Cuando sujetas mi mano

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Todo había iniciado con una genuina mirada

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Todo había iniciado con una genuina mirada.

Esa también había sido la primera vez que Sabito había mirado con completa admiración a Tomioka Giyuu. Había que ser un verdadero idiota para no poder ser capaz de ver el talento innato que poseía al tocar el piano... Y solo necesitaba mirarlo para saber que ese chico de profundos ojos color azul no era ni remotamente normal.

Porqué Giyuu siempre había sido mágico.

Mágico y perfecto.

—Su nombre es Tomioka Giyuu—había comentado con voz orgullosa él que en algún momento fue su mentor y abuelo, Urokodaki—. Es bueno con la música, lamentablemente, no puedo decir lo mismo con su interacción con otras personas. Es muy inexpresivo.

Y Sabito simplemente no había podido apartar la mirada de su silueta. Era hermoso. Con el cabello azabache enmarañado y amarrado en una media coleta, la forma tan hipnotizante con la que movía los dedos. Y los pocos rasgos que podía observar desde su lugar eran finos y delicados, dignos de un niño pequeño como él. ¡Oh! Y esos ojos color azul que parecían brillar cada vez con más intensidad conforme al sonido del piano.

Y catorce años después de conocerlo, seguía considerándolo el ser más hermoso y admirable del planeta.

Porque Giyuu no solo se había convertido en su mejor amigo, confidente, amante, novio y esposo si no también en su fortaleza y debilidad. Y lo amaba. Lo amaba con locura y pasión. Y ese era solo el pensamiento que Sabito sostenía mientras Giyuu se acurrucaba a su lado y entrelazaba sus dedos.

—Amo cuando sujetas mi mano—había susurrado con la voz cargada de dulzura mientras juntaba su frente con la suya—. ¿Te lo había dicho antes?

Giyuu medio sonrió mientras sus mejillas se pintaban de un tenue color rojizo. Y esa simplemente expresión le derritió el corazón.

—Sí, lo has dicho varias veces—murmura con voz neutra pero con los ojos brillando con amor—. Yo también amo sujetar de tu mano.

Y Sabito sabe que Giyuu no es perfecto. Su ingenuidad a veces podía llegar a ser sorprendente y absurda, no sabía expresarse y era un asco interactuando con otras personas. Además de que podía llegar a ser un terco cuando se lo proponía. Descuidaba muchas veces su aspecto por pasarse horas tocando el piano y era muy difícil que entendiera sus chistes.

Pero lo amaba tal y como era. Con todo y defectos.

<<Porque cuando sujetas mi mano, la soledad desaparece>>

Fue a la edad de quince años cuando perdió a su única familia, su abuelo. Y creyó estar solo para siempre. Pero fue Tomioka Giyuu quién sujeto su mano cuando daba todo por perdido. Fue él quien lo ánimo a salir de aquel triste Infierno para perseguir sus sueños.

<<Cuando sujetas mi mano, siento que al mundo puedo enfrentar>>

No había sido fácil pero lo habían logrado.

Después de todo eran músicos reconocidos en toda la industria musical, con miles de fans en varios países. Y salir con las manos entrelazadas frente a cientos de cámaras y periodistas dispuestos a hacerlos balbucear, fue algo que lo hizo tambalear por un segundo. Sin embargo, la cálida y sudorosa mano de Giyuu fue lo suficiente para hablar fuerte y claro:

—Acepto que en algún momento tuve miedo del qué dirán y como afectara a mi carrera. Pero ahora, aquí, a lado de la persona más importante de mi vida y frente a todos ustedes puedo decir sin vergüenza y con orgullo, que estoy perdidamente enamorado de Tomioka Giyuu, de un hombre. Y jamás me arrepentiré de hacerlo porque es lo que me hace feliz.

Hasta el día de hoy recuerda la sonrisa burlona que le dedico la famosa actriz Shinobu a todos los medios.

<<Cuando sujetas mi mano, los miedos se desvanecen>>

Dudaba mucho olvidar ese día, uno de los mejores días de su vida.

El día en que sujeto su mano para prometerle amarlo por el resto de su vida, en la salud y enfermedad y aún después de la muerte. Prometiéndole fidelidad y apoyo incondicional.

Aunque en realidad no es como si no lo hubiera hecho antes. Aquella ceremonia quizá solo fue un pequeño capricho que quisieron consentirse. Porque se amaban y nadie dudaba de ello—Shinobu incluso decía que desde que tenían dieciocho años parecían matrimonio —peor tenía que admitir que se sentía increíble tener esa sortija en su dedo anular, y presumirla con orgullo.

Evidenciando aún más su romance.

Aunque no lo necesita. Porque amaba ser solo ellos dos en su pequeño nido de amor.

Aunque su amado esposo dijera que eso parecía más un basurero... hecho con mucho amor, por supuesto.

Quizá si se ponía a escribir las razones por las cuales le encantaba sostener la mano de Giyuu, no terminaría por darle fin.

Y él tenía que levantarse para preparar el desayuno.

Pero en resumen, amaba sujetar su mano, porque cuando sujetaba su mano, lo amaba aún más.

Mucho más.

Y eso, ni los demonios podrían vencer.

<<Cuando sujetas mi mano, puedo brillar sin temor.

Cuando sujetas mi mano, las heridas dejan de doler.

Cuando sujetas mi mano, puedo sonreír a los monstruos.

Cuando sujetas mi mano, te amo aún más, Giyuu>>

—Sabito.

Cuando sujetas  mi mano | SabiGiyuu | KNYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora