Crudos reencuentros (I)

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Marinette Dupain-Cheng veía el amanecer desde su pequeño balcón. No había nada más hermoso que eso, admirar la salida del hoy. Para ella, el inicio de un nuevo día era otra maravillosa oportunidad para aprender. Siempre estaba dispuesta a dejar que las cosas fluyeran, pues así lo había permitido el día en el que ella y Gabriel dibujaron juntos y a partir de ahí empezó el romance de su vida.

Terminó de dibujar el hermoso vestido de novia que estaba trazando. Su rostro, levemente colorado, demostraba lo ue su cabeza no dejaba de pensar: convertirse en la segunda esposa de Gabriel. Ser la señora Agreste siempre había sido un sueño para ella, aunque claro, ahora no era precisamente el hijo con quien quería casarse.

Dejó el cuaderno en la entrada  y bajó a su habitación para después descender por las escaleras que llevaban a su hogar, encontrándose con sus padres en silencio. No hablaban, solo desayunaban, cosa que le pareció sumamente extraño, pero ya podía oler hacia dónde iba el asunto: su conducta. El por qué últimamente salía tanto, tardaba después de la escuela y claro, el por qué a veces llegaba despeinada casi a media noche. Fue por eso que prefierió simplemente tomar una naranja y subir de nuevo a su habitación. Escuchó a su madre llamarla en chino, pero no volteó. No quería darles ni la más mínima pista, no de nuevo.

Ya en su alcoba, comenzó a desayunar, viendo algunos mensajes viejos con su adorado. Cuando, entonces, sonó justamente una llamada de él. Sonrió, dejando la naranja a medio pelar a su lado en la cama y contestó

—Señor Agreste, hola— canturreó ella, notablemente feliz.

Raramente la llamaba en la mañana, eso era extraño, pero Marinette no se había dado cuenta de eso

—Marinette, querida— decía él con tono meloso, dulce —Quiero... invitarte a desayunar—

—Sería maravilloso, Gabriel. Justamente no quiero estar en mi casa. ¿Vienes por mi?—

—Sí, solo que... me gustaría invitarte a mi casa—

Marinette, extrañada, parpadeó. Entonces supo que algo andaba mal.

—Gabriel, ¿qué paso?—

—Marinette... no puedo mentirte, no a ti. Primero, quiero que me perdones, pero, quiero invitarte a la boda de mi hijo, Adrien, y su novia, Chloé. Será hoy en la noche. Por favor, perdóname por no decirte antes—

Marinette quedó congelada.

—Pe-pero, ¿por qué no me dirías, Gabriel? Es una tontería. Claro que iré. Será un honor—

—Porque sé bien que tu lo amabas, y no estaba seguro de permitirme a mí mismo dejarte ver al que una vez juraste era el amor de tu vida. No es que sea celoso, Marinette, pero no quiero permitirme verte triste. No ahora que quiero protegerte y que no me importaría interrumpir la boda solo por ti—

Marinette quedó en shock. No entendía por qué Gabriel actuaba así, pero supuso nuevamente que eran simples celos y, entonces, aceptó.

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Marinette salía de la entrada de la panadería de sus padres para subirse al lujoso auto de su novio Gabriel. No se saludaron de beso, principalmente porque Gabriel seguía celoso y porque la chica no quería que el mayor se diera cuenta de que tenía los ojos hinchados de tanto llorar.

—Marinette— seco, arrancó suavemente, comenzando a conducir hacia un destino nuevo para ambos: una de las tiendas más caras de todo París, sí, una de él mismo. Había hablado con sus empleados y permitió que apagaran un momento las cámaras, pero debían darse prisa. Gabriel le compraría un hermoso vestido a Marinette, o eso le había dicho. La verdad es que le había diseñado un vestido exclusivo para ella en una noche de inspiración previa a la boda de su hijo, la había confeccionado y mandado a ocultar en esa tienda.

Una vez llegaron, Marinette se bajó, admirando la lujosa fachada de la tienda: blanca, con cristales adornando cada uno de los candelabros. Era obvio que aunque Gabriel era un hombre minimalista, su estilo lo caracterizaba su estatus. Era un diseñador de prestigio.

—Gabriel, ni siquiera sé que tacones me pondré—

—No te preocupes, cariño. He pensado en eso también—

Marinette entró, admirando entonces un enrome vestido en forma de sirena de color rojo y unos bellísimos tacones negros de charol. Marinette señaló el conjunto y entonces Gabriel supo que había hecho un buen trabajo.

Marinette fue a cambiarse, mientras llamaba a Alya

—Hola, nena. ¿Lista para esta noche?—

—Alya— notablemente molesta, Marinette suspiró —Me acaba de decir Gabriel que la boda es hoy, ¿y tú no me habías dicho nada?—

—Mari— susurró Alya con enormes nervios —Creí que Chloé no había permitido que te invitaran. Pero, bueno, de hecho, acabo de hablar con Nino y me dijo que Adrien le dijo que esperaba verte... por eso te preguntaba si estás lista—

—Me estoy arreglando. Estoy con Gabriel... ¿te llamo después?—

Silencio obsoluto, hasta que del lado de la línea de Alya, se escuchó:

—¿Gabriel? ¿Qué hace Marinette con Gabriel?— decía la voz de Nino.

Marinette colgó. Seguramente su mejor amiga había dejado su teléfono en altavoz, y ahora estaba en problemas. Pero, entonces, se vistó, permitió que las empleadas la maquillaran, y cuando estuvo lista, salió de la sala privada en la que estaba, dejando a Gabriel boquiabierto

—Dios mío, ¿es esa mi novia?— sonrió él, yendo a abrazarla

Ella respodió al abrazo y le besó la mejilla, olfateando ese delicioso perfume que tanto adoraba. Suspiró, sonrió, admirando que ahora él era el que también se había arreglado. Estaba más guapo que nunca, aunque bueno, no era como si hubiera un día en el que no estuviera guapo.

Fueron hacia el automóvil, para finalmente llegar a la iglesia. Llegaron un par de horas más temprano, por lo que se sentaron juntos delante del santísimo. La boda no había podido ser en Notre Dame, pero sí era en otra iglesia enorme y de alta clase, a donde solo iban los católicos más afortunados en economía de todo París

—Gabriel— llamó ella, sentada junto a él, aprovechando la soledad

—No— dijo él, como si hubiera sido una pregunta

Marinette volteó a verlo, confundida, solo para ver que Gabriel la miraba sonriendo, juguetón. Una actitud que nunca había visto en él

—¿Eh?—

—Marinette— suspiró él, regresando a su estado tan serio como siempre —Sé que esto puede ser difícil para ti, y no tienes ni idea de lo que es para mí. Estoy entregando a mi hijo a una chica que nunca lo merecerá completamente, pero, ahí sé que él será feliz. Y yo quiero hacerte algún día feliz, Marinette, porque tú me devolviste lo que necesitaba... ¿y sabes qué? no quiero perderlo de nuevo. Me devolviste la vida. Quiero, algún día, cuando menos lo esperes, perdirte matrimonio—

Marinette pensó que todo lo que decía era una tremenda locura. ¿Casarse? Bueno... si lo pensaba en silencio, casarse con Gabriel había estado en su cabeza desde hace unos días.

"Especial" ; {Gabrinette - Gabriel x Marinette}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora