Capítulo 11

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Se sentó sobre los talones y se rió sin humor.

—Esos bastardos —gruñó.

—¿Qué? —Me senté—. ¿Qué es lo que hicieron?

—Encantaron la habitación —explicó. Se pasó las manos por el pelo—. Pensé que era extraño que antes no sintiera nada cuando me tocaste. Pero asumí que ambos estábamos muy nerviosos, muy molestos, y ese era el por qué.

—¿Quieres decir —dije, asimilándolo en mi mente—, que consiguieron que alguien usara su habilidad para hacerlo de manera que no haya habilidades en esta habitación?

Asintió.

Yo no había oído nada de sus pensamientos y él tenía razón, me había sentido algo extraña cuando me había besado antes, cuando dijo adiós. Se sintió raro porque éramos sólo nosotros y no la imprimación.

—¿Sin toque sanador, ni leer las mentes, ni... mutualizar?

—Nop.

Suspiré con exasperación. Probaban los límites de mi control.

—¿Y tu tío? ¿El que te tiró por el techo?

—El tío Kev —explicó.

—Sí. Su capacidad es de... ¿qué? Porque si él fue el que hizo esto, voy a ir... a romper todas sus bombillas.

Se rió en silencio. —Su habilidad es hacer básicamente lo que hizo. Puede pasar los objetos o las personas, a través de las paredes, las puertas, y al parecer el techo. —Sonrió—. ¿Te sorprendió?

—Uh, sí. —Me mordí el labio en el pensamiento—. Así que incluso aunque duermas aquí conmigo, seguiremos separándonos por la mañana, ¿no es así?

—Sí. —Su sonrisa se convirtió en un ceño—. Tenían que haber hecho esto antes de que viniéramos. Sabían que íbamos a luchar acerca de ello. Querían cubrir la totalidad de sus bases.

—¿Por qué nuestra vida sexual es tan interesante para ellos? —solté.

Me dio una mirada que podría fundir huesos.

—Quiero decir, nuestra vida... mutualizar... ¿sabes qué? Lo que sea, ya sabes lo que quiero decir.

Se echó a reír. —Eres tan linda cuando estás nerviosa.

—No estoy nerviosa.

—¿No? —desafió y se acercó más.

Tragué saliva y volvió a reír.

—Vístete, preciosa. Te voy a sacar de aquí.

—¿A dónde?

—Ponte. Algo. —Sonrió mientras se recostaba en la cama, poniendo sus brazos detrás de su cabeza en la almohada—. Adelante

—ordenó—. Consigue algo de ropa.

Me di cuenta de que iba a ver como me pavoneaba en calzoncillos mientras buscaba algo de ropa. Bien. Si quería ver, y al parecer así era, podía mirar todo lo que quería. Había recobrado mis fuerzas, mi razonamiento, mi sentido común y nunca más iba a ser la tonta, pequeña, asustada ________.

Sonreí mientras me levantaba y bailaba hacia la maleta. Saqué un par de jeans, mi único par de jeans que había traído, y empecé a deslizarme en él. Lo sentí en mi espalda. A pesar de que no podía leer su mente en este momento, de alguna manera sabía que no iba a ser capaz de sentarse allí y mirar.

Me hizo sentir poderosa.

—Malvada —se burló y besó la parte de atrás de mi cuello.

—Sólo hacía lo que me dijiste.

—Touché. —Besó mi cuello una vez más y miró alrededor de la habitación—. Vas a necesitar un suéter o algo así.

—Tengo una chaqueta en esa bolsa —le dije, y señalé mientras abotonaba mis jeans.

Me puse mis Converses azules mientras él traía mi chaqueta. Me ayudó a ponérmela y luego se puso sus zapatos rápidamente.

—¿Qué hay de ti?

—Voy a estar bien. Vamos.

—¿Vas a decirme a dónde vamos? —le pregunté mientras me arrastraba hacia la puerta.

—No. —Abrió la puerta y se asomó. Me dio una última mirada—.

Sé muy silenciosa. Tanto como un ratón.

—Lo tengo —le susurré.

Me tomó la mano y ambos nos detuvimos por un segundo mientras nuestro contacto nos golpeaba. Podía sentirlo otra vez con sólo entrar en la sala. Suspiré y me empapé con ello. Era cierto, entonces, sin duda, que habían encantado mi habitación.

Sí, no empecemos otra vez o voy a hacer algo que lamentaré.

Nos arrastramos por el pasillo hasta la habitación de al lado, hacia abajo. Rascó la puerta con la uña y Lynne inmediatamente abrió la puerta con una sudadera con capucha rosa. Abrió la boca como para gritar mientras sonreía, pero guardó silencio. Saltó sobre sus pies mientras salía de la habitación y se apoderaba de mí en un fuerte abrazo.

Harry cerró la puerta sin hacer ruido y le cogió la mano, también, haciéndola callar mientras nos arrastraba por el pasillo. Nos llevó a través de unas puertas dobles grandes en el otro extremo de la sala. Todo estaba oscuro, iluminado sólo por pequeños apliques de gas en la pared. Los oía silbar a nuestro paso.

Una vez que estuvimos por las puertas, abrió una que daba a las escaleras. Estaba fría y con corrientes de aire, pero nos instó a seguir. Lynne fue primero y volvió a su antiguo yo, saltarina, sonriente, alegre, casi molesta en su manera atolondrada.

Comprendí lo que pasaba. El montaje y toda esa gente mirándonos antes, habían sido muy intimidantes y ahora se sentía libre para ser ella misma otra vez.

Cuando finalmente llegó a la cima de la escalera, me enteré de por qué estaba tan vertiginosa. Gritó cuando llegamos al aire frío del exterior y corrió a Liam, que nos esperaba allí. Saltó a sus brazos y lo rodeó con sus brazos y piernas.

Me reí mientras me volvía a Harry.

—Tú planeaste esto. Todo esto.

—Sí.

—¿Cómo?

—Tengo mis maneras —dijo en broma.

Lynne se alejó de Liam lo suficiente como para reírse y decir—: Sí, tu tío Kevin me asustó como la mierda cuando asomó su cabeza a través de mi puerta para decirme.

Nos reímos y Harry tomó mi mano una vez más. Suspiré mientras me daba una dosis de su cosquilleo, el toque sanador.

—Vamos, preciosa —susurró—. Esta no es la sorpresa. Sólo estamos empezando.

Cambios (Harry Styles y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora