Cuatro

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-estoy decidida, Dei- dijo la chica. Sus bonitos ojos brillaban con decisión- no quiero quedarme aquí, quiero irme y encontrar a ese escritor donde quiera que se encuentre.

Myūzu comenzó a jugar con una escultura de arcilla de Deidara, era un ciempiés que caminaba por sus brazos, cuello y piernas. En un momento se enredó en su muñeca izquierda y comenzó a hacerle cosquillas con sus patitas.  La chica soltó una risita que a los oídos del artista de lo efímero fue un sonido tierno y... Sensual.

Deidara miró al frente, desde donde se encontraban ahora tenían una vista perfecta del bosque y el río que era alimentado por la cascada que ocultaba su lugar preferido. Después de que Myūzu dejo de abrazarlo, lo tomó de la mano y lo condujo por un túnel estrecho que los llevaba a una cueva más alta y algo apartada de la cascada. "Exploré la cueva en tu ausencia" le dijo.

El artista había escuchado los planes de la chica, ella le había contado que anhelaba convertirse en escritora como el autor de los icha-icha y que quería que "él" fuera su maestro. Eso no le pareció una buena idea, había leído esos libros, le parecían de pésimo gusto y consideraba al autor como un viejo pervertido; si Myūzu fuera su novia, por supuesto que no le permitiría estar a menos de veinte o cincuenta metros de distancia de Jiraiya. Apretó los labios, Myūzu no era su novia y tampoco quería que lo fuera; admitía que era bonita, entendía el arte verdadero y lo ponía nervioso, pero Deidara no estaba seguro de amarla o sentir algo más haya de simple comodidad al estar con ella. Sin embargo, en esa semana sin verla, había experimentado un súbito miedo. Si, miedo; miedo a perderla, a que alguien más admirara su sonrisa y la viera dormir sin que ella se percata de ello. Miedo a no verla otra vez. Deidara parpadeó, ese miedo era normal cuando no quieres perder a una persona que te acepta tal cual eres: con tus defectos, humor, inmadurez y errores ¿Verdad?

El Akatsuki volteó a ver a Myūzu cuando se percató de que el silencio se había hecho presente.

-¿Qué pasa?- cuestionó al ver cómo esta observaba su muñeca, más específicamente al cienpiés de arcilla alrededor de ella.

-es increíble- dijo con ojos brillantes- con solo una palabra puedes destruir mi mano- volteó a verlo- puedes destruirme si así lo quisieras.

-eso... ¿Eso te asusta?- quiso saber el artista.

Ella negó antes de estirar el brazo para admirar el arte adherido a su piel.

- me parece sorprendente- soltó una leve carcajada- y más aún que no lo hayas hecho explotar.

Deidara volteó a otro lado para ocultar su sonrojo.

-podria dejarlo ahí para ti, si quieres- habló- no explotará- luego abrió los ojos por completo- c...como como agradecimiento.

Myūzu sonrió.

-¿Agradecimiento, dices?- lo tomó de las mejillas para hacer que la mirara- ¿Y por qué?

Deidara trago saliva y apartó los ojos de la chica que parecía acercarse un poquito más a él. Myūzu se percató del nerviosismo del artista; ella también estaba nerviosa pero lo disimulaba, después de todo, sabía lo que quería, lo había sabido dos semanas después de conocerlo. Y recordaba como lo había conocido.

Esa tarde ella había salido a recolectar plantas y frutos medicinales para venderlos en la aldea cerca de ahí. Había sido un viaje tranquilo hasta el momento de volver a casa, dos ninjas renegados de la aldea de la cascada le cortaron el paso e intentaron atacarla, con facilidad habían podido leerse sus sucias intenciones en la mirada. Myūzu dejó caer su cesta de plantas y esperó con los ojos cerrados a que los ninjas decidieran atacar; en ese momento lamentó no saber ninjutsu ni Taijutsu, solo era una aldeana que sabía de plantas medicinales pero que no podía utilizar ninjutsu médico; en pocas palabras, no podía defenderse del ataque de esos shinobis.
"Lo que sea que vayan a hacer, háganlo rápido" dijo sin abrir los ojos.
"¿Sabes? No me gusta seguir órdenes y menos de una niña estúpida, hmp"
Al escuchar esa voz, Myūzu abrió los ojos de golpe puesto que le pareció algo cálido y ajeno a los dos shinobis que la habían abordado. Al hacerlo, se encontró con la figura de una persona más alta que ella que portaba una capa negra con nubes rojas y un sombrero que ocultaba sus facciones. Dos segundos después se percató de que los shinobis estaban atados por dos figuras extrañas y en sus bocas había una escultura de arcilla en forma de araña...

Myūzu volvió al presente al escuchar a Deidara.

-por ser mi... Compañera- hablo el rubio tratando de controlar los nervios que la cercanía de Myūzu lo hacía experimentar.

-oh, ya veo- la chica se alejó de Deidara y centro la vista en su muñeca. Se sentía decepcionada por no ser más para ese artista; ella sabía lo que sentía por él, pero Deidara era un punto y aparte.

El artista de lo efímero pudo notar la decepción en el rostro de su "compañera", entonces él también se sintió decepcionado pues sabía que ella era algo más que eso.

-entonces si no harás arte con esta arcilla podrías hacer algo más- se encogió de hombros- para ser sincera, Dei, extrañé tu arte.

Deidara sonrió y sin perder el tiempo, creó un par de arañas de arcilla y las arrojó al aire, lejos de ellos.

-¡Katzu!- dijo y la gran explosión se hizo presente iluminando la mirada de Myūzu.

-¡Es hermoso!- exclamó con emoción, luego volteó a ver al artista para pedirle que lo hiciera otra vez pero antes de hablar, Deidara la tomó de las mejillas y la besó.

el arte es una explosión. (una historia sobre Deidara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora