ocho

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-¿Qui...quien eres?- preguntó la chica con un súbito miedo haciéndose presente en ella.

El hombre se levantó el sombrero ligeramente para que la chica viera su cara. Al hacerlo, Myūzu se sorprendió por la belleza y juventud de ese misterioso hombre.

-soy un artista- respondió el Akatsuki con una sonrisa- ¡Katzu!

Después de decir eso, las esculturas de arcilla explotaron amtando así a los ninjas de la aldea de la cascada.

El Akatsuki estaba por crear una escultura nueva para hacer explotar a la chica, pero se detuvo cuando vio la expresión de esta, una expresión que lo esperaba; creyó que estaría asustada, más no era el caso, la chica de ojos azules tenía la misma expresión y mirada que había puesto él cuando cayó en el genjutsu de Itachi: admiración, eso era lo que ella sentía.

-eso fue hermosa- susurro la mujer con la mirada brillante.

Deidara frunció el ceño ¿Como era posible que esa chica admirara su arte y no Sasori que también era artista? Aunque claro, Deidara no sabía que Myūzu tenía tendencias piromaniacas.

-¿No estás aterrada, hmp?- preguntó con frialdad el rubio.

-no

-los he matado, hmp.

-eran criminales ¿No?- respondió ella sonriendo- me querían hacer daño. Tal vez a otras chicas ya les habían hecho algo antes, y después de mi a alguien más se lo harían, pero tú nos salvaste. Gracias.

-no agradescas, no era mi intención salvarte, hmp.

Deidara comenzó a caminar alejándose de la chica, arrepintiendo de por haber hecho algo bueno, pero también feliz porqué por primera vez alguien había admirado su preciado arte. Metió la mano en su bolsa de arcilla y comenzó a moldear una nueva figura para irse de ahí.

-¡mi nombre es Isshun Myūzu!- dijo ella con entusiasmo- ¿Cuál es...?

-no es de tu incumbencia- respondió seco.

-pero eres artista, debes tener un nombre que todo el mundo recuerde por siempre.

-la eternidad no es algo que se pueda llamar hermoso, no como lo es solo un instante, como lo es el verdadero arte, hmp.

Un pájaro de arcilla enorme apareció frente a Deidara, este se subió en el y luego volteó a ver a la chica que lo veía maravillada, entonces suspiró.

-soy Deidara- respondió para luego comenzar a elevarse con su escultura.

-¡Gracias por salvarme, Deidara artista de Akatsuki!- grito desde abajo.

-no te salve- murmuró el rubio para segundos después abrir los ojos como platos y ver hacia abajo, encontrándose con la pequeña figura de Myūzu agitando las manos, despidiéndose de él- ¿así que Isshun Myūzu, eh?- sonrio- una musa de un instante.

Dos semanas después de su primer encuentro, Deidara no la había vuelto a ver; aunque tampoco era como si la estuviera buscando con desesperación, simplemente había quedado intrigado por el bello significado de su nombre, al menos para él. Haberla dejado viva era un secreto que guardaba para él mismo, por una extraña razón que no comprendía, no quería que nadie más se enterará de la existencia de Myūzu.

-te veo muy pensativo- le dijo Konan sentándose junto a él para mirar el paisaje que se dibujaba frente a la guarida en lo alto de una montaña. Estaban en el país de las olas.

el arte es una explosión. (una historia sobre Deidara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora