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Imaginé que al crecer, los primeros días de clases no serían capaces de causarme una emoción nerviosa, pero supongo que me equivoqué. Era mi primer día en la Universidad. En mi bolsa había metido la laptop, junto con su cargador, una libreta y unos lapiceros— negro y de colores—, mi cartera y mi cosmetiquera. Me había vestido con un pantalón holgado de las piernas de cintura alta— casi todos mis pantalones tenían ese corte, no me sentía muy cómoda con otros—, con una playera holgada también, que había fajado de la parte de atrás del pantalón. Y llevaba chamarra, porque en pleno lunes, como era de esperarse, mi horario estaba hecho un desastre, y salía aproximadamente a las ocho y media de mi última clase.

Darrell había dicho que iba a esperarme, ya que él salía antes de su Universidad, pero me sentía mal de que tuviera que hacerlo.

Tomé una botella de agua del refrigerador y un claxon sonó en mi entrada. Corrí a la puerta y tomé las llaves antes de correr al auto de mi primo y entrar.

    — Ya es tarde.— mencionó Darrell antes de acelerar. Y lo cierto es que era verdad. Yo entraba en veinte minutos, y nos quedaban treinta de camino a la Universidad, tal vez Darrell llegara más tarde que yo por pasar por mi. Quizá debería haberme despertado más temprano, pero me había dormido tarde la noche anterior.

    — Lo sé, disculpa.— me puse el cinturón porque Darrell estaba manejando como alma que lleva el diablo, y yo no quería morir, aunque un cinturoncito no podía evitarlo, al menos así sentía que no saldría volando del carro en un alto.

Llegamos en poco menos de media hora, pero no lo suficientemente rápido para evitar que llegara tarde a mi primera clase. Principalmente porque tardé buscando el salón. Para cuando llegué, tenía diez minutos de retraso.

Toqué la puerta del salón con el corazón desbocado en mi pecho por haber corrido a través de los pasillos del edificio. De pronto el bullicio del otro lado de la puerta se detuvo de forma golpeada, unos pasos firmes y la puerta se abrió completamente. Un rostro maduro me recibió con un gesto que parecía decirme lo mucho que le disgustaba mi presencia tardía en el salón.

    — ¿La puedo ayudar?— preguntó cansado.

    — Ah, yo estoy en esta clase, pero llegué...

    — Tarde, eso es obvio.— me interrumpió.— Pase y siéntese, adelante.— me dijo antes de hacerse a un lado para permitirme la entrada al salón.

La típica sensación de unas mariposas aleteando en mi estómago vacío me invadió tan vívida como siempre lo había sido al estar nerviosa. Todas las miradas estaban sobre mí, y sentí como el calor subía por mis mejillas de la vergüenza.

Comencé a subir por uno de los costados del salón intentando que la atención que estaba acaparando desapareciera lo más pronto posible. Hasta que la voz del profesor me volvió a interrumpir.

    — Su nombre.

    — ¿Perdón?

    — Entiendo que su mala educación sea suficiente para llegar diez minutos tarde y aún así pretender entrar en mi clase, pero no pensé que la limitara tanto como para no presentarse ante la clase, como sus compañeros estaban haciendo antes de que los interrumpiera. Le voy a pedir que tenga algo de respeto.— espetó.

    — Disculpe.— murmuré entre dientes.— Soy Rebecca Moore.— continué con un tono más alto, y paseé mi mirada entre los presentes en el salón.

    — Ahora sí, puede sentarse.— volvió a decir el profesor con hastio.

«Qué tipo más desagradable» pensé antes de terminar de subir a la fila más desocupada para sentarme.

Tienes Prohibido EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora