𝙿𝚛𝚘𝚕𝚘𝚐𝚘 ━ 𝙿𝚊𝚛𝚝𝚎 𝙸𝙸𝙸: 𝙼𝚊𝚒𝚛𝚘𝚗

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ᴘᴀʀᴛᴇ ɪɪɪ

ᴍᴀɪʀᴏɴ

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⚠️ADVERTENCIA DE DESCRIPCIONES SENSIBLES

El suave canto de un pájaro inundó el salón donde todos se encontraban reunidos celebrando, captando la atención de los presentes y provocándoles una grata sonrisa de felicidad. La música, tenue pero exquisita, ofrecía un ambiente cálido y amable, siendo ideal para compartir pláticas amenas entre amigos y familiares, los cuales olvidaban cualquier conflicto que en el pasado hubiesen enfrentado, dejándose llevar por la alegría del momento; la gratitud del día tan importante del que habían sido parte.

Los rayos del Laurelin no habían brillado nunca del modo en el que caían sobre el hermoso rostro de su Creadora, la Reina de la Tierra, que en sus brazos sostenía la dicha más grande que ella habría recibido en toda Arda. A su lado, Aulë el Herrero sonreía de oreja a oreja hacia la pequeña criatura de cabellos dorados para la cual sentía que nunca podría ser digno de merecer, aquella dueña de su corazón que sería propietaria de sus más bellas creaciones, y también su inspiración.

La llegada de la más joven de los Valar era un suceso irrepetible en la historia de Arda, y cada Elfo, Maia y Vala presente en aquella celebración de nacimiento lo tenía en mente, festejando, por ello, como consideraban que era debido. Se levantaron las más bellas ofrendas hacia la hija de los Creadores, desde piezas de música sobre su inmensurable belleza hasta gemas únicas en su especie, conservadas como patrimonios familiares durante siglos. Todos compartían la dicha de los Creadores al recibir por fin a su tan esperada hija, a la cual muchos juraron proteger con su propia vida.

Juramento que se intentaba cumplir en las oscuras y pútridas tierras de Angband cientos de años después, con la furia y cólera del ejército de Aman que algunos de los Valar se esforzaron en entrenar por tanto tiempo para recuperar a su princesa raptada. Morir a manos del enemigo no intimidaba a los guerreros de Valinor, no si su vida contribuía al rescate de Valyanna. No si su sacrificio significaba lograr ponerla a salvo.

Y sobre cientos de barcos que atravesaban el Belegaer rumbo a la Tierra Media, miles de Elfos y Maiar entonaban gritos de guerra mientras chocaban sus espadas y se abrazaban entre sí, listos para el enfrentamiento más feroz que Arda presenciaría. Se encaminaban hacia el mismísimo Morgoth, con la esperanza de devolverle a Aman su joya más preciada.

Desde la costa de las Tierras Imperecederas, dos ojos observaban apagados cómo aquellos barcos desaparecían poco a poco de su campo de visión, así como toda esperanza de recuperar al amor de su vida. O al menos gran parte de ella.

Yavanna miraba con mucho dolor e ira los barcos alejarse, tanto porque Manwë había dado la orden de zarpar sin que ella o Aulë lo supieran, como con Morgoth y toda la desgracia que le había causado a su propia hija. La Reina de la Tierra quería ir en esos barcos, luchar al lado de Tulkas para llegar hasta su hija, abrazarla y dejarla reposar en sus piernas en los jardines de Lórien para que todo dolor desapareciera de su corazón y su mente. ¡Cómo anhelaba acoger a su hija en sus brazos una sola vez más! Plantarle un beso en su suave frente y protegerla de cualquier mal del que antes no pudo protegerla. Volverla una guerrera como ella, enseñarle a usar su fuerza y sus poderes para no ser de nuevo una víctima de nadie más. Lo anhelaba con todo su corazón.

Pero Yavanna sabía que ya era tarde. Manwë había tardado mucho en aprobar el ataque a Morgoth. Ella había tardado mucho en preparar el ejército, había tardado mucho en ir por ella.

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⏰ Última actualización: May 14, 2022 ⏰

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The Fate of the Valar (ESDLA) | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora