16 - PREPARATIVOS

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Nicolae

—Lucie. Sé que tal vez te parecerá extraño, pero ¿podríamos ponerles juntos? En el velatorio, quiero decir.

Ella se queda un momento pensativa, pero al rato me dedica una sonrisa.

—No debería hacerse, ya que la mayoría van a venir a presentar sus respetos a la reina, pero teniendo en cuenta las circunstancias...

Le dedico una sonrisa agradecido. Sé que ese hubiera sido el deseo de ambos, despedirse de todos juntos, como deberían haber estado siempre si este caprichoso destino no se hubiera empeñado en amargarles la existencia. El amor que ambos se profesaban es lo más grande que he visto en toda mi vida.

—Será mejor que nos demos prisa —me indica Lucie tratando de que no se le note lo afectada que está —. La gente no tardará en llegar. Christen, por favor, sube a cambiarte.

—¿Cambiarme? —pregunta ella sorprendida —. ¿Y qué me voy a poner?

Una sonrisa se me escapa. Es tan inocente a veces...

—Ponte algo negro y sobrio, pero elegante. Si no tienes nada, seguro que en el armario de tu madre podrás encontrar algo. Siempre tenía ropa preparada para cualquier ocasión.

Ella asiente con tristeza y abandona la sala sin dejar de mirar a su padre. Está muy afectada. Sólo espero que sea capaz de representar el papel que le va a tocar.

—Tranquilo. Estoy segura de que lo hará bien —me indica Lucie acariciándome el brazo.

Se va a marchar, pero le detengo y le doy un suave beso. Ella me sonríe con dulzura antes de abandonar la habitación. Mientras se aleja, no puedo dejar de mirarle admirado por la gran mujer que es. Pese a las circunstancias y el gran dolor que, estoy seguro, inunda su corazón, hace todo lo posible para organizarlo todo y que el caos no reine en esta casa. La verdad, si ella no hubiese estado aquí, no hubiéramos sabido qué hacer.

En ese momento entran unos hombres con una camilla para colocar el cuerpo sin vida de Drogo en ésta. Todos observamos la escena en silencio sin poder evitar que lágrimas surquen nuestros rostros.

—¿Dónde lo ponemos? —pregunta uno de los empleados de la funeraria.

—En el jardín, junto a ella —respondo tratando de parecer sereno, pero evidentemente sin conseguirlo —. ¿Pueden juntar sus manos? A ellos les gustaría que fuera así.

El hombre asiente y salen con el cuerpo para arreglarlo y colocarlo en su lugar correspondiente.

—Deberíamos prepararnos todos —digo mientras aprieto los ojos para contener las lágrimas —. Van a ser unos días muy duros, pero juntos podremos con ello.

Todos asienten y poco a poco van abandonando la habitación para cambiarse de ropa. Un nudo se me hace en el estómago al ver a Rose. Ella es la más afectada con diferencia. Apenas puede andar y se apoya en su marido sin dejar de llorar. Viktor, por su parte, trata de consolarle a pesar de que él está igual o peor que ella.

Suelto un suspiro pesado antes de dirigirme a la puerta. Entonces me doy cuenta de que minidrogo todavía está aquí, llorando, en una esquina. Sin pensármelo dos veces, le cojo en brazos y lo llevo conmigo. Él se aferra a mi cuello con fuerza. No le digo nada. Sé de sobras lo mal que lo está pasando.

Mientras me cambio, observo al pequeño que solloza sentado sobre mi cama. Verle ahí, con las piernas colgando y la cabeza gacha me inspira mucha ternura, pero hay algo que tengo que hablar con él. 

—Drogo —le llamo con ternura.

—¿Sí? —responde sorbiéndose los mocos y secando sus lágrimas con la manga.

DC XII:LA REINA DEL MUNDO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora