-Emma, cariño, ya haz dormido bastante, quiero que te levantes, estoy ansiosa por enseñarte algo.
-¿Mamá? Es de madrugada, ¿qué quieres? -Preguntó Emma aun soñolienta.
-Es tu hermana, te encantara.
La señora Merynton agarró suavemente la mano de su hija y la llevo al cuarto de su hermana menor en el primer piso, Emma bajó descalza y el frío del suelo sobre sus pies le causaba vértigo.-¿Que sucede? No entiendo.
-Abre la puerta, está adentro.
Estaba confundida, no sabía que pasaba, tocó la cerradura de la puerta, la giró y abrió, lo siguiente que vio la dejó aterrada.
Su pequeña hermana yacía en el suelo con los ojos abiertos llenos de terror, su cuerpo desgarrado como por un animal salvaje, y bañada en sangre de la cabeza a los pies.
Qué horror, que triste la manera en la que el destino puede cambiar drásticamente la vida de alguien, nunca estamos listos para presenciar de imprevisto la muerte súbita o sin censura de un ser querido y salir emocionalmente ilesos de ella, no estamos preparados para un trauma psicológico, el futuro no siempre está escrito con nuestras manos.
-¡No! ¡No, por favor, no!- grito Emma sin fuerza, ahogada en esa imagen que le causaría un trauma emocional de por vida. Corrió en su ayuda, pero ya era tarde, inmediatamente dirigió la mirada a su mamá quien también estaba tirada en el suelo. Se sintió mareada, con náuseas y vómito, por poco se desmaya, le temblaban sus piernas, no podía empuñar sus dedos, estaba rectos y rígidos como un palo. – ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! ¡Auxilio! Por favor…
-¡Emma! ¡Emma, despierta! -dijo Sven- Estás teniendo una pesadilla.
Emma abrió los ojos y se sentó bruscamente, tomó una bocanada de aire y le volvió el oxígeno a su cuerpo, estaba ahogada en su propio sueño, en un recuerdo que resurgía todas las noches, un recuerdo que la hacía sentir como en el momento justo en el que su corazón quedo hecho trizas.
-Tranquila, estabas soñando -dijo Sven tratando de calmar su agonía- ten, toma un poco de agua, te sentirás mejor.
Emma respiró profundo y se levantó, tenía la mirada perdida.-¿Estás bien?- pregunto Sven.
-Si- respondió cortante –hay que irnos.
La pareja se alisto, recogieron sus cosas y partieron.Era un día sombrío, amaneció una espesa niebla alrededor del bosque, situada en todas las direcciones y no lograban ver más allá de cinco metros a su redonda, había muchos árboles, troncos altos con su vegetación en la punta, al parecer la caza iba a ser difícil y el peligro iba a ser constante.
-¿Cómo va tu mano? -Preguntó Emma mientras caminaba por el suelo húmedo del bosque.
-Bueno, tardara un poco en sanar, pero va bien, no hay infección hasta el momento. -Responde Sven mientras se fija en una marca en el tronco de un árbol frente a él.
-¿Qué es? -Pregunta Emma intrigada.
-Son rasguños, hay osos cerca, en la época de celo o apareamiento suelen arañar o morder las ramas y los troncos que hay alrededor. Aunque por la constante humedad no sabría reconocer hace cuanto pasó por acá, pero podría asegurar que no fue hace mucho.- Responde Sven mientras palpa con sus dedos la corteza del árbol.
Sven era un excelente rastreador, conocía distintos tipos de huellas, cabello y excremento que analizándolos bien podría reconocer que tipo de animal era y hace cuanto había dejado el rastro.-Hay que tener cuidado, -añadió Emma– aunque para ser sincera no sé a qué temerle más.
-Sigamos caminando.
El terreno era húmedo y cada paso que daban dejaba una marca, una sobre otra, situación que damnificaba cada segundo más a la pareja. Los mortíferos eran criaturas cuyo único propósito era destruir, aniquilar y extinguir la vida humana, animal o cualquier cuerpo vivo parado sobre la extensa faz de esta tierra. Eran crueles en todo el sentido que abarca la palabra.
Sven y Emma habían caminado horas pero los resultados de su búsqueda eran pobres, en el tiempo transcurrido no habían encontrado más que una pequeña ardilla, la cual se asustó con la suavidad de un paso sobre algunas ramas tiradas en el suelo y en segundos ya estaba bastante lejos.