Era una noche de sábado, probablemente la mejor de su vida.
¿De verdad estaba pasando? ¿Se estaban besando? Esa preguntaba atormentaba a Dana mientras cierto chico la besaba.
Este tenía sus manos en la cintura de la chica, y ella las tenía en el pecho del contrario.
La noche era lluviosa, no hace falta decir que sus ropas estaban empapadas, pero eso era lo que menos importaba.
Ella nunca pensó que el chico que le gusta la besara, al principio la sorprendió pero conforme con el tiempo se fue acostumbrando a él, ella siempre estuvo perdida en su mirada y siempre dio a notar eso.
Se perdió tanto en sus pensamientos que no se percató de cuando se quedaron sin aire, separándose.
Seguían en una carretera bajo la lluvia con la mirada de mucha gente clavada en ellos, pero a decir verdad no les importaba.
Se miraron. Esa mirada expresaba demasiado, fue uno de los muchos momentos entre ellos en los que las palabras no hacen falta.
— Anto, yo... — el chico colocó su dedo índice sobre los labios de la chica.
— Venga, nos estamos mojando. — y sin decir más la llevó a una parte cubierta.
Dana pensó en ir a casa sola pero Anto no se lo permitió ya llegando a casa de Dana quiso invitarlo a pasar se lo pregunto y accedió a pasar
— Tienes una casa muy bonita, algún día tendrás que conocer la mia— dijo Anto sonriendo
— Venga vamos a mi habitación te daré una camisa seca— dijo Dana con un tono de nervios
Dentro de la habitación Anto tropezó con una camisa cayendo encima de Danna quedando pegados y segundos de silencio
—Dana te amo— acercándose al oído de Dana y susurrarle.