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— Estúpidas— murmuro riéndose Linda mientras caminaba por el pasillo hasta llegar a su habitación.

— ¿Cómo están las prisioneras? ¿Ya te dijeron dónde están? — pregunto Linda nada más al entrar.

— Todavía no.

— Pero miren que tenemos aquí— dijo Linda dándose la vuelta por los contenedores, uno con agua y el otra con agujera para que le permitiera respirar. — A la bella— sonrió al ver como esta se movió en el contenedor. — Y a la bestia— la otra simplemente se quedó mirándola. — O mejor dicho, la sirenita ¿Cuál prefieres Ariel?

A las afuera de la habitación se escuchaba ruido, Linda solo rodo los ojos, esas muchachitas la tenían enferma. Estaba a nada de poder apoderarse del mundo y ellas volvían ¿Por qué simplemente no daban su sangre en sacrificio y se iban? Ellas terminarían muertas.

— Dime Bella ¿Qué estas dispuesta hacer por el amor de tu vida?

— Te voy a matar.

— Si, suerte con eso, primero termina muerta tu novia antes que yo.

— Ya veremos— Bella se tiró contra el vidrio y este cedió ante su peso y se rompió.

— Eres una estúpida— le dijo Linda a Bella, con un simple movimiento de su mano, ella estaba de vuelta en el contenedor con un nuevo cristal. — Podemos hacer esto todo el día Bella, dime donde está el maldito tenedor.

— Primero me matas.

— Bien— Miro a su ayudante. — Hazlo.

— Como digas mamá.

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