El elegante hombre vestido de blanco, que se encontraba frente a la puerta de aquella pequeña casa que habitaban los tres mestizos esperaba pacientemente con las manos detrás de la espalda. Su sonrisa tranquila no reflejaba lo que por su mente pasaba en esos momentos.
-Angel, parece que Alastor está presentando algunas demoras. ¿Qué tal si me dejas entrar para esperarlo?.- Recargó su antebrazo en el marco de la puerta. Ángel le miró nervioso negando.-Señor, Alastor está…- Una mano helada sobre su hombro le interrumpió, sin embargo era la sombra de su compañero mestizo, avisándole que no tenían que esperar más. Alastor acababa de salir de su habitación. Llevaba el uniforme de mestizo de clase alta que les hacían llevar. Era una camisa blanca algo suelta, que se abotonaba del abdomen superior al pecho, junto con unos pantalones negros, que se sostenían con un cinturón. Lucifer le miró con cautela ¿A
-Señor Lucifer, que encantadora e inesperada visita. Pensé escuchar de usted alguna vez, que era de mala educación aparecer sin avisar previamente.- Les miró sonriente cerrando la puerta detrás de él, para caminar hacia ellos. Miró a Lucifer tratando de persuadir a Ángel para que le dejara entrar. Le parecía gracioso, el era su jefe y aún así nunca había entrado a la vivienda de sus sirvientes, era como si le fuera imposible atravesar la puerta sin que fuera invitado. Se paró frente a el con una media sonrisa, su corazón aún estaba agitado y sentía que cualquiera podría escuchar su latir.
-Oh, Alastor ¿Qué tal?. – Lucifer no era demasiado alto, y mucho menos si se encontraba parado junto alguno de sus tres mestizos estrellas, con la altura de dos metros treinta, Angel era el más alto, Alastor le seguía, midiendo 1.98 y después Husk, con 1.85 de altura ¿Y Lucifer? Bueno, no debías hablar de alturas estando alrededor de el, pero media 1.75.
- Alastor, tienes algo que es mío y me preguntó yo, con que osadía lo tomaste?.- Alastor arrugó la nariz sin borrar su típica sonrisa. Era una escena un tanto extraña, ambos se miraban con sus típicas sonrisas aterradoras, sin embargo se notaba que a Lucifer le temblaba el párpado izquierdo.
- Lucifer, el ángel caído ¿Así es como te llaman, no? Yo no e tomado nada que no me perteneciera, o por lo menos no a la fuerza. – Le guiñó el ojo al hombre rubio que le miraba amenazante.
-Alastor ten cuidado de como manejas tus cartas, te recuerdo que no a todo nos apetecen los mismos “musicales” que a ti.- Alastor río un poco mientras se daba la vuelta, abriendo la puerta detrás de él.
-Adelante, puedes pasar.- Lucifer le dedicó una sonrisa triunfal. Puso un pie dentro, mirando el suelo expectante, como si esperara que algo pasara. Alastor le miró alzando una ceja, tratando de averiguar que era lo que pensaba su jefe, después de todo, se acababa de tirar a su hija.
Después de mirar el suelo por unos segundos y darse cuenta de que era seguro entrar, atravesó el umbral de la casa, llendo directo al librero.
-Alastor ¿Dónde tienes la biblia de los Arcángeles?. – Alastor suspiró aliviado en sus adentros. Sabía que no había manera de que Lucifer adivinara que su hija se encontraba ahí, escondida bajo las sábanas de su cama, pero aún así, también era consiente de que aquel misterioso hombrecillo ocultaba cosas, cosas que a cualquiera lo haría temblar.
-La tercer repisa Lucifer. ¿Por qué no te llevas también la biblia histórica?.- Ante tal recomendación, Lucifer gruñó tomando un libro de pasta café de aquel estante. Pasó rápido las páginas frente así para después cerrarlo y ponerlo tras su espalda.
Se quedó un momento parado frente a Alastor, tratando de leer aquella sonrisa suya.
-Bueno, eso es todo, es extraño, sabes? Normalmente, tienes un extraño aroma a fresas.- Lucifer se acercó a Alastor, lo suficiente como para poder sentir aquel aroma diferente sobre el hombro de este. Alastor se tensó de inmediato, apretando una sonrisa nerviosa en los llabios.
-Manzanas.- Se separó de el mestizo mirándole con duda. Alastor dio un paso hacia atrás con rapidez.
-¿Estan en algún tipo de ritual estúpido de apareamiento o algo así? Jaja es que…- Angel no pudo evitar opinar ante lo que presenciaba. Los dos habían ignorado su presencia por completo, Angel era el único mestizo que ponía realmente incómodo a cualquiera.
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El toro por los cuernos.
عاطفية"¡No a las corridas de toros!" Gritaba la rubia junto a la multitud al ver pasar a aquel hombre que orgulloso portaba aquel ridículo disfraz, restregando le su pancarta. Este molesto, de un movimiento, la habia empujado al suelo. -No me toques! Segu...