El señor Martinez

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Desgraciado pobre rata infeliz hijo de una buena madre.

Pobre el señor Martinez, quien se ha hecho cargo de él?

Quien llora su muerte, el fin de su ser físico?

El señor Martinez era alguien solitario, ignorado por todos. Quien no lo ignoraba, se burlaba de él.

Porque si no era loco, era fracasado.

Odiaba mas que nadie a la falsedad humana, odiaba quienes decían alabar el alma y lo metafisico, siendo aquellos mas falsos que cualquier otro.

No podía entender el porque de la gente superficial, no podía aceptar el hecho de que nadie lo quería por "ser feo" como lo decía él.

Porque, a decir verdad, era un tipo feo. Y con feo se refiere uno a lo físico, claro está. No era uno de esos tipos agraciados y esbeltos llenos de vida y con la escencia intacta.

Era mas bien un tipo ermitaño, alejado de todos y todas. Era, probablemente, el hombre mas solitario que haya pisado jamas esta tierra.

Nadie lo quería cerca, nadie en su sano juicio.

Se había acostumbrado a caminar solo en la calle: aquel que lo viese caminar hacia sí, cruzaba rápidamente de vereda. Era preferible correr el riesgo de ser embestido por un auto por cruzar rápidamente sin mirar, antes que pasar a menos de un metro de semejante ser repugnante.

Era común ver que lo miraran, no por atractivo, sino por lo curioso que resultaba un ser tan horrendo, una especie de bestia asquerosa, como si de un desecho del Señor se tratara.

Pero no hay que confundirse: no era el señor Martinez una especie de Minotauro. Ni de ser poseído por el demonio. Era tan solo un hombre frustrado y sin amigos, sin mujer, sin pareja, sin hijos, sin padres (muertos hacía bastante tiempo), sin hermanos. Sin quien le preguntase como había estado en su cumpleaños, que por cierto jamas festejaba, a tal punto de olvidarse de la fecha de aquel.

El señor Martinez siempre había sido así. Cuando niño, no le estaba permitido salir a jugar con sus amigos a la pelota o a las cartas. En vez de eso, se le enseñaba que en este mundo no hay verdadero amor, sino intereses. Se le había dicho incontables veces que jamas debía enamorarse de alguna mujer, puesto que al ser el desdichado niño de familia pobre, ella nunca se fijaría en él.

Se le había enseñado a no dar gracias. En vez de eso, le habían inculcado la norma "universal" de devolver el favor.

-Para que agradecer? A quien diablos le sirve tu agradecimiento pequeña rata?-Le había contestado su padre una vez que el pequeño Martinez se atrevió a decir gracias luego de que su madre le haya regalado unos zapatos.

Que favor habría podido hacer a los 7 años? Probablemente ninguno, pero al menos aprendería así que en esta vida, realmente, a nadie le importa nuestro agradecimiento. Al menos, eso había aprendido él.

Su padre nunca lo había pegado ni maltratado fisicamente; de hecho, jamas creyó que sus enseñanzas podrían haber afectado severamente al señor Martinez. Decía hacerlo por "el bien de la familia".

Podrán imaginarse entonces como era el señor Martinez. Nada normal por cierto.

Sin embargo, siempre estubo consciente de todo (o creía estarlo): no creía estar loco, o enfermo de la cabeza, como se quiera llamar. Prefería en cambio decir ser una persona "sabia", sabedora de las normas que la sociedad enseñan al mundo desde tiempos remotos. Decía conocer las reglas de la vida, y decía saber como lidiar con ellas, aunque algún dia llegaría el momento en el que no podría soportar más la condena de la obligación.

Como se ha mencionado, el señor Martinez odiaba realmente a la gente falsa, a la gente superficial, a la gente que nunca habría podido comprender el significado de palabras sinceras.

Es mas, el señor Martinez se había convertido casi en un mudo a causa de esto. Pensaba que cuando una persona le hablaba, sea quien fuese que sea, estaba en el fondo tratar de conseguir algo. Claramente el señor Martinez no creía en la amistad, prefería creer que en la vida existen los socios, gente a la que se le puede pedir un favor siempre y cuando se le pague ya sea con dinero o con otro favor de la misma envergadura.

También se ha dejado en claro que el señor Martinez no creía en el amor: prefería en cambio creer en los intereses, una especie de "ida y vuelta", un "algo" a cambio de un "otro".

Fue así como el señor Martinez vivió gran parte de su vida amargado, siendo una especie de parásito, una especie de condenado que solo espereaba ser liberado de los pesares de la vida.

Fue con esta vida absurda en exceso, que el señor Martinez se enamoró de una mujer hermosa, esbleta, inteligente. Realmente atractiva antes los ojos de cualquier humano diga ser hombre o mujer. Era realmente demasiada perfecta para el señor Martinez, incluso aunque se hable de tan solo ser obervada.

Final de viajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora