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—¡Ya voy! —gruño para mis adentros y ruedo hacia la izquierda, dejándome caer en la alfombra que cubre el suelo de mi habitación

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—¡Ya voy! —gruño para mis adentros y ruedo hacia la izquierda, dejándome caer en la alfombra que cubre el suelo de mi habitación. Allí me tomo un segundo y observo el techo de mi cuarto mientras por mi cabeza viajan cientos de ideas relacionadas con cosas que podrían ir mal hoy. Cuando al fin reúno las fuerzas suficientes para levantarme me dirijo al baño, rezando por que no me haya salido ningún grano durante la noche. Cuando me miro al espejo, me alivia descubrir que mi piel continúa presentando el mismo aspecto que ayer.

Estoy agotada, apenas puedo mantenerme en pie del cansancio por lo que decido darme una ducha, esperando que esta me anime. Para mi alivio, lo hace y cuando salgo de la bañera las ganas de volver a meterme en la cama desaparecen. Me rodeo con una toalla y mientras espero a que mi cuerpo se seque, cojo un peine y me desenredo el pelo. Mi plan inicial era secármelo y hacerme algunas ondas con la plancha, pero ahora mismo me da pereza y es lo último que me apetece hacer así que decido dejar que se seque al aire.

Echándole un último vistazo a mi aspecto en el espejo, camino hacia mi armario y de él saco el conjunto que compré ayer con mi madre para ponérmelo. Me visto rápidamente, añadiendo un cinturón y bajo a la cocina donde me encuentro con mi madre.

—Hola —saludo, aunque en un tono relativamente borde pues el hecho de tener que despertarme tan pronto desencadena mi mal humor.

—Te veo muy feliz —bromea mi madre.

—He alcanzado el nivel máximo de dicha terrenal —respondo sarcásticamente.

—¿Sabes lo que te alegrará esa cara?

—Nada —contesto en tono cortante.

Mi madre pone los ojos en blanco antes de decir: —¡Amy's!

—¿Ha vuelto ya? —exclamo emocionada.

—Sí —me asegura—. Y tenemos tiempo de sobra para ir antes de que empiecen las clases.

—¿A qué esperamos? —sonrío, y cojo la mochila que dejé ayer preparada en la entrada antes de salir escopeteada por la puerta seguida de mi madre.

El camino a la cafetería no es muy largo y, un tranquilo paseo a la luz los primeros rayos de sol que comienzan a calentar las calles es una buena manera de comenzar la mañana.

—¿Dónde están mis chicas favoritas? —ríe Amy cuando nos ve, acercándose a darnos un abrazo. El gesto dura unos segundos y cuando nos deja ir mi madre y yo tomamos asiento en la barra.

—Me ha dicho mi madre que Sophia empezaba hoy la universidad —comienzo a
decir.

—Sí —una sonrisa llena de orgullo y a la vez nostalgia invade su rostro—. El año que viene te toca a ti. ¿Tienes ganas?

Mi lección (Johnny Orlando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora