Le ardía su mejilla, estaba en el suelo estupefacto, pensando que ese día, tal vez, iba a ser el último de su vida. No hay nada más cruel en la vida de una persona que tener la muerte delante suyo, y pensar que ni haciendo lo imposible podrá cambiar el rumbo del destino trazando grandemente sobre sí.
¿Qué tenía que hacer para no borrar su existencia de la tierra? ¿Cómo Robert podría cambiar el rumbo de su historia? Está claro que enterrarse en una montaña de hojas no era la mejor idea, ni la mejor opción, Robert no se sentía listo para morir, su instinto de supervivencia le recalcaba que podría hacer algo, que tenía que hacer algo, la única opción que disponía era acabar con la bestia pero ¿Cómo lo iba a hacer? Si en su vida no había matado ni accidentalmente a una mosca, tenía que escoger, estaba obligado a elegir, si era su vida o la del mortífero, de inmediato supo lo que tenía que hacer y empezó a buscar sobre la tierra sus lentes, se arrastraba en nombre de la vida, en nombre de su propia existencia. De repente sintió unas fuertes manos sobre sus pies, era el mortífero, quien cogió a Robert y lo llevo bruscamente por el suelo, tratando también de dormir su mente pero eso no fue tan sencillo. Robert aferraba sus dedos a la tierra, aun le quedaba fuerza, aun podía luchar y para sorpresa, el destino de la muerte se quebró cuando sintió sus lentes en el suelo, los agarro tan duro que por poco los destroza, se los puso torpemente y saco el revolver que Tomas insistió en darle, nunca antes había tenido que empuñar un arma pero ahora era necesario, observo al mortífero con dificultad ya que sus gafas estaban envueltas en polvo, pero lo veía, estaba frente a sus ojos, apunta a la silueta borrosa y aprieta el gatillo una y otra vez pero no dispara, estaba bloqueada, lo único que el sabia de armas es que al apretar la palanquita, disparaba, pero no más, afortunadamente una vez Emma le enseño como colocar el seguro a un arma, entonces si se colocaba de una forma, quitarlo era igual pero al revés, así que lo intentó, apunto y disparó. La detonación de la bala sonó tan fuerte que Robert que quedo aturdido en el suelo, a escasos centímetros de la bestia que mató con sus propias manos, y con ellos quedaron la vida y la muerte, el destino y la suerte tirados en el mismo lugar, tan cerca que se podía ver el frágil y delgado hilo que hay entre este mundo y el otro.Robert quedo aterrado por como mato al mortífero, en parte se sentía invencible, quizás capaz de derribar un oso con sus manos, quizás al mismo que lo hizo desmayar de miedo hace años, aunque lo más probable era que ya estuviese muerto, que suerte tiene el difunto oso al no tener que enfrentarse al inteligente y ahora temible Robert Hampton, que privilegio tienen los otros mortíferos de no estar cerca de la zona por donde caminaba, los haría añicos con solo ajustar sus gruesos lentes a la altura del punto de mira. Aunque no podía quitar de su mente la imagen de la bestia al momento de disparar, lo miraba con odio, en sus oscuros ojos se notaba el claro objetivo de acabar con todo a su alrededor, y aunque por alguna razón no pudo manipular su mente, si le hizo saber que se encontrarían en el infierno y que allá incineraría su alma hasta que todo acabe, pero… no sería el mismo infierno ¿verdad? por el bien de Robert que no lo fuera.
Estaba tan hipnotizado en la escena que acababa de pasar que su mano aún estaba apretando la empuñadora del arma, tan fuertemente que por un momento sintió que estaba pegada a él, la soltó con dificultad. Después de ello entro en sí cuando recordó que no venía solo.
-¡Oh no! ¡Cristian! -Dijo Robert para sí, mientras que con un paño que tenía en el bolsillo limpiaba sus lentes envueltos en polvo.
Se paró rápidamente y observo el mortífero yaciente en el suelo, tenía ahora tan clara su imagen que la podía dibujar con detalles fotográficos sobre una hoja de papel.
-¡Cristian! ¿Me escuchas? -gritó, mientras buscaba en toda las direcciones.
Aún tenía esperanzas de que el joven estuviera vivo, muy seguramente herido pero vivo, busco hasta que logro ver los pies de Cristian detrás de un árbol y corrió a auxiliarlo.
-Vamos, chico, mírame.
Estaba tirado, con un brazo por debajo de su cuerpo y su rostro pegado al suelo, Robert puso sus dedos sobre el cuello de Cristian para saber si aún estaba vivo y sintió el pulso, su corazón latía con fuerza, su cuerpo aun
Luchaba por salvarse. Robert se quitó su camisa y la rompió en pedazos para tratar de vendar las heridas múltiples que el chico tenía en su piel, había perdido mucha sangre y si seguía así en unos minutos estaría muerto con seguridad.-¡Oye amigo, no te duermas! ¡No cierres los ojos!
-Déjame -respondió Cristian sin fuerza alguna– No sobreviviré.
-No digas eso, te llevare a la base y allí te atenderán, estarás bien, solo no te duermas, ¡No! Chico, ¡No cierres los ojos! ¡Por favor, aguanta!
Cristian no resistió, desplomó su cabeza al vacío y murió. Sus heridas eran muy graves y al parecer había perdido la mitad de su sangre, no había nada por hacer, estaba en muy malas condiciones.
Robert le cerró sus parpados con delicadeza, no podía creer lo que había pasado, era una situación difícil de asimilar, sus ojos se tornaron vidriosos por las lágrimas que contenía su tristeza, que cruel era saber que estaban obligados a lidiar con esas emociones tan seguido. Pero era el pan de la vida, la única opción para ello, era resignarse.
Robert supo que no podía seguir en la intemperie arriesgándose, tenía que volver o el siguiente podría ser el, así que coloco una cadena de mucho valor sentimental sobre el pecho de Cristian y con respeto lo despidió.