Capítulo 1

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Dejé mis maletas en mi nuevo apartamento, recién comprado.
Era bastante amplio para mí sola, no sabía que haría con tanto espacio. Caminé por el lugar, pensando cómo podría decorarlo. ¡Y si había algo que me gustaba hacer era decorar interiores!
Era amante los cuadros y pinturas colgados en las paredes, pero no cualquier cuadros, sino cuadros de colores que alegren el lugar.
Salí de mis pensamientos cuando alguien tocó el timbre de mi puerta.

— Señorita Pipper, olvidó un bolso allí abajo. –me dijo el portero del edificio, era un señor de unos cincuenta y tantos años, muy simpático.

— Muchas gracias. –sonreí, tomando mi bolso de mano y cerrando la puerta.

Volví mi vista al ventanal que se encontraba justo en medio de una pared, ocupando un gran espacio.
Me acerqué, amaba que la luz entre en todo el apartamento. Tenía una vista perfecta a la calle principal y el parque. Mi madre había hecho una buena elección con ése edificio y tenía el leve presentimiento de que sería un buen año allí.
Suspiré y me senté en el suelo, en el único hueco que quedaba sin ocupar con cajas, bolsas y demás.
Soñaba con encontrar a alguien que realmente valga la pena, alguien con quien perder el tiempo no fuera una molestia.

**

Eran las 10:40 de la mañana cuando desperté, la suave brisa que los árboles llevaban a mi ventana fue lo primero que había sentido.
Estaba fresca y lista para ir a un café, a preparar mis reseñas de libros. En ciertas ocasiones me sentía sola, pero no del “sola” negativo, sino del “sola” me—siento—bien; a mi madre siempre le extrañó esa actitud de mi parte. Aunque si debo confesarme, a veces la soledad duele.
Me vestí, salí y saludé a Ed, el simpático portero del edificio.
Caminé por las soleadas calles de París, podía contemplar niños correteando por las calles, parejas paseando, autos de aquí hacia allí. Un mes exacto había pasado desde mi estadía allí y realmente me había acostumbrado; el consejo de Ed sobre recorrer París de día y de noche, y buscar lugares poco turísticos además de los más conocidos me sirvió de maravilla ya que en todo el mes sólo un día me había quedado en mi apartamento sin salir.
Entré al café ambientado muy cálido y con tonos madera. Me senté en la pequeña mesa oscura y saqué mi libreta para comenzar las reseñas, cuando un  joven se acercó a mi lado, sentándose en la silla desocupada.

— Hola. –sonrió. Tenía los ojos más celestes que había visto en mi corta vida… ¿acaso eran transparentes? y un acento inglés muy distinguido.

¿Quién eres y por qué estás hablándome?

— Hola. –saludé de vuelta aun sin entender qué hacía en mi mesa. Continué con las reseñas, que a pesar de estar distraída siempre las podía terminar a tiempo.

— ¿Qué haces? –preguntó curioso asomando su cabeza a mi libreta. Reí un poco, aun no sabía su nombre.

— Reseñas sobre libros que he leído, comento qué me parecieron aquí y luego lo subo a una página en internet.

— Eso suena interesante. –asintió. – ¿Qué libros has leído?

— No lo sé, muchos. Sobre todo románticos. Son mis preferidos.

— Ya veo. –rió, señalando hacia los corazones que dibujé en un costado de la hoja.

— ¿Quién eres? –pregunté por fin cerrando la libreta. Si había algo que me caracterizaba era mi poca paciencia cuando sentía que me estaban “tomando el pelo”

— Jace Both. –contestó con firmeza, y las dos palabras sonaron como las más seguras y claras que mis oídos habían escuchado, pero pareció restarle importancia a dar información sobre él. – Eres mi nueva vecina, te he visto recorrer el edificio y da la casualidad que vivo enfrente a tu apartamento.

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