pone colorado, y redimido, cierra los ojos y asiente con la cabeza.

—¡Oh, chicos! ¿Ya han elegido algún caballo? Si necesitan herraduras, vayan con el herrero de al lado —anuncia el anciano que dormía. Ha despertado y ha tomado por sorpresa a los dos caballeros.

—¡D-de hecho, estoy interesado en éste! ¿Me diría su precio? —dice Murdoc, fingiendo interés.

Stuart se aleja sutilmente y dice que no ha encontrado lo que busca.

—Es una lástima, hijo. Pero regresa cuando quieras.

—A-así será —Antes de irse voltea a ver a Murdoc, que lo mira muy nervioso, porque han faltado detalles que aclarar—. Creo que iré a la posada, ¿sabe? Adiós, que tenga buen día.

Se retira, esperando que el azabache haya captado la idea de su próximo punto de encuentro.

—Que le vaya bien —responde el hombre—. ¿Y tú querías saber el precio de ese potro, no? —mira a Murdoc.

—Hmm, c-creo que un macho me vendría bien, ¿pero sabe? No creo que sea tiempo para que mi yegua se enamore y mucho menos para que se haga madre... Volveré otro día, gracias de todos modos.

—Claro claro, yo seguiré aquí. Que tengas buen día.

Y Murdoc sale de ahí a paso lento. Cuando queda fuera de la vista de cualquier ser humano, cubre su cara con sus manos y suelta un grito. Es ahogado, pero un chillido leve se escapa y hace cuestionar al anciano de si su audición ha empeorado.
Pero no, es sólo Murdoc Niccals, completamente emocionado de lo que planea Stuart.

OWO

❝Cliché❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora