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La lluvia caía sin parar sobre la tierra del pequeño jardín de la abuela, una mujer de avanzada edad acariciaba el cabello de un castañito mientras desde el pequeño porche veían la lluvia caer.
La abuela murmuraba una suave melodía, que sonaba atractiva a los oídos del castañito, siempre que llovía ella cantaba la misma melodía, y el era un chiquillo curioso que quería saberlo todo.
–¿Qué es eso?– Preguntó el tierno niño hacia la abuela.
Ella detuvo las caricias en sus lindos cabellos y luego le miro.–¿Que cosa, Tae?–.
–La canción. – Añadió. —La cantas siempre que llueve, ¿Por qué? –.
Ella lo meditó un segundo y luego pico la nariz del niño con su dedo. –Eres tan curioso. –Rió entre dientes. –Es una costumbre, supongo. ¿Quieres que te cuente una historia?–.
Sus ojos brillaron de pura emoción, amaba las historias de la abuela, así el castañito asintió frenéticamente.
Ella sonrió y retomo la palabra. – Bien. Aquí en el campo, hay algunas leyendas de esas, ya sabes...Antiguas. En ella se habla de los Dioses y todo eso. Y una de ellas, es la del Dios de la lluvia, es la que más respetamos porque ayuda a las cosechas, supongo. – Rió suavemente – La historia se transversa mucho, pero se dice que antiguamente los Dioses aveces por diferentes motivos, ascendían al firmamento, para convertirse en constelaciones o pedían una vida mortal a la Luna, cuando ya no le encontraban sentido a seguir siendo Dioses –Ella señalo brevemente el cielo, el cual estaba repleto de nubes grises. –Ellos desaparecían, pero quedaba su legado. Sin embargo habían otros que ascendían a otras personas, para ellos poder irse en paz, y otra persona continuar con su legado. Y se dice que cuando es ascendido un nuevo Dios de la lluvia, llueve el primer día de verano, y luego de esa lluvia, el riachuelo de aquella montaña. –Ella me señaló una gran montaña que se alzaba imponente a la lejanía. – Por fin se llenaría.
El castañito escuchaba atentamente cada explicación que ella daba, era emocionante todo el tema de los Dioses, a su parecer era increíble. – Y ¿Se ha llenado alguna vez? – Inquirió con grandes ojos curiosos.
Ella lo medito un momento y luego por fin habló. – Sinceramente, a mi me parecían una tontería esas historias – Rió brevemente. – Pero hace algunos 20 años, siempre iba a esa montaña con tu abuelo, a recoger semillas, eran semillas de excelente calidad, y además era un pasaje bastante bonito. Y recuerdo que fuimos durante años, y siempre vi ese riachuelo seco. – Se encogió de hombros, y el castaño perdió un poquito de emoción. – Pero un día más o menos, recuerdo que llovió un primer día de verano, se me hizo inusual, ya que en esas fechas casi no llovía, pero no preste atención, luego al día siguiente todo el pueblo estaba convocando a un festival, para celebrar la llegada de un nuevo Dios. – Exclamó con cierta expresión de desconcierto. –Me pareció una locura, pero no le tome importancia nuevamente. Pero ¿adivina qué? – Una pequeña sonrisa se extendió en sus labios con sus ojos fijos en los del menor.