Un relato sobre la Bulimia

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Se preguntaba incesantemente frente al ordenador si era prudente escribir lo que sentía justo en esos momentos. Eran casi las tres de la mañana y ella yacía sola en el sillón de la sala contemplando la página en blanco. No se sentía bien, le dolían la cabeza y el estómago. Sentía náuseas pero le era imposible vomitar porque ya lo había hecho y no quedaba nada más que frustración, culpa, enojo, decepción; un mar de emociones que se arremolinaban en torno a su psique. 



"No recuerdo desde cuando comenzó, pero desde que tengo memoria supe que me encontraba atrapada en un cuerpo cuyas dimensiones no se ajustaban a "mi tipo ideal", y por lo tanto eran objeto de burlas entre mis compañeros de clase. Recuerdo que no me gustaba asistir a la de educación física, no por el hecho de que el esfuerzo físico me atormentara, sino por las miradas y los continuos apodos en torno a mi "condición". Sentía que padecía una enfermedad contagiosa de la cual no podría librarme nunca. El llegar a casa significaba estar en el lugar más cómodo, seguro y cálido del mundo, un lugar dónde no era criticada por cómo me veía sino que era recompensada con manjares exquisitos cocinados con mucho amor por mi madre: me consentía sirviéndome lo que quisiera y cuánto quisiera. Era su forma de demostrarme todo su afecto. 

Al terminar la primaria bajé de peso, no supe porqué ya que no hacia ejercicio ni tampoco modifiqué mi alimentación, simplemente un día miré a alguien diferente en el espejo, la fisonomía de mi rostro ya no era regordeta pero aún así, mi cuerpo seguía sin ser de mi agrado. Conforme pasaban los años me frustraba ante cada intento fallido reflejado en la inamovible aguja de la báscula. 

En una ocasión había comido demasiado hasta el punto de percibir dolor estomacal, eso me hizo sentir muy incómoda e incluso repercutió en mi cabeza porque experimenté una jaqueca como cuando viajas en auto por un escabroso camino y estudias al mismo tiempo, así que para contrarrestar los efectos del atracón pensé que lo mejor sería deshacerme cuanto antes de todo lo ingerido y recordé los blogs en Internet donde publican recomendaciones para ser Ana, Mia o ambas; estos eran acrónimos para referirse a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA): Anorexia y Bulimia, respectivamente. Entonces en ese momento decidí ser "Mia", pero para ello requerí de mucho valor ya que me daba miedo introducir los dedos o algún otro objeto en mi garganta, temía lastimar mis cuerdas vocales y ya no poder hablar, temía que mi madre escuchara las arcadas al otro lado de la puerta, temía dejar marcas en mis nudillos, temía que el esmalte dental se deteriorara, le temía a un desgarro esofágico y a atragantarme con mi propio vómito, pero a pesar de tener presentes todos estos inconvenientes, lo hice, absurda e ilógicamente lo hice. Confieso que no fue al primer intento sino al segundo que tuve la fuerza suficiente para arriesgarme de sobremanera.

Durante el proceso, seguí recomendaciones como: 

- Introduce no uno sino tres dedos en tu garganta, esto te ayudará a que vomites con mayor facilidad y rapidez. 

- La posición correcta para vomitar es estando hincada frente al inodoro, no de pie.

- Cuando termines, procura no dejar rastro alguno, limpia bien y si es necesario usa aromatizante en aerosol para ocultar el olor.

Conforme pasaba el tiempo, iba adquiriendo práctica y agregando "mejoras" a la técnica como: llevar a escondidas un vaso de agua para facilitar el paso de los alimentos a través de mi garganta, o sostener la respiración al mismo tiempo que introducía mis dedos para inducir con mayor facilidad el vómito, reproducía música cada vez que iba al baño para evitar ser escuchada aunque gracias a la práctica ya no emitía ningún sonido, incluso utilizaba mi mano izquierda por si quedaban marcas no fueran tan evidentes como lo serían en mi mano dominante. 

Bulimia: Relato de mi experienciaWhere stories live. Discover now