Capítulo setenta y nueve.

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–¿Quién es? –cuestionó Bloo mientras estiraba su cuello intentando mirar la pantalla de mi teléfono.

–Jimin –respondí.

–¿Qué quiere el imbécil ese? –gruñó y me arrebató el teléfono de la mano.

–Es sobre la tarea –expliqué mientras intentaba recuperar el teléfono.

–Le diré que se meta la tarea por el...

–¡No hagas eso! –exclamé entre risas y recuperé mi teléfono–. Tonto –murmuré mirándolo con mis ojos entrecerrados.

–¿Tonto? –sonrió sutil y me tomó por las caderas para acercarme a él–. Deberías darme las gracias.

–Gracias. Y voy a pagarte, lo prometo.

–Tranquila, yo escogeré la forma de pago –ladeó su cabeza e intentó darme un beso.

–De ninguna forma –esquivé el beso–. Te pagaré el dinero, lo digo en serio.

–De acuerdo –gruñó levemente y dio golpecitos en su pecho–. Que terca eres, Bambi.

–¿Te sientes bien? –cuestioné deteniendo el puño que daba golpecitos su pecho.

–Tú me elevas la presión arterial, me golpeo para calmarme –cerró sus ojos con fuerza haciendo una mueca y ligeramente sonrió.

–No es broma, eh visto que lo haces mucho últimamente. Deberías ir al médico.

–¿Te preocupas por mí? –sonrió ampliamente acercando mucho su rostro al mío–. ¿Tanto me amas?

–Olvídalo –rodeé mis ojos.

Intenté apartarlo de mi poniendo mis manos en su pecho, pero de nada sirvió ya que él me estrujó en un abrazo ante el que me rendí fácilmente y correspondí.

–Ya... –gruñí pidiendo que me soltara dando palmaditas en su espalda como un luchador que se rinde.

–No.

–Necesito respirar para vivir.

–Y yo te necesito a ti para vivir.

–No digas tonterías –me acurruqué en su abrazo cerrando los ojos, respiré profundo dejándome consentir por su cariño.

–De acuerdo, suficiente –aflojó el abrazo y se apartó un poco de mi para tomar mis mejillas con las palmas de sus manos, forzándome a hacer un pico de pato–. ¿Hacemos esa tarea?

–¿Eres bueno con las matemáticas? –hablé aún en aquella posición.

–Soy un genio, aunque no lo creas.

–Definitivamente no lo creo –reí.

–Ya lo verás –sonrió y me dio un besito fugaz para luego soltarme.

Una hora después había acabado la larga tarea de matemáticas y estaba sumida en el asombro.

–Eres genial –confesé mientras cerraba el libro.

–No noto sarcasmo en tus palabras –fingió sorpresa.

–Por qué lo digo sinceramente. He terminado en un tiempo record la tarea y todo gracias a ti.

–Te lo dije dulzura, soy un genio –se recargó al espaldar de la silla cruzando sus dedos detrás de la nuca y sonrío orgulloso con sus ojos cerrados–. Creo que merezco un premio.

Sonreí y me estiré hacia él para depositar un besito en su mejilla, él sonrió y sin abrir sus ojos hizo un piquito con sus labios. No dudé un segundo en levantarme de mi silla, tomé sus mejillas con mis manos mientras me sentaba sobre él a horcajadas y lo besé.

RUDEWhere stories live. Discover now