9 - PADRE...

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Drogo

¿Qué me pasa? ¿Por qué me siento tan pesado? Y este dolor de cabeza...

—Por fin despiertas.

Levanto la vista y, en ese momento, me doy cuenta de la situación. Estoy en una celda, fuertemente encadenado y frente a mí tengo a Dustin. Dustin... Maldito traidor.

—¿Qué está pasando? ¿Qué hago aquí? —pregunto de mala manera.

Él se cruza de brazos y esboza una socarrona sonrisa.

—¿Acaso no lo sabes?

—Es evidente que no.

—Entonces permíteme explicarte —dice comenzando a pasear por la celda —. Tu hija Fiona tiene un gran potencial como reina del mundo, pero necesita algo más.

—¿A qué te refieres? —inquiero intrigado mientras no dejo de mirarle.

—A que, para que se desarrolle todo su poder, debe absorber el del resto de niños prohibidos y ahí está el misterio.

Abre los brazos orgulloso como quien descubre un truco de magia mientras que yo le observo sin tener todavía muy claro lo que me está diciendo. Encima este maldito dolor de cabeza no me deja pensar con claridad. ¿Cómo han podido hacerlo si no he tomado nada?

Dustin me observa un tanto decepcionado.

—Parece mentira, Drogo. Con lo listo que tú eres.

—Si te doliera la cabeza como a mí no dirías estupideces. ¿Se puede saber qué me habéis hecho? ¿Cómo habéis logrado que pierda el sentido?

—Ah, eso —responde sin darle importancia —. Deberías tener cuidado con lo que tocas, Drogo. Hay sedantes que actúan a través de la piel.

Dejo caer la cabeza hacia atrás mientras suelto un suspiro pesado. Esa maldita bruja me la ha jugado de nuevo. ¿Cómo puede tan retorcida?

Dustin me observa con detenimiento. Parece divertirle mucho la situación en la que me encuentro. Eso me pone aún más furioso, pero debo calmarme. Antes de nada he de averiguar a qué me expongo para informar a mi miniyo. Él es ahora el único que me puede ayudar.

—Te encanta verme así, ¿no? —comento de mala gana.

—Pues sí, para qué nos vamos a engañar —contesta con tranquilidad —. ¿Sabes? Siempre me has dado mucha rabia. Desde que te conozco, siempre has sido don perfecto. ¿Sabes lo que era oír todo el día en casa Drogo por aquí, Drogo por allí? Tenías cautivados tanto a mi madre como a mi hermano y, cuando aparecías tú, yo era invisible.

—¿Me estás diciendo que yo tengo la culpa de tu imbecilidad galopante?

Él me lanza una furiosa mirada y yo le sonrío altanero. La verdad es que de esta situación él es lo que me da menos miedo.

—¿Qué has querido decir con eso?

—Lo que has oído. No me culpes a mí de tus fracasos, Dustin. Siempre has sido un envidioso y ese es tu problema. ¿No se te ha ocurrido pensar que tal vez deberías haber sido tú mismo y no intentar fingir ser otra persona? No tienes personalidad, por eso vas dando tumbos por la vida y te dejas influir por cualquiera que te ofrezca unas migajas. Justin, en cambio, él lo tiene todo muy claro.

—Justin es un imbécil y no me costará acabar con él —murmulla con los dientes apretados.

—No lo pongo en duda. Odias a todo el que crees superior a ti.

—Deja de decir tonterías. Nadie es superior a mí —grita furioso mientras acerca su cara a la mía y me mira fijamente.

—Si lo que dices es cierto —contesto sin dejar de mirarle yo tampoco —. ¿por qué tanto odio, Dustin?

DC XII:LA REINA DEL MUNDO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora