Tres

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A pesar de ser bastante tarde, Tom aún se encontraba en el punto de la ciudad en el que transcurriría la mayor parte de las grabaciones.

Charlottesville parecía ser una ciudad pacífica, completamente alejada del estilo de San Francisco o la multiculturalidad de New Jersey, pero especial a su manera.

A los cinco minutos de estar ahí supo que se aburriría muchísimo.

Habían estado haciendo pruebas de vestuario casi toda la mañana, desde muy temprano a decir verdad, además de eso, logró grabar una sola escena ese día.

¿¡Cómo podía ser posible!?, las retribuciones monetarias eran modestas y todo sucedía en una ciudad terriblemente monótona, pero aun así, ¡el director se veía en la posición de exigirle grabar una escena casi treinta veces!, estaba molesto, pero solo guardó su ira e hizo su mejor esfuerzo en cada toma, hasta que el joven director dijo que ya era suficiente.

El reloj marcaba las doce de la noche con veintinueve minutos cuando Tom se dirigió al tráiler en el que tenían bebidas calientes, sodas, aperitivos y comida en general. Solo quería tomar algo tibio, era muy tarde y su cuerpo trepidaba a pesar del abrigo negro que lo envolvía.

Hacía frío, era invierno y el pronóstico del clima señalaba que habría nieve dentro de las próximas semanas, para peor, aún tenía que grabar una escena más aquella noche. Dorian, el director del filme, desde un inicio dejó en claro que esa película no tendría grandes intervenciones hablando de edición, por lo que si es que una escena estaba relatada en la noche, se hacía en la noche.

Aunque fuese a las tres de la mañana o más tarde.

Y siendo aquella una cinta sobre dos apasionados amantes, que como la gran mayoría prefería la oscuridad para desatar su fogosidad, las escenas nocturnas eran lo más abundante dentro del guion.

—No hay... —respondió el muchacho a su petición.

—Solo quiero algo caliente, ¿Cómo es posible que no puedas complacer ese simple deseo? —interrogó molesto.

—La máquina se averió hace un rato, llegó tarde.

Tom salió del tráiler encolerizado, se sintió tan triste y enfadado a la vez.

Él solo quería un té.

Presa de sus instintos, aporreó una puerta haciéndole una magulladura en la esquina izquierda.

Salió del set y caminó por una calle solitaria, aunque no conociera el sitio, su memoria le otorgaría la posibilidad de regresar sobre sus pasos, aquello era seguro.

El alumbrado público le daba a entender que ese no era un lugar con muchas casas, siendo sinceros, no podía ver ninguna, solo eran fábricas, almacenes y negocios, todos cerrados para esa hora.

No todos, al parecer.

Al final de la calle, prácticamente en un callejón o una vía muy angosta, había un colorido letrero iluminado, denotando un local de comida rápida.

Estaba abierto.

Trató de meter sus manos en lo más profundo de sus bolsillos y apretó el paso hasta llegar al lugar.

Se coló dentro lo más veloz que pudo.

No parecía haber nadie ahí.

—¿Hola? —dijo caminado en dirección a la caja registradora.

En ese instante, cuando eran las doce de la noche con cuarenta minutos, vio un gorrito con el logo del local, uno que se acercaba raudamente hacia el mostrador.

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