Capítulo IV

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Me recargo en la puerta. – ¿podrías abrir? Por favor.
- ¡No quiero! ¡tú también me harás daño! – lo decía con voz chillona.
-No, claro que no lo haré, de verdad que no quiero hacerte daño, ¿Por qué crees que te haré daño?
-M-Me, T-tú me miras como E-ellos
El corazón se me partió. – yo lo siento, esa no era mi intensión, no te haré daño lo prometo, de verdad que no. – comencé a llorar, siempre he sido muy sentimental.

el sonido de la puerta abriéndose hizo que me percatara de la chica en toalla detrás de mí
-confió en ti. – la chica con la nariz roja, las mejillas del mismo color y sus ojos lloroso habla mientras me permite pasar.

-g-gracias… yo… yo cuidaré de ti, lo prometo, no dejaré que te hagan daño y no voy a dañarte, de verdad.

Ella no dijo nada y solo se sentó en la cama.
- ¿podrías prestarme ropa?

Camine lo más rápido posible para llegar a mi armario, pero en el camino tropecé como tonta, me levante rápido y comencé a sacar prendas como loca, mostrando cada una de las prendas a… aun no sé su nombre, ¿Cómo voy a nombrarla? Bueno, el punto es que le gustaron más las pocas prendas que tengo en colores obscuros, pero faltaba algo importante la ropa interior, ¿Qué se supone que le daré? ¿su tamaño de busto no es ni cerca al mío, bueno yo ni busto tengo, y ¿pantaletas?

-creo que tendrás que estar sin bra todo el día, ojos bonitos.

-por mí no hay problema, pero ¿tienes unas pantis para mí?

Recordé las navidades pasadas, mi abuela me había regalado ropa interior entre ellos unos calzones con ositos divinos que aún no utilizo.

Camine y tome de una bolsa de regalo un calzón. – Toma, ojos bonitos, espero y los ositos no te molesten.
La chica miro con atención cada parte del trozo de tela.
-los ositos son lindos, me gustan.
Y ahí estaba uno de sus atributos más grandes una sonrisa mágica, tan blanca, tan perfecta, tan brillante, supongo que no solo apareció como un tesoro, sino también brilla como uno.

Golden GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora