7: Verde

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Jackson pateó una caja vacía de cigarros antes de dejar salir un pesado suspiro. Acomodó sus manos en los bolsillos de su chaqueta y se detuvo en el cruce peatonal, esperando con la usual resignación a que la luz cambiara a verde para poder avanzar.

Se sentía cansado. No, agotado más bien. La fatiga bajaba por su cuello, tensa e incómoda, envolviendo sus hombros, deslizándose por su espalda hasta llegar a sus pantorrillas. La luz cambió y Jackson avanzó de nuevo con el mismo paso lento. Su vista enfocaba el camino frente a él, igual de cansada que su cuerpo. Nada de eso le sorprendía ya, después de todo, era lo lógico para la rutina que llevaba. Sería extraño que no estuviera cansado si trabajaba más de dieciséis horas al día.

Aunque la hora era algo que ya tampoco le molestaba mucho, sabía que hacía pocos minutos habían dado las once de la noche, con buen tiempo, llegaría a casa en unos diez o quince minutos. Solo le restaba detenerse en alguna tienda y comprar algo para cenar. Apenas llegara a casa solo comería eso, una ducha rápida y se acostaría.

Ese era el tipo de cosas en las que pensaba mientras volvía a casa, todo era aburrido y sin la más mínima emoción, solo trabajar para vivir y vivir para trabajar, esa era la mustia apariencia de su destino.

Sin embargo esa vez sintió que podría hacer algo distinto. El olor dulce y juguetón de una pastelería llegó a su nariz, haciéndole recordar los dulces de su infancia. Se detuvo en medio de la acera, su vista ahora levantándose hacia la vitrina de aquella pastelería.

Mañana sería su cumpleaños. O, más bien, dentro de un rato.

Había perdido la cuenta de la cantidad de años que había pasado desde la última vez que celebró su cumpleaños. Este año, por primera vez en casi un lustro, tendría el día libre. Sería demasiado triste pasarlo solo en su apartamento. Sin embargo, no le quedaba más remedio. No tenía amigos allí, ni familia, ni siquiera vecinos amables. Le esperaba un día algo frío y solitario. Demasiado desagradable como para ser llamado cumpleaños.

Así que se decidió. No estaba en sus planes, pero podría gastar un poco. Avanzó hacia la dulcería, envolviéndose rápidamente en las brillantes luces y dulcísimos aromas. Miró en las vitrinas, un poco indeciso aún, hasta que encontró una torta simple, algo pequeña, con una crema de color verde claro que le recordó la frescura de los limones.

Sonrió para sí mismo y se decidió por esa.

Era un color bonito.

Pagó por la torta y regresó finalmente a casa. No compraría cena, con la torta tendría más que suficiente. Aun si estaba solo, un pequeño detalle como ése, podría llenar su vacío y aburrido día.

Aunque fuera un poco.





Cuando encendió las luces fue como si la soledad le pesara más que nunca. Su apartamento vacío e intacto se le hizo desagradable por primera vez en algún tiempo. Se había acostumbrado a que no hubiera nadie, pero ahora, por alguna razón, se sentía incómodo.

Se fijó en la hora y notó que faltaban unos quince minutos para las doce de la noche. Dejó la torta suavemente sobre la mesa del comedor, teniendo cuidado de no arruinarla en ninguna parte, quería disfrutar de la bonita imagen de la pequeña torta.

Fue a lavar sus manos y a preparar algunas cosas para lo que planeaba hacer. Aun si resultaba patético y no tenía ningún sentido, quería hacer algo para sí mismo. Buscó un cuchillo y un plato pequeño, los llevó también a la mesa junto con una botella de refresco pequeña. Lo que más tiempo le tomó fue encontrar una vela. Para cuando lo hizo, ya faltaban apenas dos minutos para las doce.

Colocó entonces la vela con cuidado en el centro de la suave crema, empujándola hasta sentir la masa. La soltó, asegurándose de que estuviera firme y, con un fósforo, la encendió para ir rápidamente a apagar la luz, dejando que solo la tenue lumbre de la vela iluminara su comedor.

Jackson's Week [Rainbow Colors]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora