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Narra Seoyeon.

Había pasado una semana justa desde que habíamos vuelto de nuestros días de descanso en Busan.

Ahora, me encontraba acostada en mi cama con Andrés. Saben a lo que me refiero, ¿no? No me gustaba estar así, eran los cinco días del mes que menos me gustaban. Mí humor y mí ánimo cambiaban de un minuto para el otro. De estar feliz, cinco minutos después, estoy enojada.

Mi celular comenzó a vibrar, indicándome que tenía una llamada entrante. Agarré mí celular y vi en el pantalla el nombre de mí novio.

Hola, bebé— saludó.

—Hola, ¿que quieres?— le pregunté. Sé que fui demasiado —mas que demasiado— cortante, pero el dolor me estaba matando.

Wouh, parece que despertamos de mal humor— respondió, sarcásticamente.

—¿Que quieres?— repetí —No me siento muy bien— solté un suspiro.

Solo quería saber como te encontrabas, ahora sé que no te encuentras bien— dijo, y cortó la llamada.

Inmediatamente la idea de que me haya colgado por mi mal humor, apareció. Me sentía mal de haberle hablado como le hablé, pero… no quería tratarlo así, porque sabía que él no tenía idea de que estaba Andrés.

El timbre de mi casa no paraba de sonar y no quería levantarme a abrir la puerta. Mí papá estaba en el trabajo y yo estaba sola, eso quería decir que me tendría que levantar de mi comoda cama para ir a ver quien era. No iba a arreglarme, no tenía ganas de eso ni tiempo.

—Hola, nena— Jimin me saludó, con sus brazos abiertos.

—Hola— saludé, le regale una pequeña sonrisa —Pasa— me hice a un lado para que pueda entrar a casa.

—¿Por que estas con esa actitud?— me preguntó. Se lo notaba preocupado.

—Andrés— respondí, subiendo y bajando mis cejas.

—¿Andrés?— preguntó, con su ceño fruncido.

—Tu sabes...— respondí. Él me seguía mirando con cara confundida. Hice varias muecas con mi cara para que pueda entenderme.

—Ah, ya entendí— dijo, asintiendo —¡Ay, pobre mi bebé!— exclamó, aplastó mí cara contra su pecho y pasó un brazo por mí cintura.

—No sabes lo que duele— murmuré, abrazándolo mas fuerte.

—Tu quédate tranquila, ve a tu habitación que yo ya vuelvo— me dijo. Lo vi salir por la puerta, hice una mueca y volví a mi habitación, a esperar a que vuelva.

Me acosté en mi cama y empecé a buscar algo que podría ver en la tele.

Narra Jimin.

Sabía lo que sentía Seo porque yo ayudaba a mi mamá cuando se trataba de esas cosas y veía que no la pasaba tan bien.

Salí de su casa para ir a comprar un par cosas para ella, para que pueda estar de buen humor y que no tenga que pensar tanto en el dolor. Primero, pasé por el Mc'Donals para comprar dos hamburguesas, con papas y gaseosa. Segundo, pasé por un supermercado a comprar helado, chocolates y todas esas cosa que le gusta a mi novia. Tercero, pasé por una farmacia.

Llegué a la casa de Seo y ella me había dejado la puerta abierta para que yo pudiera entrar sin que ella baje a abrirme. Subí a su habitación con todas la bolsas en mano y la encontré acostada en su cama mientras veía la tele. Noté que de su ojo derecho había salido una pequeña lagrima.

—¿Que pasa, bebé?— pregunté, dejé las cosas en su escritorio y me acerqué a ella.

—Duele— respondió, apretando los labios.

—Para eso estoy aquí, para que ese dolor se valla— le mostré todo lo que había comprado.

—¿En serio compraste todo esto por mi?— vi como los ojos se le cristalizaban.

Sí que cambia rápido de humor.

—Sí, bebé— le respondí, sonriendo.

—Aw— se acercó a abrazarme —Eres el mejor novio— murmuró en mi oido.

—Y tu eres la mejor novia— dije cuando nos separamos —Mira, te compré helado, hamburguesa, chocolates y toda esas cosa que te gustan a ti— le expliqué, dejando mi abrigo en la silla de su escritorio y sacandome los zapatos.

Nos sentamos en la cama y empezamos a comer las hamburguesas, mientras veíamos una película que pasaban por la tele, pero como a ninguno de los dos nos llamba la atención, empezamos a hablar entre nosotros.

Luego de almorzar, Seo bajó a la cocina para tomar una pastilla y volvió a subir.

—¿Te sientes mejor?— pregunté, acariciando su cabello. Estábamos acostado en su cama, ella abrazaba mi cintura mientras yo pasaba un brazo por sus hombros.

—Sí— asintió, con su cabeza en mi pecho— ¿Me das helado?— preguntó.

—Sí, ten— le alcancé el bote de helado.

—Espérame, iré a buscar algo— avisó. Se levantó con cuidado de la cama y salió por la puerta de su habitación. Al rato, volvió con dos cucharas en mano. Se subió a la cama y volvió a la misma postura de antes.

—No entiendo como te gusta el helado de chocolate— dije, mientras agrraba una cucharada de el de vanilla.

—Y yo todavía no puedo creer que te teñiste le pelo de azul. Estamos iguales— dijo, mirándome y yo solté una carcajada.

—Bebé, eres una desastre comiendo helado— reí.

—¿Por que?— me miró, tenía la boca un poco manchada.

Me acerqué a ella, agarré sus mejillas con una mano y le di varios besos en las zonas en donde tenía chocolate en su boca.

—Ahí esta mejor— la miré. Estaba sonrojada, así que me acerqué a ella besé sus mejillas.

—Basta— murmuró, mirando al frente —¿Sabes qué? Quiero los chocolates— me dijo, señalando la bolsa. Se los alcancé.

—No entiendo como no engordas— dije, dando variar palmaditas en su estómago y ahí dejé mi mano.

Luego de que Seo haya comido todo lo que quiso, se quedó dormida jugando con mi cabello. Habíamos cambiado de postura: ahora yo tenía mi cabeza en el pecho de ella mientras abrazaba su delgada cintura. Seo me había dicho que, cuando ella se despertara, me quería a su lado y yo, gustoso, le respondí sí. También, me preguntó que si quería que me quedara a pasar la noche con ella, que, luego cuando se despierte, le avisará a su padre. Y yo ya le había dicho a mi madre.

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Editado: 06/06/2021.

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