CUANDO TERMINE ESTA NOCHE

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Ella caminaba distraída por aquel salón de moqueta granate. Se aproximaba a la barra con cautela, y observaba disimuladamente a aquellos dos hombres que conversaban y que parecían enzarzados en su debate. Retrocedió despacio, antes de cruzar de nuevo la sala de extremo a extremo. De vez en cuando, giraba la cabeza para posar su mirada curiosa sobre el hombre de la derecha. Aquél, que vestido de esmoquin sostenía una copa de coñac, mientras se acercaba el cigarrillo a la boca para darle una profunda calada. 

Sus miradas se cruzaron un instante. Él le ofreció una sonrisa cómplice y ella se mordió los labios color carmín con cierto nerviosismo. De repente, el tiempo se detuvo y entre ellos el espacio pareció reducirse. Ella tuvo la sensación de que el suelo iba a desaparecer bajo sus pies. 

La mujer, adoptando un carácter seductor, lo fulminó con sus ojos felinos. Fue entonces cuando el hombre perdió el interés en el diálogo que mantenía con su acompañante, que no dejaba de hablar con elocuencia agitando las manos. 

Ella enarcó las cejas antes de volverse y caminar hacia la escalera. Entonces, él se perdió en el vaivén de sus caderas, que flotaban livianas trazando figuras en el aire. Dejó la copa sobre la barra y se deshizo como pudo de su compañero. 

Él salón estaba repleto de gente y las voces iban y venían entremezclándose. Mujeres enjoyadas que lucían vestidos de colores vibrantes, hombres ataviados con chaquetas y chalecos, cabelleras engominadas...Olía a perfume y a tabaco. La orquesta tocaba su melodía bajo la lámpara de telaraña que pendía con sus cristales.

Para él ya no existía nada. No había nada más allá de aquella dama de cabellos dorados que caminaba sobre sus tacones. Aceleró el ritmo y la siguió por la escalera, evitando los peldaños de dos en dos. El ruido cesó de repente y el silencio reinante permitió que se escuchara su respiración acelerada. El corazón le palpitaba con fuerza. Ella se giró mediante un rápido movimiento y apoyó la espalda contra la balaustrada de mármol. Sus pupilas se adentraron en sus pupilas y ambos sintieron el poder de aquella atracción mágica. 

Él la rodeó enérgicamente con los brazos para besarla apasionadamente. Sus labios se fundieron bajo la luz amarillenta del pasillo. Luego, se cogieron de la mano y avanzaron por el corredor entre besos y miradas ardientes. Él dirigió la mano al bolsillo de su pantalón y extrajo la llave de su habitación, la doscientos doce.

Se detuvieron delante de la puerta de madera e hizo girar la llave en la cerradura. Después, tras compartir una última mirada, él le retiró el cabello de la frente con delicadeza y la invitó a pasar. La mujer entró en el dormitorio con decisión y él caminó tras ella cerrando la habitación.

Aquella fue una noche de esas que parece que nunca van a terminar. Pero que llegó a su fin. Un final que cerró una historia, para dar comienzo a muchas otras que habían permanecido ocultas y alimentadas por la rabia y el engaño. 

La luz blanca de la luna se colaba indiscreta por las ventanas y acariciaba su piel delicada. Ella se sentía feliz, tanto como hacía tiempo que no recordaba. Pero la felicidad es un bien efímero y perecedero.

Cuando el sol apareció por la mañana en el cielo azulado, ella se despertó envuelta entre las sábanas de lino como una Venus. Abrió los ojos algo aturdida y se descubrió abrazando al cuerpo que dormía a su lado. Una sonrisa tímida se esbozó en su rostro. 

Él permanecía hierático, frío e inmóvil, tumbado bocarriba en silencio. Ella se incorporó a su lado:

-¿Jean Paul?- musitó ingenua con su voz angelical.

Estaba pálido, con el cuerpo rígido y endurecido. Tenía las facciones contraídas, la mandíbula en tensión algo entreabierta  y los ojos inyectados en sangre. Unas manchas violáceas recubrían su piel.

-¿¡Jean Paul!?- gritó con desesperación apoyando la mano sobre su pecho desnudo.

Se había ido. Estaba muerto. Allí, a su lado, tan solo estaba el cadáver de aquél con el que había compartido una de las noches más difíciles de olvidar.

Un alarido se escuchó desde el pasillo, provenía de la habitación doscientos doce.

...

ASESINATO EN LA 212Where stories live. Discover now