1. Primer fracaso

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Ya me he despedido de mis padres y de mi perro, estoy caminando hasta la estación de autobuses sola y cargada con una maleta y con una mochila en la espalda. Hace un calor terrible, pero bueno, es soportable comparado con lo que hará en Julio. En la mochila llevo lo necesario para no aburrirme durante el viaje, o mejor dicho, para no aburrirme durante el Verano. Mi diario, un bolígrafo, mi cubo de rubik, mi móvil y unos cascos son las cosas más importantes que estoy sacando de casa.

Sin darme cuenta, he llegado a la parada de autobuses, aún me sobran 10 minutos como mínimo.

Veo cuatro personas de mi clase con las que no me hablo sentadas en un banco, en otro que está muy cerca, hay más gente pero de otras clases. Para pasar de mis compañeros de instituto lo máximo posible, cojo la mochila que tengo en la espalda y saco mi móvil y los cascos. Enchufo los cascos al móvil, me los pongo y empiezo a escuchar música de Spotify al máximo volumen que puedo sin dañar mis oídos, todo para pasar de la gente que conozco y me conoce. Me apoyo sobre un banco a la sombra para no quemarme las piernas porque llevo un pantalón vaquero corto y espero a que llegue el autobús.

Alguien toca mi espalda y hace que salte, odio ese tipo de sustos porque luego la persona que me ha asustado o se ríe o sonríe, cosa que odio que hagan al ver mi reacción.

Me giro para ver de quién se trata y veo a Blaze, un chico que no me cae ni bien ni mal, cosa que es positiva en mí porque la mayoría de la gente me cae mal. Él, por ejemplo, es soportable, es el típico chico legal de clase, con sus notas altas, su sonrisa y esas cosas.

La gente con la que vamos a ir al campamento creo que no es amiga de Blaze, por lo que puedo suponer que me va a utilizar para no ir solo. Y la verdad es que yo también me voy a aprovechar de esta situación para no ir sola como había pensado.

—Hola, Summer —saluda Blaze con esa sonrisa que se le ha quedado al ver que he saltado por el susto que me ha dado.

No he oído su saludo porque sigo con los cascos puestos. Para no ser tan maleducada, cierro Spotify, desenchufo los cascos que igual he usado solo cinco minutos y saludo, luego lo guardo todo en la mochila:

—Hola Blaze.

—¿Quieres ponerte conmigo en el autobús?

Creía que iba a ir con indirectas, pero lo ha dicho alto y claro, espera una respuesta, no sé qué decirle, pero me vendrá bien no parecer una marginada social como he dicho antes, así que le digo que sí.

Se apoya a mi lado en el banco para esperar al autobús que no tardará en llegar.

—¿Tienes ganas de pasar el Verano en el campamento? —pregunta sin mirarme.

—No. Preferiría quedarme en casa —respondo.

—Venga, no pienses así. Seguro que nos lo pasamos bien.

—Lo dirás por ti.

—No creo que vengas a este campamento para pasártelo mal. Sino, habrías renunciado a la plaza y te habrías quedado en casa.

—Yo quería quedarme en casa —contesto sincera—, pero mis padres me han obligado a venir porque según ellos no socializo ni me hablo con nadie.

Después de esto me quedo tranquila, creo que le he dejado las cosas muy claras como para que no vuelva a preguntarme. Sin embargo, la conversación continúa:

—Bueno, pues eso tiene solución, ya estás socializando conmigo —me dice.

—Hablar contigo no me vuelve más social.

—Ya veo el problema... —murmura y continúa pero con la voz anterior y dirigiéndose a mí—. ¿Quieres ser mi amiga?

Creo que a este chico se le va la cabeza, a penas nos hemos dirigido cuatro palabras en todo el curso y ahora esto.

93 días de Verano ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora