No pensaba pasarme la noche mirando cómo pasaban las horas de ese pequeño reloj de mi mesilla, daba vueltas y vueltas a sus manecillas sin parar, pero lo hice.
Desde hace ya 5 años paso las noches en vela, sin poder dormir ni un solo segundo, con miedo de lo que podría pasar.
Exactamente hace 5 años yo estaba profundamente dormida, en mi cama, entre las 100 capas de mantas que me solía poner en los inviernos más fríos, con las manos hechas un nudo en ellas, ya que siempre suelo tener la nariz y las manos frías. Esa misma noche escuché el ruido inconfundible de cristales rotos que provenía de la cocina, no le di mucha importancia, pensé que habría sido mi madre, que como de costumbre, se solía levantar a por un vaso de agua a media noche y ya se le había roto más de uno, así que lo deje pasar y volví a hundirme entre las mantas haciéndome una bola.
Al cabo de dos horas, comenzó a asomarse por mi nariz un olor extraño, ese mismo olor de cuándo te quemas unos pelitos del brazo con el mechero, si, como a pollo quemado, o así lo recuerdo yo.
No sé nada más, cada noche me como la cabeza, pensando, recordando y haciendo lo posible para poder saber qué es lo que pasó aquella noche, es tan frustrante, imagínate no saber nada más de ti que unos simples pequeños y míseros recuerdos, un olor, un sentimiento y tu propio nombre.
Por cierto me llamó Aria y esta es mi historia.
