Capítulo 2: empezar de cero

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Mi madre y yo estábamos acostadas en mi cuarto en silencio. Estaba recostada sobre su pecho y ella estaba haciéndome cariñitos en el cabello. Nunca hemos tenido una relación de madre e hija, ni siquiera momentos para compartir juntas, pero, en este momento, me siento muy bien. La primera muestra de cariño que tuve en mi vida, fue cuando Samuel y yo nos acercamos, ahora mi madre y se siente muy bien.

La pantalla de mi móvil se ilumina y puedo leer que es un mensaje de Samuel, lo abro e inmediatamente me hace sonreír.

*****

*WhatsApp*

SAMUEL

~Cuando tu mundo se caiga a pedazos, recuerda que siempre te quedaré yo. Te quiero, Carla y te juro que voy a hacer lo que sea necesario para volverte a tener. Mis macarrones, mi corazón y todo yo, somos solo tuyos.

*****

Bloqueo el móvil, pero no puedo disimular la felicidad que me ha dado el mensaje de Samuel.

-¿Estás enamorada de él? –mi madre me saca de mi novela mental y abro los ojos un poco, pues, me toma por sorpresa.

-No –miento y ella se sienta y hace que imite su postura.

-Aunque nunca hemos sido muy cercanas, soy tu madre y nunca te había visto mirar, ni proteger a alguien, como lo haces con ese chico –sonríe y sé que está hablándome por primera vez como mi mamá– hoy lo estuve analizando, aunque no tiene tan buena posición económica, es decente, educado y se muere por ti, te idolatra, Carla y tú también le quieres –me toma de las manos– no sé qué es lo que haya ocurrido entre vosotros, pero, no renuncies a tu felicidad hija, no sigas cometiendo errores por culpa de nosotros, sana, perdona y sobre todo, déjate querer –acaricia mi rostro y prosigue– te prometo Carla, que voy a cambiar, quiero que seamos unidas, quiero ser la madre que te mereces y quiero que me permitas acercarme. Ya me he equivocado demasiado y no pienso seguir haciéndolo, ambas merecemos ser felices, sobre todo tú, mi preciosa niña.

Me abalanzo sobre ella y la abrazo. Al principio se sorprende, pero luego me corresponde el gesto.

-Gracias mamá, te necesitaba tanto –inhalo su aroma que me reconforta. Huele a perfume fino y suave de rosas; permanecemos así unos momentos y luego retomamos nuestras posturas.

-Entonces, ¿estás enamorada de él? –me mira y sonríe. Siento mis mejillas arder y asiento con algo de timidez– ¿cómo se llama?

-Samuel –la sola mención de su nombre me hace sonreír.

-Cuando tenía quince años, me gustaba un joven que era hijo de unos empleados de las bodegas –sonríe y por primera vez, veo los ojos de mi madre brillar– también se llamaba Samuel, era muy especial, me hacía reír y era la única persona real que tenía en mi vida. Con el tiempo nos fuimos enamorando y vivimos un amor muy bonito e inocente pero, mi padre se dio cuenta y les ofreció a sus padres pagarle los estudios, obviamente lo hizo para separarnos y ni siquiera pudimos despedirnos –recuerda con una sonrisa triste– luego conocí a Teodoro y vi en él la misma bondad que en aquel chico, me enamoré y me enfrenté a mi padre. Los primeros años de matrimonio, todo marchó de maravilla; era un hombre bueno, que se preocupaba por los demás, honesto y correcto, no entiendo en qué momento se dañó su corazón y se dejó cegar por la ambición.

-¿Y nunca volviste a saber nada de Samuel? –ella niega con la cabeza– no sé si sea algo de todos los que se llaman así, pero el mío es demasiado noble, creo que aquella vez que fui a su casa y me ofreció macarrones, me di cuenta que era diferente a cualquier otro chico, porque no hacía lo que yo quería y no era tonto, al contrario, es muy listo, él fue el primero que me mostró un poco de cariño y que vio a la verdadera Carla, por encima de la chica fría y distante que parecía no tener sentimientos. Creo que con él, ha sido la primera persona con la que realmente me he imaginado un futuro.

Contigo, hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora