III

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Al escabullirme entre la niebla que poco a poco los envolvía, como un manto de tiempo que los llevaría al pasado a apreciar lo inapreciable, yo me escapaba y al cruzar la puerta me sentía como una liebre libre en el páramo y no mire atrás, solo sentí como la furia materna trato de alcanzarme, pero es natural que un niño sea más rápido y escurridizo.

Siempre me gustaron los lugares calmados, callados y pacíficos, soy un personaje más al mando de la brisa, me gusta saber que mi vida es controlada por un poder inhumano y puro, aunque también me gusta mantener el control remoto siempre en mi mano y tomar decisiones que cambiarían mi rumbo, incluso mi estabilidad, arriesgándome a morir o incluso a aprender algo ensordecedor, siento además que podría pasar cualquier cosa, desde un asesinato hasta conocer al amor de mi vida, no lo tenía claro y no sabía que iba a suceder.
Me recosté un árbol, amaba a ese compañero, me hacía sentir protegido, en brazos fuerte y que nadie que no sea otro humano podría con él y por lo general solo yo conocía ese lugar, era extraño ya que tenía el libro bajo mi abrigo, al estar en mi habitación tuve un presentimiento y decidí hacerlo participe en mi viaje. Mi cabeza era uno con el troco de un árbol de antaño junto a unos frutos de hogaño, mi espalda era lo que no se conectó a un estado de pureza, por ende seria quien me rescate por si me convierto en una manzana más, junto con mi vientre y pecho que canalizaban las energías receptadas y las almacenaban en una bóveda que se empolvaría y dejaría de estarlo en el momento donde se necesite usar una energía alternativa, mis piernas se convertían en unas raíces más, sentía como el vello absorbía agua y minerales que pronto serian transportados junto a la savia bruta por mis piernas para pronto llegar al corazón, aliviarlo de su malestar, y continuar su camino hacia el tronco y así acabar con mi ciclo como mediador y cumpliendo un mutualismo perfecto.

Al despertar me encontré en medio de un atardecer, transformado en una persona nefelibata, cosa que no era mi realidad, me gustaba estar atento de lo que sucede e interceder en lo que pueda, poco a poco me recuperaba de mi inconciencia, pero de pronto cayo un diente de león, no sé cómo llego a mí, escuche hablar del efecto mariposa pero jamás pensé en llegar a ser partícipe de uno, y que duraría toda mi vida.
Después de aquel acontecimiento llego una alusión a mi cerebro, me encontraba yo en un cuerpo más formado en frente de un lago, o no sé si era yo, pero tenía la certeza de que yo me encontraba en ese escenario.

Decidí leer un poco el libro, encontré un pasaje interesante.
¨Mientras la melancolía me ahogaba pensaba en lo que era real y lo que no, me di cuenta que lo real no existe, y lo irreal es un misterio que si llegáramos a tocar sería totalmente irreal¨
Sentía que un perfil se me acercaba, note que era algo fino, aterciopelado, su hedor era fantástico, mi piel se contraía y no sabía porque sucedía hasta que mis ojos fueron tirados de un cordón que sostenía una estrella por la lejanía, eran unos ojos zarcos, laguna de campo que alberca a una familia indefensa de patos, el temor me asecho y solo agache la cabeza en señal de desaprobación, pero sí que la aprobaba.

Alrededor de toda mi vida me había informado de cosas de mi interés personal como; La Historia política, literaria, generacional y humana, eran mis pasatiempos apreciables, pero también tenía un lado más sincero conmigo mismo de lo que en realidad quería, por lo general cuando no estaba enterándome de algo o no estaba entreteniéndome con un absurdo juego de plataforma estaba viendo series juveniles, es una clara muestra de la utopía negada que sufren la juventud por la diferencia de contextos, donde se muestra la vida perfecta y olvidar que la tuya es una miseria, económica, política y socialmente, además me daban lecciones de que actitudes poder tomar en distintas escenas de mi vida, cosa que por alguna razón fallo en ser aplicada aquella vez.

Sabía quién era esa niña, mientras su intención era clara y poco a poco su misión se completaba yo recordaba y recapitulaba la información que tenía sobre ella. Su nombre era Nicol, ella había llegado a la ciudad por sus padres, ellos eran comerciantes de productos medicinales, sobre todo naturales, personas agradables, respetables, y su hija no era la excepción, mis amigos me dijeron que tenga cuidado con ella, su perfil era inefable pero curioso y yo era un niño al que le gustaban los acertijos y las paradojas, pero en su momento aquella paradoja hizo que me cuestione demasiado sobre lo que soy y quien soy, cosa que no está del todo correcta, ya lo había superado y ¿volver a lo mismo?.
Su respuesta transitaba su mirada, se acercó a mi lado, se sentó cruzando sus piernas, manteniendo cierto linaje descontextualizado, al ver eso mi cabeza no tenía escapatoria, perdía el control total y ahora no sabía que ver, que hacer o que decir.

N.- Acabo de llegar y me siento muy extraña

J.- Todo en este lugar es extraño, las personas, las coincidencias y hasta sus paisajes, deberás acostumbrarte

N.- Es como si ya hubiera estado aquí, pero es solo una sensación no puedo abogar a ello.

Sabía que sucedía, mi barrio era extraño por eso mismo, por ser un sitio hogareño donde podías vivir en paz, pero el acostumbrarse a ello es sumamente terrorífico. Evadía las preguntas de aquella señorita con resistencia, hasta que se fijó en el libro que tenía a un costado, antes de que llegue lo había escondido, nunca me gusto que husmearan entre mis cosas, y aun peor una niña que aún no se acopla a donde seguramente pasara el resto de su vida. Pero no la juzgo, yo también fui así.

PremonicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora