Más alla de las montañas

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En 50, había desbloqueado Camuflaje III, que permite silenciar cualquier sonido producido, y que tenía en 10, pues era muy útil para esconderse. Poco enemigos podían descubrirla por el olfato, pero no así por el sonido, y desde mucha mayor distancia.

Y en cuanto a habilidades, no podía decirse que hubiera desbloqueado una, pues, a diferencia del juego, allí no tenía sentido como habilidad. Sin embargo, si podía ahora sentir la llamada, aunque, más que por una habilidad, era por haber llegado el momento.

Por su parte, la lince había recuperado En la Sombra, que le permitía ocultarse en la sombra de su hermana, aunque no por mucho tiempo, pues consume continuamente maná.



No tardó en aparecer Maldoa, que abrazó tanto a su prima como a la elfa, y, también a la lince, aunque ésta se mostró reticente. Y miró con ojos de pocos amigos a su hermana cuando ésta no pudo evitar la risa, ante la actitud poco honesta de la felina. Esa risa era observada con curiosidad por Miletna, quien estaba a su vez rodeada de tanto hermosos insectos, mariposas entre ellos, como otros que a muchos les parecerían desagradables, pero no a una dríada.

–Así que tienes que irte– suspiró la drelfa, visiblemente abatida.

–Sí, tengo que ir. Pero volveré. Espero que volvamos a vernos– respondió la elfa.

–¿A dónde? ¿A las montañas?– preguntó la drelfa algo preocupada. Era un lugar que podía ser peligroso.

–No, más allá, mucho más allá.

–Tendrás que ir al reino de Goltrenak entonces, quizás más lejos. Pero, antes, tienes que cocinar una vez más. Miletna no te lo perdonará si no lo haces. Y quiero ver como te queda.

La elfa miró a la dríada, quien le devolvía la miraba con unos ojos que parecían brillar de la expectación. Su prima le había hablado de la comida hecha por la elfa, así que la joven dríada había retrasado su partida, deseando probarla.

Si bien Goldmi estaba más que dispuesta a montar un banquete de despedida, de no estarlo, aquella mirada hubiera sido capaz de convencerla, de vencer cualquier reticencia. Era un anhelo demasiado dulce, puro e inocente como para poderlo resistir. Y la enorme sonrisa cuando la elfa asintió, era capaz de derretir el corazón más frío.

Así, mientras preparaba la comida ante los ojos muy abiertos de Miletna, que observaba con suma curiosidad a las pequeñas goldmis, la elfa se vistió con la armadura de mayor calidad que había llevado hasta entonces.

Era una armadura completamente negra, con un suave brillo como de piedra pulida, que había obtenido en unas misiones junto a Eldi y Gjaki, cuando ya eran 100.

Ponérsela le hizo rememorar la larga serie de complicadas misiones que habían tenido que llevar a cabo para conseguir una armadura que realmente no necesitaban, al ser sólo de nivel 50, y lo mucho que se había divertido en ellas.

No recordaba muy bien de quién había sido la idea, pero sí que se había entusiasmado ante la perspectiva de hacerlas, y de vestir aquella hermosa armadura de piel.

Y, era también imposible olvidar el posado de fotos, a veces convenciendo a Eldi para algunas de ellas, y otras siendo convencidas ella misma o Gjaki. Después de que el grupo se separara, de que Eldi dejara el juego, incluso de que cerraran los servidores, las había vuelto a mirar en multitud de ocasiones, con nostalgia, no siempre pudiendo evitar que lágrimas resbalaran por sus mejillas.

Junto a la armadura, se puso unos preciosos pendientes en forma de media luna dorada, que no sólo eran una representación de su nombre completo, Golden Moon, sino extremadamente valiosos para ella.

Lo más importante no eran las bonificaciones que otorgaban, sino que se los habían regalado Eldi y Gjaki. Sabía que se habían pasado horas para conseguir los esquemas que permitieran a Eldi crearlos, y los materiales para que tanto el color como las cualidades fueran perfectas. De hecho, los había llevado en muchas ocasiones incluso siendo level 100, a pesar de que ello significara perder algunas bonificaciones.

También tenía un arco de color negro nivel 50, hecho por Eldi a juego, y por tanto de bastante buena calidad, además de espada y daga de filo negro, también obra de Eldi, que se había visto obligado a hacer armas para todos. Además, incluso tenía cien flechas especiales, hechas por él, no sólo de mejor calidad de lo normal, sino con atributos especiales.

Eran flechas un tanto caras, algo excesivas para un nivel intermedio, pero, cuando habían decidido hacer el equipo, Eldi se había emocionado demasiado.

Unas tenían un poder de penetración extra, otras mayor capacidad de maná, otras mayor velocidad, y todas ellas eran también negras.

–¡Guau! ¡Te queda increíble! ¡Estás preciosa! Si te viera tu elfo, caería de espaldas– rio la drelfa, avergonzando a su amiga.

–Mmm, mmmm– asintió la dríada, con la boca llena de unas pequeñas galletas saladas, servidas de entrante a la espera de que llegara la comida.

–Y estos pendientes son preciosos. Los materiales y la confección exquisitos, se nota que están hechos con mucho mimo. Y la forma, ¿tu nombre?

–Sí. Me los hicieron mis compañeros– asintió la elfa, casi con lágrimas en los ojos.

Maldoa sonrió comprensivamente, pues sabía cuánto los echaba de menos. Le hubiera gustado decirle que no se preocupara, que los volvería a ver, pero eso era algo de lo que no estaba en absoluto segura. De hecho, parecía bastante improbable.

–El negro es precioso, pero un poco llamativo. Quizás sería mejor que lo cubrieras– sugirió la drelfa.

–Mmm, quizás pueda cambiarlo de color...

En el juego podía hacerlo, al menos con ese tipo de equipos, y, para sorpresa de drelfa y dríada, también podía ahora.

–Quizás el amarillo y rojo no es lo más discreto– rio la drelfa.

–¡Sólo estaba probando!– se quejó Goldmi, sacándole la lengua al cabo de un momento.

Miletna casi se atragantó al reír, mientras observaba las combinaciones de colores que iban probando, y mientras la lince simplemente se relamía. Al cabo de un rato, la dríada se acercó a la elfa y señaló una parte de la armadura.

–Aquí verde.

Maldoa y Goldmi la miraron y sonrieron, y no dudaron en seguir su sugerencia. Al fin y al cabo, su aspecto y actitud era el de una niña adorable a la que era imposible no consentir.

–Un poco más fuerte. Marrón. Un amarillo suave. Un poco de negro.

Sorprendentemente, parecía saber qué colores podía usar la elfa, y dónde podía aplicarlos. Quizás por haber estado observando, o quizás por una razón algo más misteriosa y mágica.

Fuera cual fuese la razón, el resultado no sólo dejó satisfecha a la joven dríada, sino a las otras dos. No era muy llamativo pero sí agradable a la vista. Incluso la lince le dio el visto bueno.

–Esos colores se camuflan bastante bien entre las plantas– apreció la felina.

Así que no sólo fue la combinación definitiva, sino que Goldmi guardó dicha combinación. Era una función del juego que estaba accesible incluso ahora, aunque fuera tan sólo equivalente a guardar unas pocas palabras.

Poco después, los primeros platos estuvieron servidos, y todas disfrutaron de un delicioso banquete. Tanto es así que, a partir de aquel momento, si la elfa se encontraba con una dríada, probablemente no podría escapar sin invitarla a comer. Eso era algo que ella no sabía, y que Maldoa prefirió obviar.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora