Capitulo 3 (Editado)

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Capítulo 3

Todo el lugar cargaba una tensión que fácilmente se podía cortar con cuchillo. La rabia brotaba de cada uno de ellos y oculto entre todo había algo más que luchaba por salir a flote, reflejados en los ojos de los amantes que vivían en ellos cuyos labios no llegaban a tocarse: incapaz de moverse, separados por toda la eternidad y por todos los acontecimientos. Maya quería liberarse y a la vez luchaba por no hacer nada. Y el hombre frente a ella no hacía más que mirarla a través de sus lentes oscuros con la mandíbula apretada.

—Me importa muy poco que tu turno haya acabado. —su voz salió amenazante, pero ella en cambio en ningún momento bajó la mirada ante ello, recordaba haberlo hecho en el pasado y ahora lo menos que quería era demostrarle miedo porque para ser sincera por muy intimidante que se mirara no lograba tenerle miedo. —Vas en este momento a traerme un café y punto.

Sus cuerpos casi se rozaban, el de él: alto y musculoso, perfectamente vestido con un traje a su medida. Y ella: tan pequeña a su lado, con su cabello brilloso y sus ojos desafiantes. Era una escena demasiado conocida entre ellos, aunque se negaran a admitirlo. La única diferencia era el hecho de que ahora los sentimientos no eran los mismos. Su cercanía la hizo darse cuenta de su olor ya que era algo difícil de ignorar, era fascinante, cualquier mujer caería rendida ante él, sin embargo, ella lo único que quería era estar lo más lejos que pudiera, y esperaba que su nuevo jefe lo notara.

—Mi turno terminó. —dijo con seguridad en su voz. Nada la haría perder la calma, se lo había jurado.

El ambiente cada vez era más pesado.

—Obedece o juro que te vas a arrepentir. —Ninguno se atrevía a bajar la mirada, era una batalla en la cual los dos querían ganar.

—Si quiere un café, búsquelo usted mismo, pero mi turno terminó y ya me voy.

Quiso voltear su cuerpo para así abrir la puerta, pero el ahora Aaron Millán le cerró el camino dando un paso más en su dirección, Maya sintió como su trasero pegaba con la manilla de la puerta, aun así, no dio indicios de nerviosismo. Estaba firme y se felicitó internamente por eso.

—¿Quién te crees para hablarme así? —Su ronca voz hizo que los vellos se le erizaran, se regañó esta vez, eso no estuvo bien, pero era algo que no estuvo en ella poder controlar.

Bajó su mirada a su boca por unos cuantos segundos, hacía años atrás miraba esa boca de otra manera, se veía tan cual la recordaba. Sin embargo, ahora sólo quería empujarlo lejos de ella. En realidad, no estaba cuerda del todo respecto a él, pero se sentía muy poderosa por una extraña razón. Sonrió volviendo la vista a las gafas del hombre y no pudo aguantar la satisfacción, pero todo cambió en ella cuando con furia el hombre la agarró del cuello para presionar sus dedos alrededor de la zona. No estaba ejerciendo fuerza, pero si había logrado que ella borrara la sonrisa que antes adornaba su rostro.

—Suéltame. —susurró mientras sentía como el aliento del hombre golpeaba en su mejilla cuando bajó su cuerpo para quedar a su altura.

—No quiero. —dijo mientras sonreía ampliamente sin dejar de mirarle la boca. —¿Acaso no lo ves? Ahora yo tengo el control.

Maya sentía como el calor de sus dedos se acentuaba en su piel y en medio de ellos una leve caricia casi impredecible.

—No me importa que lo tengas, solo suéltame en este momento.

No pudo decir nada más ya que fue silenciada por sus labios.
Maya quedó totalmente estática y cometió el peor error que pudo llegar a cometer: no separarse de él en ese momento.
Se arrepentiría de lo sucedido, lo sabía, ya lo estaba haciendo para ser sincera con ella misma, sin embargo, no hizo ningún esfuerzo para alejarse de él. Todo su cuerpo ardía por la pasión del momento y en el fondo de su alma supo que él se estaba vengando de ella con ese beso, que luego de eso la humillaría aún más, a pesar de notar que él también estaba disfrutando de aquella unión, incluso mucho más que ella se podría decir.
Lo sintió relajarse mientras le tomaba su labio inferior de manera lenta para luego quitar el agarre de su cuello y acariciar su rostro de una manera tan lenta que Maya se sorprendió ante la delicadeza. Su aliento era tan conocido que su corazón estaba a punto de jugarle una muy mala jugada.

Punto débil © (Versión Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora