Plis, let me go

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-LEVANTATE, MOCOSA DE MIERDA- gritó alguien. Desperté asustada. Jamás me había despertado así. Jamás me habían gritado tanto en mi vida-. Llegamos- dijo secamente el hombre a lado del conductor-. Baja tu asqueroso trasero, niña inútil- con desprecio señaló la puerta. 

No me había dado cuenta de que ya habíamos llegado. Pude ver, por la ventana, una escuela. Se parece mucho a la estructura de un colegio, pero este tiene colores obscuros, no como una escuela normal. 

Es una enorme escuela de color negro. A los costados jardines y campos se veían. Podía ver como algunos niños peleaban cuerpo a cuerpo, otros corrían en grupo. Algunos otros practicaban boxeo, dando patadas y golpes a sacos de arena, y muchos otros hacían secuencias. Estos corrían, escalaban muros, subían cuerdas y cruzaban charcos de lodo a pecho tierra. Tantas personas haciendo actividades diferentes y no podia concentrarme en ninguna. No me podía ni imaginar en alguno de esos deportes. No tengo gran condición física para muchas cosas, lo único que puedo hacer es correr. Nada más. Me llevaría demasiado tiempo aprender. 

-QUE TE VAJES, ¡AHORA!- volvió a gritar el hombre. Asustada tomé mi mochila y bajé de la camioneta. No había ni cerrado la puerta cuando arrancaron. Dejándome completamente sola. 

Volteé hacia la derecha. Dos niños bajaban con maletas mucho mejores que la mía.  Iban con atuendos tan elegantes que me avergoncé de lo que traía puesto.Parecían aburridos mientras veían todo superioridad. 

Volteé hacia la izquierda. No había nadie. Volteé hacia atrás. Una reja alta se encontraba. Pronto me di cuenta que toda la escuela estaba rodeada por una enorme reja. Seguramente muchos intentaban escapar. Sinceramente no sabía qué pensar. Estaba asustada. 

Caminé hacia la entrada, la cual no estaba tan lejos. Un grupito de niñas hablaban en la entrada. Todas ellas muy guapas. Pasé junto a ellas y  sonreí con pena, pero intentando ser amigable. Me vieron. Me vieron con total desagrado.

 Quité la sonrisa cuando ellas salieron todavía hablado. Pude escuchar como una de ellas dijo "¿Vieron lo que traía puesto?", otra simplemente ignoró su comentario con uno nuevo "Se ve increíblemente débil"  a lo que otra contestó con gracia "no me sorprendería que fuese zeta".

 Intenté ignorar lo que decían, como siempre hacía en la escuela  hasta que una de ellas dijo "Esperen, yo la he visto antes. Sus papás son Zetas y ambos trabajan para mi familia. Jaja sería una verdadera vergüenza criar a una niña así de inútil. No me sorprendería que saliese como ellos y trabaje para alguna de nosotras. Maldita perdedora". Sinceramente eso no lo veía venir. No me lo esperaba en absoluto. 

Sentí una lagrima correr por mi mejilla. Luego una mas. Intenté quitarla con mi sudadera pero sabía que mis ojos seguirían rojos. Jamás me había afectado tanto un comentario como ahora. Jamás, desde que aprendí a lidiar con ellos años atrás. Sentía como un leve dolor se instalaba en mi pecho. Un leve dolor que me hacía sentir vergüenza de quién soy. Vergüenza de haber nacido siquiera. Vergüenza de segur ahí, sin propósito alguno. 

Escuché como un grupo de chicos se acercaba por el pasillo en donde estaba. Todos ellos riendo entre si. Intenté buscar un baño para poder encerrarme ahí, pero no veía. Seguía teniendo los ojos cristalizados. Seguí caminando derecho mientras volteaba la cabeza hacia la derecha para que no pudiesen verme. Pensé, de verdad pensé, que lo había logrado en cuanto pasaron a mi lado. Por un momento dejé de escuchar sus risas. Suspiré de alivio. No quería que nadie más se riera de mí. No quería volver a ser la inútil de la escuela. No quería ser molestada como en la secundaria de la manada. De verdad esperaba que fuese, por primera vez en mi vida, diferente a lo que estaba acostumbra. Deseaba tener amigos. Personas que me apoyaran, que me hicieran reír, que me quisieran. 

Pero de nuevo solamente fue un deseo. Un deseo que no pudo ser verdad. 

-Así que tú eres la maldita perra mal nacida- dijo alguien a mis espaldas. Cerré los ojos. No quería voltear y encarar a la persona que me estaba hablado. Así que no volteé-. Te estoy halado, pedazo de mierda- dijo más alto. Me negaba a voltear. Vi hacia adelante, no había nadie. Seguramente todos estaban entrenando. Yo debería de estar entrenando también. 

-A parte de inútil, ¿también eres sorda?- dijo con burla. No contesté. Solamente sentía lágrimas acumularse en mis ojos. *No voy a volver a llorar* pensé-. Bien, tú te lo buscaste- con enojo pronunció-. Agárrenla- ordenó a los otros otros dos chicos. 

De repente sentí dos manos sosteniéndome, fuertemente, de los brazos. Intenté resistir. Intenté hacer que me dejaran, pero no lo logré. Tenían razón al decir lo débil e inútil que era. 

-Llevenla al cuarto del conserje- volvió a hablar.

-Podríamos llevarla a la sala de tortura- otro chico habló con malicia.

-Dejemos eso para la próxima. Esta solo será una pequeña lección- sonrió con poder, a lo que el otro asintió con la misma sonrisa. Comenzaron a llevarme hacia esa habitación. 

-¡No!- grité con desesperación-. ¡Suéltenme!¡No pueden llevarme!- ninguno se inmutaba-. ¡Déjenme ya!- grité.

-Cállenla- dijo autoritariamente el chico. No sabía lo que iban a hacer hasta que uno de ellos me pegó. 

Grité de dolor. Me habían dado una cachetada. Una cachetada que ardía como los mil demonios. 

-Déjenme. Por favor- pedí derramando una lagrima-. No les he hecho nada- dije con tristeza.

De pronto fui estampada, con fuerza, a una pared. Sentí como mis huesos tronaban. Sentí un dolor en mi costado por lo que grité de dolor. Me agarraron del cuello hasta que tuve los pies completamente al aire. Respiraba con dificultad. Sentía como me faltaba aire. 

-Tu verdadero error fue el haber nacido,  basura inservible- con los dientes apretados habló-. No eres nadie. Eres un error. Siempre lo fuiste y siempre lo serás. Nunca serás nadie- dijo con una sonrisa-. Me da asco tan solo mirarte, asco ver lo débil que eres- y me tiró al piso. Intenté respirar pero me costaba, de verdad me costaba. 

-Ya déjeme, por favor- supliqué mientras respiraba con dificultad y sentía un fuerte dolor en mi costado.

-Mien eso, me acaba de hablar- dijo con sorpresa-. ¿Quién te crees que eres para hablarme?- preguntó mientras me pateaba en el estomago. Solté un grito-. Dije que,¿ quién eres para hablarme?- volvió a patear en el mimo lugar. Solté un grito. Pero no se oyó. Me dolía tanto la garganta que no podía gritar más. 

-No puedes hacer eso- susurré. 

-Soy el hijo del alfa de Sombra Negra. Puedo hacer absolutamente lo que se me plazca- rió mientras volvía a patearme. Y lo repitió tantas veces que ya no sentía mi estómago. Hasta que sangre salía por mi boca. 

-Es hora de irnos, Musorgski- alcancé a escuchar que uno de sus amigos decía-.Worren, si sigues pegándole la matarás.

-Bien. Les estaría haciendo un favor a la manada. Cuando sea alfa no querré a esta  inútil en mi manada. 

-Mañana que no tengas con quien descargar tu rabia recuérdame- volvió a hablar. Solo escuché un gruñido de desesperación. 

-Odio que tengas razón-dijo viéndolo a los ojos, mientras yo seguía en el suelo-. Vámonos- mandó a los chicos-. Tengo planes con Allison.

Los tres se marcharon dejándome prácticamente al borde del desmayo. Seguía llorando de dolor y tristeza. Jamás habían llegado tan lejos. Jamás pensé que así sería este lugar. 

PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora