Locura

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        Se despertó con la misma sensación que experimentaba desde que fue acusado, y condenado, a pasar cuarenta años en prisión por asesinato múltiple. Tantos años alejado de la gente y del mundo le habían trastornado mentalmente, borrando en él compasión alguna por cualquier ser viviente. Cuando pensaba en la cara de su mujer antes de ser asesinada, una malévola sonrisa de afilados dientes invadía su desfigurado rostro.

            Se  llamaba Yuri, y era un ruso con la demencia de psicosis dedicado a la aeronáutica. Ninguno de sus compañeros sabía que tenía esa enfermedad, hasta después de que degollase a su esposa y a sus hijos. Este individuo poseía un gran porte, tenía gafas azules y circulares, el pelo bien arreglado, una amplia sonrisa y unos grandes y penetrantes ojos verdes. Era demasiado simpático, gracioso y paciente como para poder atentar contra su propia familia o contra cualquier otra persona.

            Yuri fue hacia los barrotes de su celda, y vio a un guardia en la puerta, bastante bajito y con aspecto de torpe. El encargado de seguridad le dijo que tenía que ir al comedor a desayunar, mientras abría la puerta del calabozo. El preso entonces, se dirigió hacía su apetitosa comida mañanera caminando junto al guardia lentamente por los oscuros pasillos, mientras observaba como las tuberías del techo dejaban caer gotas de agua sobre el sucio y agrietado suelo.

            Cuando llegó al comedor vio varias mesas llenas de inculpados que masticaban la comida con cara de asco y se sentó junto al que mejor le caía de todos los que había en aquel lugar, aislado del exterior, en el que no se sabía nada de lo que ocurría tras sus muros. Olió su desayuno, y pensó en lo que podría estar comiendo si no hubiese cometido aquella matanza.    

        De repente un ruido estremecedor se oyó, y los cimientos de la prisión comenzaron a temblar. Yuri se metió bajo la mesa, y se tapo la cabeza con los brazos. El temblor cesó, y el asustado individuo abrió los ojos mientras quitaba sus brazos de sobre su cabeza saliendo de debajo de la mesa. Miró hacia todos los lados aterrado. No había nadie en esa sala. Gritó para ver si alguien podía escucharle. Lo único que sonó tras esto fue el eco de su voz. Pensó que era una alucinación y cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir nada había cambiado.

            Salió corriendo de esa habitación en busca de más presos o guardias. En los pasillos no había nadie, y lo único que se oía, eran las gotas de agua cayendo sobre el suelo. Corrió hacia su celda y se metió en ella cerrando la puerta al entrar. Se tumbó en la cama, cuando el enorme estruendo volvió a ser perceptible. Las paredes de aquel sombrío lugar comenzaron a agrietarse. Se metió debajo de su cama, en la misma postura en la que estaba cuando el anterior temblor sacudió los cimientos de la prisión y... Despertó.

        Estaba de nuevo en su casa. Sonrió y pensó que todo había sido una pesadilla. Miró entonces al otro lado de la cama y lo vio, el frío y pálido cuerpo sin vida de su mujer. Una lágrima resbaló por su mejilla y Yuri aguantó la respiración mientras cerraba los ojos lentamente, con la esperanza de no volver a despertar... jamás. 

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⏰ Última actualización: Dec 04, 2014 ⏰

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