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Narra Seoyeon.

—Jimin— llamé a mí novio mientras tiraba de su mano, tenía que decirle algo y él no estaba prestándome atención. Jimin estaba sentado en el borde de su cama. 

—¿Qué pasa?— preguntó, sacó la mirada de su celular y me miró.

—Tengo hambre.

—¿Y cuándo no?— bromeó, sonriendo.

Eran las siete de la tarde —casi ocho—, y Jimin y yo estábamos teniendo una cita, a lo que me refiero con este término es: comprar comida en algún restaurante, cenar mientras vemos un película aburrida y, luego, ir a dormir.  

—¿Y que quieres comer?— dejó el teléfono en su mesita de noche y pasó sus brazos por mis hombros, yo pegué mí cara en su hombro. 

—Hamburguesas, con mucho queso— respondí, acariciando su espalda. No perdí la oportunidad y pellizqué su espalda, provocando que él de que un pequeño salto, sorprendido, en su lugar.

—Duele— murmuró y pellizcó mí trasero —Coloretes, ¿te parece salir a comprar la comida, así no gastamos demasiado dinero?— me preguntó.

—¿Coloretes? ¿En serio? ¿No tenías otros apodos para ponerme?

—Te queda muy bien ese apodo— me miró, con una sonrisa, y me guiñó un ojo.

(...)

—Jimin— volví a llamarlo. Estuve casi toda la tarde, hasta después de cenar, llamándolo por necesitaba algo o porque estaba aburrida y no sabía que hacer.

En este mismo momento, estábamos los dos acostados es su cama viendo una película que estaba dando en la televisión. Yo me encontraba encima de mí novio con mí mentón apoyado en su pecho. 

—¿Que pasa?— me miró y empezó a acariciar mí cabello.

—Tengo sed.

—Pensé que me dirías algo lindo— dijo,  estirándose desde su lugar para agarrar la gaseosa que habíamos comprado.

—Gracias. ¿Que quieres que te diga?— me levante de encima suyo para beber tranquila y sin formar un lío.

—Que soy el novio mas lindo que has tenido, que no hay nadie igual a mi y que soy el dueño de ese corazoncito y ese trasero tuyo— respondió y yo solté un carcajada, luego de haber tragado el líquido de la gaseosa.

Si llegaba a ahogarme, luego Jimin se burlaría de mí y me ayudaría.

—A mi me gusta tu rostro, ¿Por qué eres tan guapo, amor?— pregunté, me apoyé en mí codo para verlo de costado.

—Vamos a dormir— tiró de mí brazo para meternos bajó las colchas de su cama.

—Te sonrojaste— cantureé, con una sonrisa divertida.

Amor— murmuró, escondiendo su cara en mi cuello.

—Tranquilo, tenía que decírtelo, aunque ya lo sabes— dije, rodeándolo con mis brazos.

—Seo— dejó un beso en mí hombro.

—¿Que pasa, Jimin?

—¿No tendría que ser yo él que te haga sonrojar?— preguntó dejando varios besos en mi mejilla.

—Ya me acostumbré a todos tus comentarios, así que no tengo de que sonrojarme— le respondí —Tu, parece que no— acaricié su cabello.

—Oh, tengo una forma para hacerte sonrojar— dijo, y se puso encima mió. Antes de que pueda responderle, él ya había pegado su boca con la mía.

(...)

Y sí, lo habíamos hecho por segunda vez.

Debían ser como las tres de la madrugada y no tenía idea de que hacía dedpierta a estar hora de la madrugada, pero, luego de unos diez minutos como máximo, pude volver a cerrar mis ojos y a dormir.

Estaba encima del torso desnudo de Jimin, mientras el acariciaba mí espalda desnuda, haciéndome sentir escalofríos. Jimin estaba tarareando un canción en mí oído, mientras que yo cerraba mis ojos poco a poco.

Una luz no me dejaba dormir del todo bien, ni poder abrir bien mis ojos, pero con un poco de esfuerzo pude abrirlos. Froté mí cara con mis manos y miré a mis costados en busca de alguna camiseta. 

—Jimin, amor, despierta— murmuré, dejando varios besos suaves en su mejilla. 

—Hola— sonrió.

—Hola, grandulón.  Es hora de levantarse— me separé de él para poder atar mí cabello.

Jimin, con un poco de esfuerzo —al igual que yo—, pudo levantarse y vestirse, aunque solo se puso un jean.

—Jimin, ¿me presta un suéter?— pregunté, abrazándome a mí misma por el frio.

—Sí, agarra uno— respondió, señalándo su armario.

Pasé la prenda por mi cabeza y mis hombros, y me acerque devuelta a Jimin. Él, con buenos reflejos, pudo sostenerme cuando me colgué encima suyo sin aviso, pasé mis brazos por su cuello y mis piernas por su cadera.

—¿Me dirás algo romántico como buenos días?— preguntó, haciendo que yo soltara una risa.

—Ya te lo dije todo ayer— respondí antes de besarlo.

—Vamos abajo— dijo, cerrando la puerta de su habitación.

—¿Te acuerdas la ultimas vez que bajamos las escaleras así? Bueno, que ni se te ocurra volver a hacerlo— advertí, señalándolo con mi dedo índice.

—¿Qué? ¿Esto?— amagó en dejarme caer.

—¡Jimin!— exclamé, apretando mí agarré en su cuello.

Editado: 14/06/2021.

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