18 - REENCUENTRO

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¿Drogo?

—Despierta, dormilón. No es seguro que estés aquí por mucho tiempo.

Abro los ojos muy despacio tratando de acostumbrarme a la extraña luz de este lugar. En cuanto me doy cuenta de quién me está hablando, suelto un gruñido de disgusto.

—¿Es que ni siquiera muerto me vas a dejar en paz?

Ella esboza una divertida sonrisa, como si esa fuera la reacción que esperaba de mí.

—Créeme que nada me gustaría más. Sois peores que un grano en el culo para mí, pero, por desgracia, no me queda más remedio que aguantaros. Ahora date prisa. Nos están esperando.

Me pongo de pie y sigo a Ananké a través de este desolado paisaje. Había escuchado muchas historias sobre la tierra de nadie, pero nunca pude llegar a imaginar que fuera así. Da la impresión de que, por mucho que camines o te muevas, jamás vas a llegar a ninguna parte. Por suerte para mí, tengo una guía experta.

—Por aquí —dice abriendo una especie de trampilla y comenzando a bajar unas escaleras —. Cierra cuando estés dentro.

Le hago caso y cierro la pesada trampilla tras acceder al lugar. Al bajar unos escalones me encuentro en un largo túnel alumbrado por débiles antorchas en las paredes.

—¿Por qué bajo tierra? —pregunto intrigado. Ella sonríe.

—Tienes suerte de que te haya encontrado pronto. De haber tardado un poco más lo hubieras entendido enseguida.

Trago saliva nervioso. Parece ser que este lugar es más peligroso de lo que yo creía. Ahora me alegro de haber convencido a Cris para que saliera de aquí cuando vino. Si llega a quedarse un poco más, a saber con lo que se hubiera encontrado.

Continuamos caminando por un buen rato hasta que llegamos al final de un pasillo en el que sólo hay una puerta.

—Toda tuya —me indica con una divertida sonrisa.

Yo le observo intrigado. Parece ser que todo esto le divierte demasiado. Todo lo contrario que a mí. Cada vez estoy más asustado. ¡Y eso que estoy muerto! De no ser así, no sé ni cómo estaría.

Me vuelvo hacia la puerta que me ha indicado y me dirijo hacia ella con paso firme. Una vez abierta, en mi rostro se dibuja una gran sonrisa ante lo que veo.

No me da tiempo a decir nada, ya que enseguida le tengo colgada de mi cuello. Le abrazo con fuerza mientras una lágrima se me escapa. No me puedo creer que por fin estemos los dos juntos. Ahora mismo no podría ser más feliz.

Cojo su cara entre mis manos y, al ver su preciosa sonrisa, se me ilumina el alma. Sin poder contenerme ni un segundo más, le beso con pasión y dulzura, mostrándole todo lo que tengo escondido en mi corazón, todo lo que siento por ella.

—¡Qué monos...! Pero os recuerdo que no estamos aquí para eso.

Al escuchar el comentario de Ananké nos separamos muy despacio juntando nuestras frentes y los dos nos reímos felices. Tiene razón. No estamos aquí para eso, pero no íbamos a desaprovechar la ocasión.

—De acuerdo Anké...

—¿Pero es que nunca te vas a aprender mi nombre?

Me entra la risa al ver el cabreo de Ananké mientras que Cris agacha la cabeza avergonzada. Sin dudarlo, le agarro de la cintura y le doy un suave beso en el cabello.

—¿Hemos venido a hablar o a discutir sobre nombres? —pregunto serio —. ¿Qué más da cómo te llame? Lo importante es que se le entienda, ¿no?

DC XII:LA REINA DEL MUNDO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora