Prólogo

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Gabeen estaba perdido.

Su corazón iba acorde con sus pensamientos, pero alguna parte de sí imploraba que detuviera la rueda.

Aquella mujer era la amenaza que lo atontaba, él era capaz de verla en cualquier sustancia reflectora y trastabillar por su obsesión. Ella había despertado la ferocidad de su alma y lo condenó a vivir enjaulado en el deseo. ¿Cómo fue capaz de manipularle flagrantemente a sus tan sólo once años?

Es que ella era su tesoro. La penumbra de la soledad lo arropaba desde pequeño una vez ponía pie dentro de casa. Si no hubiese sido por ella, no habría encontrado su musa ideal y ella lo era en absoluto. El tacto de sus manos contra sus mejillas descendiendo suavemente hasta el mentón... El calor que lo acariciaba, todo lo que necesitaba era esa calidez. ¡Era ella!

Pero, también fue su perdición; la clave de su locura, ese grito que irrumpía en sus sueños, ¡todo a la vez lo era ella!

Deseaba arrojarla en un profundo pozo para que jamás, nunca más, volviese a ver la luz; pero, al mismo tiempo y en el fondo de su corazón, ansiaba perderse con ella.

11:18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora