𝙿𝚛𝚘𝚕𝚘𝚐𝚘 ━ 𝙿𝚊𝚛𝚝𝚎 𝙸: 𝚅𝚊𝚕𝚢𝚊𝚗𝚗𝚊

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ᴘᴀʀᴛᴇ ɪ

ᴠᴀʟʏᴀɴɴᴀ

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En el principio, era solo Eru Ilúvatar, quien con su pensamiento dio existencia a aquellos que fueron enviados a Arda para preparar la llegada de sus hijos, los Elfos y los Hombres. Estos seres fueron los Valar, quienes adoptaron formas físicas, parecidas a las de los Hombres y Elfos que lograron distinguir en la visión de Ilúvatar.

Eran catorce los Valar y Valier. Dentro de ellos se encontraba Yavanna, La Dadora de Frutos. Con su poder, fue capaz de crear los animales y las plantas. Creó también los Dos Árboles de Valinor, hogar de los Valar, cuya luz iluminaba cada rincón de estas tierras. Su esposo era Aulë, El Herrero. Creador de los Enanos, quien le dio forma a Arda, y forjador de las gemas más bellas. Juntos dominaban la materia viva e inerte.

Cuando los Elfos despertaron durante la Edad de los Árboles y fueron llevados a Valinor para ser acogidos por los Valar, Yavanna y Aulë, al ser creadores por naturaleza propia, quedaron maravillados con la idea de crear este tipo de vida. Previamente, Aulë ya le había dado forma a unos seres a los que se les conocería como los Enanos, pero los Valar no eran capaces de dar vida, solamente Ilúvatar podía hacerlo. Pero al ver el amor que Aulë tenía por ellos, decidió adoptarlos por hijos y darles con su aliento la vida. Por su parte, Yavanna creó a los seres Ents, para que cuidaran a sus creaciones más indefensas: las plantas, los árboles, los bosques. Era lo más cercano que Yavanna y Aulë tenían de su verdadero deseo, pero seguía sin serlo.

Era bien sabido que los Valar no podían procrear descendientes de ellos mismos. Y esta era la maldición que atormentaba a Yavanna y a Aulë, cuyo poder les permitía crear lo que fuera, menos lo que su corazón anhelaba.

Siglos fueron los que ambos valar buscaron consolar ese anhelo creando todo tipo de bellezas dignas de admiración. En sus seguidores intentaban encontrar un lazo que los uniera como padre e hijo. Pero sus corazones lloraban por ser incapaces de lograrlo o de fingir que podrían hacerlo.

Los árboles de Valinor botaron sus hojas, y los animales guardaron silencio en sus hogares. La Luz de los Dos Árboles se volvió fría, y la música de Yavanna entonó melodías vacías, pues su corazón se había vuelto triste y distante. Y en los talleres de Aulë reinaban los martilleos duros y desenfrenados, manifestando la frustración del Herrero al no tener inspiración de crear nada digno de sus artes. Eran los Creadores, pero no podían procrear.

La tierra sufría. Los Elfos sufrían. Los Valar sufrían. Y por ello, Ilúvatar se compadeció.

Tras la Primera Edad de los Árboles, Yavanna dio a luz a la única descendiente que verían los Valar, con el permiso de Ilúvatar. Su nacimiento fue la alegría y emoción de todos en Valinor. Los Valar la adoptaron como su heredera, y Manwë, el más poderoso de ellos, la bautizó con el nombre de Valyanna, "La Gracia de los Valar". Sus cabellos eran de un blanco dorado, sus ojos como dos gemas plateadas, su belleza digna de su raza, y su poder, incomparable. Había heredado el don de su madre de crear y sanar la materia viva más vulnerable, y la habilidad de su padre de crear piezas únicas. Era capaz de controlar y destruir objetos que carecieran de distinción alguna, y de entender el lenguaje de los animales y plantas.

En brazos de Yavanna posaba como una joya, y entre los Elfos se decía que la belleza de su rostro se debía a la sonrisa que sus padres esbozaron al enterarse que Ilúvatar les concedería su deseo. Nunca en Aman había existido un clima tan cálido y tiempos tan alegres, y a manera de agradecimiento a Eru, los Creadores dieron vida al Aldafányarë, "el Árbol de Fuego Blanco", un robusto árbol de tronco plateado en el que los Valar depositaron una llama del Fuego Secreto que guardaban en su ser. En sus ramas ardieron blancas las llamas, y como el Fuego de Valyanna se conformaba por el de todos sus padres, era el que más resplandecía.

The Fate of the Valar (ESDLA) | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora