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Los pequeños mellizos sufrían de insomnio desde que la cuarentena había dado inicio en su ciudad, al no realizar sus actividades de ejercicio su energía no se gastaba y por lo tanto vagaban por la casa en busca de desquitar su energía en algo, no eran muy amantes de los aparatos electrónicos o de estar encerrados en casa, pero su mentecilla les dictaba que eso era lo correcto por más que les disgustara.

Una noche, mientras buscaban a escondidas que hacer para poder dormir y no despertar a sus padres, Aron se recargo en la puerta de su casa anhelando que la cuarentena acabara para así poder salir a jugar en el parque que se encontraba frente a su casa. Aron cayó sentado en la entrada cuando sin quererlo la puerta se abrió, al parecer sus padres no se aseguraron de cerrarla para que nadie entrara o saliera.

- Está abierta, la puerta está abierta ron. – Exclamo con sorpresa su hermana mientras cubría con sus pequeñas manitas su boca – Está abierta ron. – susurro para segundos después ver la puerta de sus padres en espera de que no despertarán por su culpa –

Compartiendo una mirada cómplice sonrieron antes de salir corriendo fuera de su casa en camino al parque de enfrente.

Jugaron durante un par de horas hasta que encontraron a un vagabundo dormido en una banca, su cobija estaba en el suelo y el pobre anciano temblaba de frió mientras abrazaba su cuerpo intentando darse calor a el mismo. Miraron con lastima al pobre anciano, compartiendo miradas se dirigieron a tomar las puntas de la cobija en el suelo, la extendieron y después de sacudirla la pusieron de nuevo sobre el vagabundo.

- Unos niños como ustedes no deberían de estar en un parque a estas horas de la madrugada, que dirían sus padres. – susurro el anciano asustando a los pequeños –

- Nosotros... nosotros no podíamos dormir, señor. – tartamudeo el pequeño con miedo mientras su hermana tomaba su mano y miraba desconfiadamente al sujeto frente a sus ojos –

- Tomen. – dijo el anciano mientras sacaba de uno de sus bolsillos un pequeño atrapa sueños – Como agradecimiento, espero que pueda ayudarlos a dormir como me ha ayudado a mí. –

Aun un poco desconfiada Eleonor se acercó con cautela y aun sujetando la mano de Aron tomo el pequeño regalo de manera fugaz.

- Gracias. – susurro por lo bajo –

- Pronto amanecerá y no creo que sus padres se tomen de buena manera el hecho de que estén aquí. – tosiendo reacomodo su cobija – Regresen a casa. –

- Vamos nor. – exclamo el pequeño mientras jalaba a su hermana –

Eleonor no podía dejar de ver el pequeño atrapa sueños de colores en su mano, le parecía realmente hermoso, se mantenía dentro de un pequeño plástico translúcido que ella suponía era para proteger su belleza.

En cambio Aron estaba asustado de la reprimenda que sus padres podrían darles, no quería que los castigaran, no de nuevo, ellos podían ser buenos delante de la gente a su alrededor, pero a solas era una historia completamente diferente, para Aron eran como dinosaurios de película, esos grandes tiranosaurios rex que con el mas mínimo movimiento te perseguían hasta comerte en vida.

- Vamos nor o nos castigaran. – con esas simples palabras Eleonor centro su atención en su hermano volviendo a la realidad –

- Corre ron. – exclamo ella al ver la hora en su reloj de con forma de rayito –

La angustia y temor invadieron sus cuerpos haciendo que corrieran tan rápido como podían hacerlo. Al llegar a la puerta de su hogar se quitaron los zapatos para no dejar rastro de tierra que evidenciara su pequeño escape nocturno y dejando la puerta de la entrada tal y como estaba subieron las escaleras lo más rápido posible procurando no hacer ruido.

Entraron al cuarto que compartían y ocultando sus zapatos en el closet de los juguetes cada uno reviso que su ropa no estuviera manchada de tierra o del óxido de los juegos a los que subieron.

Cada uno se metió a su cama rápidamente al escuchar la alarma de su padre sonar, con el corazón golpeando fuertemente en sus pechos se arroparon de pies a cabeza, mientras suplicaban al cielo que no descubrieran su pequeña travesura.

Eleonor le suplico al atrapa sueños en sus manitas que el sueño los venciera y sus padres no los descubrieran despiertos de nuevo. Entre suplicas y deseos los pequeños se quedaron profundamente dormidos con la angustia pegada como una vil enemiga a sus almas. 

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